PROVOCATIO: El ‘chumul’ de candidatos como mecanismo

Primero vetaron la participación de jueces y juezas incómodos, mediante una espuria y contradictoria resolución de la Corte de Constitucionalidad, en la cual, un magistrado del sistema, vota en contra de lo que antes votó a favor, aprobando que el tiempo de desempeño en el Organismo Judicial, no debe contar como experiencia. Aún con todo esto, hay 26 candidatos, casi todos a compadre hablado.    

José Alfredo Calderón E.

Historiador y analista políticio

Durante la dictadura militar de 1954 a 1985, la cantidad de candidatos a la presidencia era mínima y ni pensar en las famosas comisiones de postulación.  Los chafas escogían quienes iban y desde los setenta se redujeron a tres opciones:

A) Movimiento de Liberación Nacional (MLN) el partido de la violencia organizada, financiado por los empresarios de extrema derecha y su adlátere, el Partido Institucional Democrático (el partido castrense) surgido durante el gobierno de facto del coronel Enrique Peralta Azurdia.

B) El Partido Revolucionario (PR) cuyo apellido no tenía nada que ver con su naturaleza y accionar. De ingrata recordación por la gestión del único civil en el lapso 1954-1985, pero totalmente dominado por las élites militares que lo condicionaron por medio del “Concordato”. Al respecto ver tres de mis artículos en referencia:

  1. https://cronica.com.gt/jose-alfredo-calderon-e-el-concordato-maligno-primera-parte/ https://cronica.com.gt/jose-alfredo-calderon-el-concordato-maligno-segunda-parte/  https://cronica.com.gt/provocatio-los-pactos-castrenses-para-la-cooptacion-civil/

C) La Democracia Cristiana Guatemalteca (DCG) que en todo el mundo siempre ha sido un partido de derechas, pero que en la guatemalita resultaba ser de “izquierda”.

Por supuesto que los tres frentes politiqueros presentaban militares como candidatos y mediante un aceitado proceso de fraudes, ya se sabía quien resultaría “ganador”. Como el voto era obligatorio y en casi todas las dependencias públicas (e incluso algunas empresas privadas) obligaban a presentar constancia de haber votado mediante la extinta cédula de ciudadanía, pues la democracia de mentiras seguía presentando una fachada hacia el exterior con algún porcentaje “respetable” de votantes.

Con la llegada de la mal llamada apertura democrática en 1984 (Asamblea Nacional Constituyente) y 1985 (primeras elecciones “libres”) muchos cambios gatopardistas surgieron, es decir, la envoltura del regalo cambiaba, pero en esencia era la misma baratija. Que todo cambie para que nada cambie, era la consigna.

La primera elección en la que resultó vencedor Marco Vinicio Cerezo Arévalo de la Democracia Cristiana, tuvo ocho candidatos, lo cual, para la época, resultaba épico. Incluso había un candidato de izquierda, algo impensable durante la dictadura militar; se trataba de Mario Solórzano Martínez, secretario general del Partido Socialista Democrático (PSD, el mismo del asesinado Alberto Fuentes Mohr) que más bien era socialdemócrata como sus pares en España, Francia e Italia. Incluso, el partido participó a última hora para darle realce al evento y fue necesario la visita de una comitiva del gobierno de facto del general Oscar Humberto Mejía Víctores para lograr la participación del político exiliado en Costa Rica.

Comicios después, la ridículamente llamada fiesta cívica se fue adornando con un chumul de candidatos.  Cualquiera (literalmente) podía ser candidato e incluso presidente, lo que comprobamos con asombro con la llegada del peor arlequín del continente: Jimmy Morales.

Algunas personas, que no ciudadanos, mantienen la ilusa idea que, a mayor cantidad de postulantes, más y mejor democracia. No entraré a considerar tan peregrino pensamiento.

Por otra parte, están quienes festejan con beneplácito que haya muchos aspirantes: pues si Jimmy pudo ¿por qué otro/a sin mayores credenciales cognitivas no va a poder?”

También existe otro grupo poblacional que guarda la esperanza que, entre la algarabía sistémica, se pueda colar un bueno, buenito o regular, aunque laplataforma que lo impulse sea la misma mica con diferente montera.

Finalmente, están los románticos empedernidos que piensan que se pueden hacer cambios sustanciales (no gatopardistas) dentro del sistema y con sus reglas.  Olvidan que la maquinaria político-electoral fue diseñada e implementada previendo estos “pequeños inconvenientes”.  Sin perjuicio de cómo los dirigentes de esa izquierda oficial o institucional que ha llegado al Congreso terminan recibiendo dádivas y votando a favor de quienes despotrican en tribuna, la historia siempre es la misma, salvo honrosas y muy escasas excepciones, como la del recordado y añorado Alfonso Bauer Paiz.  

Esta algarabía de permitir que todo el mundo se ilusione, también contagia otro tipo de elecciones y ambientes, como en la USAC, que, a menos de un mes de los comicios para rector, resulta con candidatos de última hora. Al final, eso cuenta para el currículo y los nietos tienen derecho a saber que el abuelito compitió en varias elecciones, aunque no haya ganado nada, pues lo importante (para el ego) es participar.

En la elección no democrática del Ministerio Público, pasa algo similar. Primero vetaron la participación de jueces y juezas incómodos, mediante una espuria y contradictoria resolución de la Corte de Constitucionalidad, en la cual, un magistrado del sistema, vota en contra de lo que antes votó a favor, aprobando que el tiempo de desempeño en el Organismo Judicial, no debe contar como experiencia.

Para más INRI, lean esta noticia de ayer miércoles en Prensa Libre:

“… los criterios de evaluación para la elección de los seis finalistas fueron definidos en una tabla de gradación aprobada por los mismos integrantes de la postuladora (formación académica, experiencia profesional y proyección humana), el resultado de ésta no será vinculante a la hora de la votación final. El obtener los punteos más altos no garantiza a ninguno de los aspirantes ser beneficiado con el voto de los comisionados.” Aún con todo esto, hay 26 candidatos, casi todos a compadre hablado.

Entre más postulantes, mejor se esconden las espurias y nefastas intenciones del sistema. Pero en esto no estamos solos, ahora resulta que Costa Rica, el otrora ejemplo democrático en Centroamérica, tuvo en la última elección, 25 candidatos a la presidencia.

De alcaldes mejor ni hablar, el cáncer ya hizo metástasis en todo el territorio, para el regocijo del narco y sus nuevos socios empresariales (la náusea les pasó rápido).  Los menos avispados hipotecan y empeñan lo que tienen para participar de la susodicha fiesta, pero los más vivos, buscan el financiamiento de algún patrón, sea militar, empresarial (tradicional o religioso) o narco, total, las diferencias de antaño se diluyeron y ahora todos son convenientes socios. Lejos quedó la vergüenza de las fotos inconvenientes o de las menciones públicas a la par de ellos/ellas.

Como siempre, la mano que mece la cuna y quien verdaderamente decide, sigue sin darse todo el color, aunque cada vez le cuesta más. Para el desgaste, tienen una gran cantidad de testaferros, entre los que destacan sus operadores políticos, quienes reciben la vindicta pública, pero a cambio, son abundantemente retribuidos.

El próximo simulacro de democracia en 2023, quizá nos permita romper récord y tengamos unos 30 candidatos al Guacamolón, digo, por lo menos para que Costa Rica no se enseñoree como el campeón de los escenarios con un chumul de aspirantes.

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