Enfoque: En el filo de la navaja

Gonzalo Marroquín Godoy
Casi a diario hay noticias de gran impacto político-jurídico en el país. Los escenarios cambian constantemente. Cualquier análisis que se hace hoy, mañana puede quedar invalidado del todo. La poca credibilidad institucional que quedaba, se desvanece. Los tres poderes del Estado, así como el poder municipal, están cuestionados, y la ciudadanía sigue cobrando conciencia de la imperiosa necesidad que hay de transformar nuestro corrompido e inoperante sistema de partidos políticos, responsable del caos al que hemos llegado.
Ese despertar ciudadano –digno de aplaudir– se ha convertido en el motor de cambio que el país necesita. El problema es que avanza sin liderazgos, sin lineamientos a seguir y compartir. Eso, no solo le resta impacto, sino que, además, abre las puertas para que su contraparte –la clase política corrupta– se aproveche y forme un río revuelto en el que, ¡por supuesto!, busca mantener privilegios y promover cambios, sin cambiar de fondo.
Hay que reconocer que lo que se ha avanzado es significativo. Este movimiento es lo mejor que le ha ocurrido al país en mucho tiempo. La labor de la CICIG y del Ministerio Público (MP) –con el esfuerzo que debemos reconocer de Iván Velázquez y Thelma Aldana–, pueden seguir apuntalando y forzando los cambios. El TSE algo ha aportado, pero los viejos resabios de esa clase política rancia impiden que, por el momento, lleguen más a fondo.
La justicia sigue en entredicho por aquel asalto a las cortes que dieron el año pasado los propios políticos corruptos. Ahora se pondrá a prueba el nivel de compromiso con el que han llegado los magistrados a la Corte Suprema (CSJ) y la calidad ética y moral de cada uno de ellos. Tienen ante sí la oportunidad de mostrar su integridad y deseo de independencia. Hasta el momento han caminado con paso lento y temeroso, aunque alguna luz de esperanza hay.
Los antejuicios planteados deben avanzar de inmediato, asimismo futuros amparos que, presentados de manera frívola e improcedente, deben ser rechazados en corto tiempo, para que los procesos tomen el curso a la velocidad que deben. Más adelante veremos cómo actúan los jueces y magistrados de sala. Pero ellos también saben que en estos cambios, la demanda por #JUSTICIAYA, implica también depurar la justicia.
Muy pronto veremos que las manifestaciones y exigencias ciudadanas se irán dirigiendo hacia los poderes de justicia, incluyendo la Corte de Constitucionalidad (CC), último bastión en donde la clase política quiere influir.
En esa clase política aún se siente prepotencia e intolerancia. En vez de entender el mensaje ciudadano a favor de la transparencia y el cambio de fondo, ellos siguen con los ataques los unos contra los otros. El partido Líder aún amenaza, a la vieja usanza del FRG, movilizando huestes que les apoyen, sin prever siquiera el peligro de promover la violencia y el desorden.
El Congreso sigue jugando con fuego. No quiere hacer las reformas electorales correctas. Ese era y sigue siendo el peligro de dejar en manos de estos diputados estos cambios. Hay tal confusión en el medio, que ya nadie sabe qué churro de reformas puede salir. Mi opinión es que si las reformas ya no se pueden aplicar para este proceso electoral, no las debe hacer este Congreso. Si hay algunas que se pueden aplicar de una vez –que tengo mis dudas sobre esto–, entonces debieran hacerse solamente esas, sin que los diputados puedan meterle mano. ¡El sistema político desde la raíz!
En 1993 se corrió para tener las reformas constitucionales y salir de la crisis de aquel momento. El resultado no fue el mejor, porque se modificó la Constitución, pero los cambios no dieron los frutos esperados. Debemos recordar que la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP) es de carácter constitucional, y sus reformas no son sencillas de hacer. ¿Cabe postergar las elecciones? Es un tema para meditar.
El poder en la democracia radica en el pueblo, pero no es fácil conseguir consensos. Se han dado cuenta de que no hay voces entre los candidatos presidenciales abordando el tema de fondo de esta crisis. Todos hablan de dar empleo, seguridad, educación y salud. Lo mismo de anteriores campañas electorales, cuando en realidad deberían hablar de lo que el país necesita: cambiar el sistema de partidos políticos, tener administraciones transparentes, servir al pueblo y no servirse del Estado.
Por supuesto que en un país en donde la pobreza predomina, el subempleo es enorme, la inseguridad persiste, la educación no mejora y la salud es patética, sigue siendo tentador seguir regalando espejitos, que a muchos engañan.
Ya verán que ninguno de los candidatos presidenciales superará el 25 por ciento de los votos en las próximas elecciones –y no sé si me quedo corto, pues ese porcentaje puede resultar demasiado–.
Para lograr los cambios que el país requiere, debemos caminar en el filo de la navaja. Hay demasiados peligros, pero también oportunidades. Lo importante es sortear las adversidades y tomar –o arrebatar– aquello que deseamos como sociedad, para tener una mejor Guatemala.
Para lograr los cambios que el país requiere, debemos caminar el filo de la navana. Hay demasiados peligros, pero también oportunidades.