PROVOCATIO: Micro relatos de una historia mayor

… el drama de un país condenado a no tener futuro, pues ese es el impacto directo de una educación pública y privada perversamente inducida a la “precariedad sostenible”, imagínense la maldad subyacente en el término. Millones de niños y adolescentes que aprenden lo mínimo para, después, apachar botones en maquilas y balbucear respuestas incoherentes para problemas muy básicos; todo ello, en el marco de sistemas de pago decimonónicos que ni siquiera cumplen con lo establecido en un Código de Trabajo, de por sí, ya bastante reducido.

José Alfredo Calderón E. (Historiador y analista político)

A propósito del remozamiento de escuelas anunciado por el gobierno, vinieron a mi mente cuatro fragmentos de la cruda realidad educativa de la niñez en Guatemala, los cuales no se pueden remozar, sino que deben ser enfrentados radicalmente. 

No me referiré a infraestructura, es decir, edificios escolares de concreto con ventanales apropiados, tecnología instalada y dispositivos a la orden de los estudiantes. Tampoco me referiré a energía eléctrica ininterrumpida o agua potable abundante y permanente; ni siquiera pupitres y pizarras decentes, piso, cocina adecuada y seguridad para dejar los bienes escolares en resguardo efectivo, mucho menos de seguridad perimetral.

Debería, pero no aludiré a la necesidad de programas permanentes de actualización docente, de concursos de oposición transparentes, de horarios efectivos de clase y disposición de los maestros y personal administrativo para estar atentos a sus alumnos, aún antes o después de su jornada ordinaria.

Tomaré tan solo, cinco ejemplos que he vivido cercanamente y que describen el drama de un país condenado a no tener futuro, pues ese es el impacto directo de una educación pública y privada perversamente inducida a la “precariedad sostenible”, imagínense la maldad subyacente en el término. Millones de niños y adolescentes son programados para aprender lo mínimo para, después, apachar botones en maquilas y balbucear respuestas incoherentes para poder resolver  problemas muy básicos; todo ello, en el marco de sistemas de pago decimonónicos que ni siquiera cumplen con lo establecido en un Código de Trabajo, de por sí, ya bastante reducido.

  1. Resguardo de libros, cuadernos y útiles escolares. Dado el llamado que fue publicado en redes, decidí apoyar una escuela que abarca Párvulos y Primaria en el Ixcán, El Quiché, en la que el profesor Pablo Choc Tot hace maravillas para sacar a sus alumnos de la  escasez e ignorancia. Da grima cómo se anuncia con pompa la entrega de libros, mientras cada chico/a se las ingenia para conseguir bolsas plásticas demasiado delgadas para poder llevar lo entregado. No se necesita mucho cacumen para saber qué pasará: el peso de los libros romperá su precaria envoltura. Afortunadamente, estamos por llegar a la meta de cubrir la necesidad de mochilas para todos los alumnos, porque esperar algo de los gobiernos de turno, es como creer que le saldrán dientes a las gallinas…
  • Uso de celular para tareas. En este ejemplo usaré casos concretos que se pueden resumir en una sola historia. Madres solteras que se revientan trabajando en el servicio doméstico, con la carga de tres o más hijos y un solo dispositivo móvil, el de mamá; la cual lo necesita para conseguir otros trabajos parciales que le permitan redondear un salario, si no digno, por lo menos suficiente para darles de comer a sus niños y comprarles lo mínimo.  

Los maestros en la escuela no hacen distinción de realidades socioeconómicas y les mandan las tareas por móvil. La pregunta es obligada: ¿Cómo le hacen? “Me esfuerzo por comprar tiempo de aire y turno el celular con cada hijo y de ahí que Dios los ayude”, otro problema, continúan diciendo mis interlocutoras, “…es que no tengo quien me los cuide porque no puedo pagarlo, y muchas veces, los patojos se consumen el saldo en vídeos”. Finalmente, acotan: “…la verdad no sabemos cómo lograron pasar de grado…”

  • Mística mínima en el servicio docente. Muchos docentes apenas llegan y no cumplen el horario normal de clase. Otros se dedican a “socializar” con la comunidad en la cantina más cercana, cuando no llegan de “goma” y rematan con los alumnos. Ni siquiera mencionar a los que actúan como operadores de Joviel. Pienso ahora en el “profe Jaime”, el docente de la aldea Chicago en una playa de Suchitepéquez; quien residía en San Antonio, municipio del mismo departamento y el camino, además de lejano es accidentado. El maestro solo se presentaba de martes a jueves. Para “soportar el suplicio”, la única tienda que a la vez servía de cantina, era el escenario que lo entretenía, mostrando, eso sí, sus habilidades en el cuchumbo y la baraja. Ojalá tuviéramos más profes Pablos, en lugar de “Jaimes”.
  • El encierro como mecanismo de seguridad: En casi todas las historias vividas, la pobreza no permite contratar a alguien que cuide a los niños y los parientes cercanos están en las mismas. Los padres, ausentes física y moralmente, sea por los trabajos extenuantes o los interminables viajes en transporte colectivo (cuando hay); sea por los vicios ingratos y la violencia que se deriva o, simplemente, porque engendraron y luego huyeron de la responsabilidad de criar y amar. Así mismo, la pobreza viene acompañada de lugares inhóspitos para vivir y, ante el peligro de las pandillas o la delincuencia común, los niños son encerrados, lo que tantas veces resulta en lamentables tragedias por distintos accidentes, sin tener opción a una salida rápida que podría haber evitado la desgracia.  
  • El círculo pernicioso de delegar tareas en los padres. La miseria y la falta de educación van de la mano. Los testimonios son múltiples: “¿Cómo puedo ayudar a mis hijos si yo misma no entiendo por mi falta de instrucción?”. De nuevo la mirada al cielo y la súplica silenciosa deseando que algún milagro se materialice y les ayude.  

Conozco tantos casos más de este interminable flagelo que sigue golpeando a nuestra niñez y adolescencia, pero mi intención es llamar la atención en lo más cotidiano, para que el tema de la Educación en Guatemala trascienda del discurso retórico y la pose, y se vean los pasos concretos hacia la verdadera mejora.

Por cierto, todos aquellos que podamos ayudar a los peques, aunque sea con lo mínimo, ¡hagámoslo!


LEE ADEMÁS:

Deja una respuesta