De colonia a barco

20140122120457-Gustavo-Leiva02Servir a la vida por:  Gustavo Leiva


Estas semanas he estado escuchando de manera repetida este tema: ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué viene después de esta tormenta en la  que hemos vivido en el último año?

La otra noche estaba lloviendo. Aprovechando que la lluvia estaba acompañada de truenos y centellas, y había ráfagas de viento, aproveché para meditar un poco en esos interrogantes sobre el futuro que, así como se puede ver incierto y negro, también tiene su encanto porque, sea lo que sea, estamos en un proceso de renovación.

Mientras llovía, recurrí a un viejo truco mío que es hacer este ejercicio: cerré los ojos y me propuse no oír, sino escuchar. Les digo la diferencia. Cuando uno oye, no se sale de uno, y, por tanto, uno oye lo que quiere oír, porque uno es el que está armando el  mundo que se le viene encima. Escuchar es al revés, porque, en lugar de ser uno el que arma lo que se le viene encima,  uno deja que la combinación de la lluvia, los truenos y  el viento se vayan entretejiendo y formando, entre sí, un patrón, una música, que, poco a poco, si uno se pone las pilas, va a repetirse y va a cobrar su propia dinámica. Por supuesto que el resultado de escuchar es distinto que el de oír. Cuando escuchamos, nos quitamos del camino, y nos convertimos en parte del paisaje en el que estamos viviendo. Al terminar de escuchar uno se siente renovado y con ganas de vivir la vida. En cambio, cuando uno está en el oír, al terminar está cansado y desesperado de sí mismo.

Hago estos comentarios, porque para ver hacia el futuro de Guatemala, y poder contestar esos interrogantes que nos hacemos todos los días sobre qué es lo que va a pasar, no podemos estar nosotros proyectando lo que deseamos. Al contrario, debemos disponernos a escuchar a nuestro entorno.

Fue así como vino a mi memoria el famoso Pacto del Mayflower. Muchos de los datos que voy a dar a continuación no son exactos, porque, de nuevo, no estoy en el oír, sino en el escuchar.  El Mayflower era un barco que hizo la travesía entre Europa y América trayendo consigo a un grupo de colonos ingleses que, después de haber tratado de vivir de acuerdo a sus principios religiosos  en algún lugar de Holanda, decidieron embarcarse y buscar su futuro en el nuevo continente. Todo esto ocurrió  en los primeros años del siglo XVII.

Antes de llegar a tierra firme tomaron la decisión de firmar un pacto donde, cada uno de los navegantes, se comprometía a mantenerse unido a su grupo y a formar parte de un gobierno propio, y, para eso, era necesario ceder sus intereses personales, y adecuarse a lo que se dispusiera que fuera lo mejor para su comunidad. Por eso este pacto tiene el nombre del barco en el que venían, porque se negoció y se firmó mientras todavía eran navegantes.

Siguiendo con estar en el escuchar, y no en el oír, porque el oír es racional y limitado, yo creo que lo que nos está pasando en Guatemala, se parece mucho a la situación de estos colonos navegantes. Creo, por ejemplo, que por primera vez nos estamos moviendo. Por primera vez vamos embarcados en algo que es común a todos. Por primera vez nos estamos dando cuenta que, lo que le pase a los demás, nos va a pasar a nosotros, y a los hijos de nuestros hijos. Estamos comenzando a despertar en el reino de lo moral, y eso es  lo mejor que puede pasarle a un pueblo: saber dónde está el bien y dónde está el mal. Vivíamos en la tierra del chanchuyo, porque, como nada se movía, a nadie le importaba para dónde íbamos, porque todos íbamos en distintas direcciones, y estar separados era la mejor manera de sobrevivir.

Siguiendo con el escuchar en lugar del oír, ahí en las profundidades de mi conciencia, se comenzó a hacer claro esta nueva manera de vivir como nación: La Guatemala que viene se va a parecer más a un barco que a un edificio o a una de esas tantas colonias que están fuertemente resguardadas por policías, mientras que, en las afueras, están rodeadas de la pobreza, de las maras y son tierra de nadie.

Ese cambio, de colonia a barco, es la imagen de un nuevo país donde todos, desde los pequeños hasta los más grandes, vamos a ir poniendo lo mejor de nosotros mismos, y, lo lindo, es que lo que haga el uno o el otro, lo vamos a sentir. Esa será la dicha de ser un nuevo pueblo.