Murió el expresidente de Kenia Daniel Arap Moi, en el poder con mano de hierro por 24 años

El ex presidente de Kenia, Daniel Arap Moi, quien gobernó el país con un puño de hierro entre 1978 y 2002, murió el martes por la mañana a la edad de 95 años, anunció el actual mandatario Uhuru Kenyatta y la familia del difunto.

«Con profunda tristeza, anuncio la muerte de un gran estadista africano, Su Excelencia Daniel Toroitich Arap Moi, el segundo presidente de Kenia», indicó Kenyatta en una proclamación presidencial por escrito.

Moi, un maestro de formación, había sucedido al padre de la independencia, Jomo Kenyatta, cuando éste falleció en 1978.

«Fue uno de los líderes en la lucha por la independencia de Kenia y un ferviente panafricanista», afirmó el actual presidente. «La herencia del difunto Moi lo coloca sin ninguna duda entre los más grandes africanos», agregó.

El mandatario determinó que el país observará duelo nacional hasta el «funeral de estado», cuya fecha aún no se ha determinado. Hasta entonces las banderas estarán a media asta en todos los edificios públicos.

El exmandatario falleció «en la madrugada este 4 de febrero de 2020 en el hospital de Nairobi, en presencia de su familia», agregó la misma fuente.

Uno de los hijos de Moi, el senador Gideon Moi, confirmó el deceso a las 05h20 el martes por la mañana (02h20 GMT). «Murió en calma. Estuve a su lado, y como familia, lo aceptamos (su muerte)».

Mano de hierro

El largo mandato de Moi estuvo rápidamente marcado por el endurecimiento de la represión contra los disidentes, las detenciones arbitrarias, la tortura de opositores y la corrupción.

Ayudó a establecer un sistema de partido único en 1982, ya que se decía un feroz oponente de la política multipartidista, que terminó por restablecer bajo presión del clero, la sociedad civil y la comunidad internacional, para las elecciones generales de 1992.

Las principales víctimas de su gobierno fueron las élites culturales, los activistas de derechos humanos y los defensores del medio ambiente, como el escritor Ngugi wa Thiong’o o la activista Wangari Maathai, que ganó el Nóbel de la Paz en 2004.

«Los ciudadanos de a pie se convirtieron en blanco de la represión estatal, y la tortura y el encarcelamiento se volvieron algo normal», escribió el experto Daniel Branch, de la University de Warwick en el Reino Unido, en su libro sobre la política post-independencia en Kenia.

Sin embargo, a Moi se le reconoce haber contribuido a mantener en paz a un país situado en una región escenario de sangrientos conflictos, incluyendo el genocidio en Ruanda y guerras civiles en Burundi y Somalia.

El largo gobierno de Moi estuvo plagado de denuncias de corrupción y malversación de fondos públicos. 

En un informe publicado de la década de 2000, la firma de gestión de riesgos Kroll afirmó que las compañías fantasmas de Moi y sus asociados habían malversado mil millones de dólares del país durante sus 24 años en el poder.

Mucho de ese dinero se evaporó a través de un sistema de falsas exportaciones, conocido como el caso «Goldenberg», por el que nunca fue realmente investigado.

Los kenianos sufrieron también el desempleo y la inflación.

En años recientes, analistas lamentaban la lenta rehabilitación de la figura de Moi, quien recibía regularmente visitas de destacados líderes políticos, que buscaban consultarlo.