Las Sputnik V no se debieron comprar… ¡máxima opacidad!

Además de la falta de transparencia, las vacunas rusas tienen múltiples inconvenientes. ¿Por qué se compraron? Cada uno puede sacar sus propias conclusiones.

Gonzalo Marroquín Godoy

— Me puse las dos dosis de vacunas Sputnik y ahora no me sirve para viajar a Estados Unidos y otros países.  Ese es un testimonio-queja que escuché cierto día conversando con un grupo de amigos.  Quien lo decía estaba muy molesto, pues necesita hacer un viaje de negocios y su carné de vacunado no le abre las puertas para realizarlo.

También escuché recientemente a expertos del ministerio de Salud, reconociendo que las vacunas rusas son las más rechazadas por la población, porque la gente teme que ni siquiera esté asegurada la segunda dosis, dado que el vendedor intermediario no ha cumplido con las entregas y ahora se dice que las ocho millones de dosis pagadas por anticipado podrían llegar por envíos parciales en un plazo de hasta tres años.

Los mismos funcionarios reconocieron en una entrevista que Guatemala tiene problema para el manejo de las Sputnik V, pues no se dispone del equipo suficiente y eficiente para mantener la cadena de enfriamiento, lo que complica su distribución, principalmente en el interior del país.

Estados Unidos no acepta el ingreso de quienes se han inoculado con vacunas no aprobadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), como es el caso de la Sputnik V, pues no ha terminado de pasar todos los exámenes y pruebas que ese organismo exige y, aparentemente, eso no sucederá antes de marzo del año próximo.

Como se dice en buen chapín, la compra se hizo a puro tubo, incluso pasando sobre la Ley para la Adquisición de Vacunas, ya que no se cumplió con lo que esa ley manda de manera específica.  Veamos, en el artículo 4 se establece lo siguiente (…) y observar los parámetros de transparencia y publicidad de las acciones realizadas.  Para nada, recordemos que la compra se hizo en absoluto secreto, aunque fue destapada por una investigación de elPeriódico.

Pero hubo muchas más violaciones a la citada ley, que también obliga a que el Ministerio de Salud Pública publique a detalle, de manera mensual, el avance del plan de vacunación y los gastos y costos en que se incurra.  No se cumplió entonces ni se cumple ahora, por cierto. 

La Ley obliga a las autoridades a hacer público el detalle de las compras de las vacunas, incluyendo el fabricante, los anticipos, costo unitario y monto global de la adquisición. Peor aún, la Ley manda que las vacunas que se adquieran hayan recibido autorización para uso de emergencia por parte de una autoridad regulatoria reconocida internacionalmente, y hayan recibido precalificación por parte de la OMS. Además, se compraron a un intermediario, lo que también prohíbe la Ley.

No hay que ser un genio para darse cuenta que la Sputnik V no pasaba los filtros y no se podían comprar, según los estándares que la propia Ley impone.  ¿Por qué se compraron entonces?

Piensa mal y acertarás dice un refrán español popular.  Puede parecer drástico, pero encaja para este asunto.  Si la vacuna no estaba certificada ni era la indicada, si no había certeza en la entrega, si no se podía hacer de manera transparente la negociación… ¿no será que se hizo por conveniencia de alguna o algunas autoridades?

La ministra Amelia Flores defendió irracionalmente la compra hasta su retiro del ministerio.  El presidente Alejandro Giammattei despotrica cada vez que puede contra el sistema COVAX, pero no dice ni pío del atraso de las vacunas rusas ni se refiere a los incumplimientos. Ambos son los responsables de esa compra –de la cual ya se pagaron US79 millones– y hasta la fecha no se ha rendido ninguna cuenta públicamente.

Cuando se destapó el negoción con los rusos, se sentía la pestilencia.  Luego pasó el tiempo y el tema quedó para muchos en el olvido.  Ahora, después de siete meses, es más que obvio que no solo se trata de una compra anómala, sino que, además, se escogió la vacuna menos calificada para atender las necesidades de la campaña de vacunación, por lo que los guatemaltecos seguimos pagando los platos rotos.

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En su momento se dijo que la Contraloría y el MP llevarían a cabo una investigación.  Evidentemente recibieron órdenes desde lo más alto para que no se dijera más sobre el tema.  ¿Cuántos casos de importancia apuntan a quedar cubiertos por el manto de la impunidad? 

Pocas compras han sido encubiertas de esta manera. Hubo una vez, cuando se nos trató de babosear comprando agua mágica para limpiar el lago de Amatitlán, que un ente investigador sí actuó –la CICIG– y por eso están en la cárcel Baldetti y los vendedores. ¡Qué diferencia!