La lluvia acelera el caos en el país… ¿Qué nos falta?

El caos es un estado amorfo, donde priva la confusión y el desorden, con un comportamiento errático de personas e instituciones.

Gonzalo Marroquín Godoy

Las entradas y salidas de la ciudad capital no son nunca fáciles, pero ahora se han vuelto verdaderamente caóticas.  Hay momentos en que los carros no se mueven ni un ápice, simplemente hay que contar hasta diez y tener paciencia.  Dentro de la ciudad no hay novedad.  Siempre que llueve, aunque sea poco, se hace un caos aún mayor en las principales arterias.

Las carreteras, que ya eran un desastre antes del temporal –de eso escribí la semana anterior–, ahora se caen a pedazos, literalmente. Recordemos que muchas se han construido bajo el manto de la corruptela.

Las imágenes e historias que vemos y escuchamos del interior muestran que las lluvias de este primer mes del invierno han dejado a miles de personas sin vivienda o con la misma semidestruida.  La ayuda llega, pero casi siempre a cuentagotas y tarde.  Es evidente que las autoridades no estaban preparadas para un desastre natural tan temprano.

Gran parte de lo que he mencionado no es responsabilidad de las autoridades. Simplemente se trata de un caos provocado por fenómenos naturales que están fuera de su control y que, al parecer, pueden agudizarse más en los próximos meses, pues el pronóstico para el año es que tendremos más tormentas tropicales y huracanes que en años anteriores.  Quiera Dios que los vaticinios no se cumplan.

Pero mientras las lluvias hacen que ese caos provocado por la naturaleza se vea gris como el cielo, el país se mantiene en medio de otro caos, este provocado por la crisis institucional que está debilitando a nuestra democracia, como los derrumbes, deslaves y grietas lo hacen despedazando la red vial.

Esa crisis institucional la ha creado la alianza oficialista al borrar de manera total la independencia de la justicia, al extremo de violar la Constitución al negarse a elegir durante más de dos años y medio a la nueva Corte Suprema de Justicia.  Eso es a la democracia, lo que los deslaves son para carreteras y caseríos.

Al caos en el sistema de justicia, se suman también factores externos que complican y alimentan el desborde de la situación.  La gasolina ha alcanzado su máximo precio histórico a nivel mundial y por mas que el Gobierno ha dado subsidio, al mismo tiempo los precios continúan al alza, lo que hace imperceptible esa ayuda. En El Salvador hacen mejor las cosas, porque el precio es alto, pero menor al nuestro.

Pero no solo la gasolina sube, también hay un incremento de precios generalizado en la mayoría de productos y servicios, lo que afecta a toda la población, pero especialmente a aquellas familias que viven en los niveles de pobreza o pobreza extrema, que son muchísimas en el país. Y nadie sabe lo que el Gobierno piensa hacer… ni siquiera si está pensando en hacer algo.

Otro efecto que está influyendo en este caso generalizado es el tema del covid-19.  Si bien es cierto que la variante de ómicron es mucho menos peligrosa que las anteriores, también lo es que está impactando de manera masiva en estos momentos.  Ha existido un relajamiento exagerado de las personas, alimentado en buena medida por la falta de una campaña informativa por parte del ministerio de Salud.  Reconozco que esto es una falta compartida entre la sociedad y las autoridades.

Pero hay que recordar que antes fue un fracaso de la alianza oficialista la corrupta campaña de vacunación, que además se ha convertido en la más cara de todos los países latinoamericanos, tomando en cuenta la millonada de vacunas que se desperdiciaron por falta de previsión, planificación y y la corrupción en la compra de las tristemente célebres vacunas Sputnik V.

El caos está por todas partes, causado ya sea por la naturaleza o por nuestras autoridades, mas preocupadas en favorecer la impunidad y llenarse los bolsillos.

Ahora que se dieron las elecciones en Colombia, he escuchado a muchas personas sorprendidas por el giro hacia la izquierda que se ha visto en varios países de la región latinoamericana.  Al parecer no hemos logrado entender que lo que está sucediendo en otras latitudes cercanas viene ocurriendo aquí y quizás peor: el fracaso del sistema político.

Este caos favorece al grupo dominante en este momento –la alianza oficialista–, pero tarde o temprano puede haber una respuesta social, porque mientras unos pocos se favorecen con negocios, la mayoría sufre a consecuencia del caos.

En Ecuador hay un virtual levantamiento contra el presidente Lasso, en Colombia y Chile han ganado los candidatos de izquierda.  En Chile hubo caos antes de las elecciones, en Colombia, el gobierno de duque resultó un fiasco. 

Nosotros hemos entrado en un túnel del que es difícil salir.  Más bien parece un laberinto perfecto, porque los poderes dominantes controlan las instituciones.  Sin embargo, la democracia ha dejado de ser satisfactoria para la mayoría de la población y eso hace que se corran riesgos de cambios bruscos, que nunca son buenos ni deseados.

La buena noticia es que siempre se puede sacar algo bueno del caos.  Topar fondo es lo que a veces produce la reacción de las personas.  ¿Cuánto nos falta para tocar fondo? Es difícil saberlo, pero es evidente que estamos próximos a eso… aunque no se quiera ver ni reconocer.

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