Trump confirma tormenta para migrantes y Guatemala

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Muy poco tiempo ha tardado Donald Trump en confirmar su determinación de perseguir a los inmigrantes indocumentados, impedir su ingreso y desmotivar su contratación en todas las ciudades de Estados Unidos. Los pronósticos más oscuros en materia de migración se cumplirán seguramente y sus efectos se sentirán en Guatemala.

El triunfo del magnate y ahora presidente electo no trae ningún signo de optimismo y, más bien, genera una serie de interrogantes y temores, sobre todo por la importancia e influencia que Estados Unidos tiene en esta región tan próxima.

Hay tres factores determinantes en las relaciones entre ambos países: a) el gran número de migrantes guatemaltecos en ese país —cerca de dos millones, pilar de la economía nacional—; b) se trata de nuestro mayor socio comercial —principal importador y exportador— y; c) la ubicación geográfica y los temas sensibles para EE. UU. —narcotráfico, trata de personas, terrorismo, entre otros—.

Algunos pensaron, de manera optimista, que Trump no cumpliría todas las amenazas realizadas en materia de migración durante la campaña electoral. Pues se han equivocado, porque el futuro presidente se ha apresurado en confirmar su determinación de llevar a cabo lo ofrecido, y seguramente lo hará con el inicio de su gestión el próximo 20 de enero.

Sin medias tintas, Trump resumió en 10 puntos las primeras acciones a seguir, y no deja dudas sobre sus intenciones de poner fin a la presencia de inmigrantes indocumentados en aquel país, por cierto, forjado precisamente por oleadas migratorias que fomentaron el crecimiento de esa nación.

De hecho, los hispanos en Estados Unidos se han convertido en la minoría más grande y factor determinante para su economía. Sin embargo, el magnate y presidente electo, en vez de pensar en una reforma migratoria integral, considera la persecución de los indocumentados y la presión e intimidación a países como Guatemala, como el medio para resolver la problemática.

En la actualidad se estima que hay más de 11 millones de migrantes sin papeles legales —la mayoría de ellos hispanos—, los cuales se verán afectados de manera directa por las medidas anunciadas. Sobre la promesa-amenaza de levantar un muro en la frontera sur a un costo de miles de millones de dólares, se puede anticipar que no detendrá el flujo migratorio, aunque sí se convertirá en el símbolo de mala vecindad, de una nación que se dice amiga de Latinoamérica.

En ese sentido, cabe esperar que países como México, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Ecuador, Guatemala, y algunos más del Caribe y Sudamérica, logren forman un bloque para defender los intereses de sus connacionales. Otros países con menor o ningún flujo de inmigrantes hacia el Norte, bien pueden sumarse en un esfuerzo que ojalá surja ante la prepotencia de quien está llamado a ser el principal líder mundial.

La primera de la muchas preocupaciones que Trump transmite ya tiene respuesta. Ahora hay que ver cuáles son políticas en materia económica —es enemigo de los tratados de libre comercio—, materia ambiental —es amigo del calentamiento global— y política exterior —hace guiño a Rusia y Corea del Norte—. Lejos de augurar que Estados Unidos tendrá un acercamiento con muchos países, es posible que el distanciamiento de la principal potencia mundial sea el camino que algunas naciones y bloques regionales tomarán.

Los pronósticos son de tormentas. Aún falta tiempo para el cambio de gobierno en Washington, y cabe mantener la leve esperanza de que al conocer mejor la realidad mundial y la de su propio país, así como la humana, pueda corregir el rumbo que ha principiado a tomar.

En el caso de Guatemala, esta política represiva e intimidatoria tendrá nefastos resultados en materia social y económica, que a nadie le quepa duda.