FRANCISCO SANDOVAL: El deporte: ¿pérdida de tiempo?

La página de Franco

Francisco J. Sandoval

A pesar de la pandemia, este es un año mundialmente deportivo. Julio nos dejó dos copas y agosto será un mes olímpico. En futbol, el rey de las pasiones, se impuso Argentina en América y en Europa la selección de Francia. En Japón hay menú deportivo para todos los gustos y allí veremos desfilar potencias en unas cuarenta disciplinas y 23 atletas chapines.

Hubo polémica sobre si esos torneos debían realizarse o suspenderse. Fui ferviente partidario de realizarlos por una razón simple y poderosa: el deporte trae salud psicológica para los que siguen y se emocionan con las competencias y torneos.

Como cultura recreativa valoro muchísimo el deporte, tal vez porque soy deportista desde los seis años y he practicado cinco disciplinas, aunque en ninguna de ellas soy estrella.

El deporte puede ser ejercido con intención competitiva o recreativa. Para lo primero se requiere instalaciones especiales, organización, recursos, campeonatos y, sobre todo, mucho interés y disciplina de quien lo practica en busca de medallas y trofeos. La recreación deportiva, en cambio, busca aquello de mente sana en cuerpo sano que predicaban los griegos hace más de dos mil años.

Muy poco se entiende el verdadero valor del deporte (competitivo o recreativo). La creciente obesidad, particularmente notable entre mujeres indígenas, muestra que no se promueve como debiera esta disciplina. Digo “disciplina” porque requiere de rutina, pasión, entrega y no solo promesas de fin de año. El deporte congela la historia cuando hay logros como los de Mateo Guamux Flores, la medalla olímpica de Erik Barrondo o el campeonato del Norceca de 1967.

Las manifestaciones alrededor del futbol reflejan el alma nacional de un país. Lo tuve claro después de ver jugar en Buenos Aires al Racing Club contra River Plate en el Monumental y en el Maracaná el Flu-Fla (Fluminense contra Flamingo). Los graderíos se visten del color del equipo local y el griterío y cánticos expresan calor y fanatismo. Salir victoriosos significa recorrer las calles aledañas en desfile de tambores, flautas y renovado griterío. Después de ver eso uno piensa que el futbol le está comiendo devotos a las iglesias. Por supuesto que Marx de nuevo se equivocaría si dijera que el futbol es el opio del pueblo.

Me emocionan las pasiones deportivas porque recién trasladado a la capital para continuar estudios de magisterio en La Normal, un 23 de enero mi equipo, los Cremas, se enfrentaron a Municipal y prometí que si perdían no me acostaría antes de las 12 de la noche durante seis meses. Le agradezco al equipo Crema de entonces haberse dejado ganar; eso hizo que leyera la prensa tres veces al derecho y al revés, que escuchara valses, tangos y boleros y tuviera excelentes notas durante todo el año.

¿Cómo está Guatemala en uno y otro rubro deportivo? Depende de la disciplina de que hablemos. Regular, en general; excelente en algunas ramas deportivas y mal en otras. Doy absoluta fe de que bastante bien en bádminton, un deporte que practico desde hace 25 años. Las instalaciones en la capital y en varios departamentos son buenas, hay competencias nacionales e internacionales con frecuencia y el resultado está a la vista: dos veces consecutivas hemos ganado el campeonato panamericano masculino a través de Kevin Cordón –de exelente actuación en Tokio– amigo y deportista de admirable entrega. Por algo él y Nicté Sotomayor están en los Juegos Olímpicos de Japón. De pocos otros deportes (vela, marcha) se puede decir lo mismo. Del futbol, el deporte de los mil amores y abundante plata, muy pocos dan el ok. Los deportistas y los dirigentes de esta disciplina tienen tremenda deuda con el país.

Los países del bloque socialista le dieron al deporte una enorme importancia, tanta que parte del orgullo nacional consistía en destacar internacionalmente. ¿Se instrumentalizó el deporte? Sí, y todos los países hacen lo mismo todo el tiempo. Para Cuba es sinónimo de logro político nacional. Eso explica que, dada su eterna crisis económica, de ese país salten deportistas y entrenadores para otros países, incluidos varios desarrollados. En bádminton es al revés: al entrenador nacional (Chema Solís) han querido llevárselo para allá.

Qué hermoso sería que los 200 millones del Viceministerio de Deportes del MCD sirvieran para provocar una revolución deportiva y recreativa de los chicos de primaria y secundaria de todo el país. Eso se logra con claridad de ideas, amor por la niñez y sentido de patria.

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