En vez de informar, facilitar y promover para que las personas lleguen a vacunarse, hay confusión, es un desmadre, y abruma la ineficiencia. Esto lo viví de cerca.
Gonzalo Marroquín Godoy
Nadie puede pensar que la tarea de emprender la vacunación de todo un país es algo sencillo. Para nada. Pero de eso, al mamarracho de trabajo que está haciendo la cartera de Salud, hay una gran diferencia. Como periodista he seguido de cerca la patética compra de vacunas rusas, y he comprobado el desastre que ha privado en el sistema de salud durante la crisis sanitaria.
En contraste con toda esa costalada de ineficiencia, el domingo pude ver un reportaje en elPeladero, en donde se muestra como, en pocos meses, se modificó hasta el entorno natural de las faldas del volcán de Agua, para construir una preciosa casa de descanso para el presidente Alejandro Giammattei, con carretera incluida. ¿Qué tal?
Pero ese puede ser tema para otro ENFOQUE. Por hoy, quiero compartir lo que pude vivir en carne propia para lograr la vacunación de una persona.
Ella es una señora de 75 años. No creía en la vacunación por varios factores, entre ellos, la falta de información confiable –ausencia total de alguna campaña creíble de las autoridades–, la confusión creada por teorías de conspiración y principios religiosos. De conversación en conversación, traté de aclarar sus dudas.
Sin estar totalmente convencida, cierto día aceptó que la inscribiera en el sistema, sin comprometerse al siguiente paso… por si decido algún día vacunarme, me dijo.
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El día llegó, porque comprendió que era bueno para ella y podría facilitarle conseguir algún trabajo. Ah, eso sí, nunca recibió el famoso mensaje del ministerio dándole una cita. Entonces me ofrecí para acompañarla en su recorrido, porque ella no tiene computadora, ni teléfono inteligente. Convenimos en que se vacunaría el sábado pasado.
Pensé que el trámite sería sencillo. Error. En la página del ministerio, poco amigable, mal informada y ni siquiera actualizada, vi el listado de centros de vacunación. Pensé ir a la U Landívar, por proximidad y facilidad, porque me han dicho que es bastante eficiente, pero al llamar indicaron que no estaremos atendiendo, porque no hay vacunas.
Entonces pensé que, para no ir a ciegas, lo mejor era llamar a ver cuáles centros estarían operando. Marco el 1517, el call center del ministerio y lo sucedido indigna. Después de varios intentos en los que desistía a los 4 o 5 minutos de escuchar: su llamada es muy importante, decidí persistir hasta obtener respuesta.
Cada 30 segundos escuchaba su llamada es muy importante, pero nadie atendía. Pasaron 5, luego 10 y después 15 minutos. Yo me preguntaba: ¿Será que la ministra y supervisores, no piensan que la mayoría de personas en Guatemala tiene su teléfono con saldo y que se les consume de tanto esperar?
¡Dieciocho minutos! Al fin responde un joven que solo se identifica como Julio –no me quiso dar su apellido–. Le pregunto qué por qué tardan tanto en responder, y me dice que atendemos muchas llamadas. ¿Por qué no contratan más personal?
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Pero la respuesta es mas triste y decepcionante. Solo hay tres centros de vacunación abiertos para el sábado. ¡Con razón somos uno de los países con menor número de persona inmunizadas a nivel latinoamericano!
Prefiero guiarme por consejo de amigos y optamos por Santa Catarina Pinula. En ese ese lugar pude comprobar varias cosas patéticas: no hay política de atención especial para personas mayores de 70 años o con problemas de discapacidad; hay que hacer largas colas; solamente hay dos personas vacunando, cuando podría haber más y agilizar el proceso; terminan la jornada a las 2:00 PM.
Claro, como las vacunas llegan a cuentagotas, las quieren aplicar despacio, en perjuicio de la salud de la población.
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Creo que esta señora, quien merece todo el respeto, atención y calidad de servicio, no se hubiera podido vacunar sin el apoyo de terceros, porque las autoridades ni siquiera conocen la realidad nacional.
Seguramente el presidente nunca ha llamado al 1517, porque ha estado muy ocupado con los avances de su nido de gavilán pollero en el volcán de Agua, pero la verdad es que todo el sistema es un desastre. ¡Qué vergüenza!
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