La historia de la Independencia en 1821; se abre camino a la anexión a México

Repaso en tres actos de los acontecimientos en los años previos, el ambiente en el Reino de Guatemala y el 15 de septiembre.

PRIMER ACTO: Brotes de agitación por libertad

A finales del siglo XVIII y principios del XIX, Europa se ve agitada desde Francia por dos grandes acontecimientos: la Revolución Francesa, con sus vientos de libertad, y el Imperio Napoleónico, que alteró las estructuras de poder del Viejo Continente. Los efectos en América son los procesos independentistas, ante una España que perdía el poder hegemónico. En el Reino de Guatemala no hay explosiones populares, pero sí agitaciones.

Estados Unidos, de la mano de George Washington, da el primer grito de emancipación en América (1776). Europa entra en un proceso de grandes cambios militares, políticos y sociales, los cuáles tendrán grandes repercusiones en nuestro continente, conquistado por tres grandes potencias de la época: España, Inglaterra y Portugal.

El Reino de Guatemala —como se le conoce—, tiene categoría de Capitanía General, y comprende un territorio de aproximadamente 530 mil kilómetros cuadrados, con una población que no alcaza los dos millones de habitantes, en su mayoría indígenas, pero muchos mestizos y criollos españoles, con una pequeña comunidad de peninsulares.

En México sucede el Grito de Dolores el 16 de septiembre de 1810, y una guerra para lograr la independencia se inicia de inmediato, pero también hay levantamientos armados por libertad en Venezuela, Chile y La Nueva Granada (Colombia). Aquí, en cambio, transcurren las primeras dos décadas del siglo XIX con apenas algunas rebeliones de grupos pequeños y dos conspiraciones sin consecuencias trascendentales.

La más trascendental

Entre 1811 y 1818, Guatemala tuvo como Capitán General al comandante José Bustamante y Guerra, quien se caracteriza por su dureza y una activa vigilancia a la que somete a la población en general y, particularmente, a los grupos que consideraba que podían oponerse al reino de España.

Entre los movimientos independentistas más trascendentales cabe destacar la Conjura –o Conspiración– de Belén, que tiene lugar entre octubre y diciembre de 1813, descubierta antes de alcanzar algún logro y que concluye con la captura de los implicados –tres de ellos frailes–, quienes son llevados a juicio y condenados.

En un documento guardado en el Archivo General de Centro América, se puede leer la causa que se les sigue a quienes se reunían periódicamente para promover un movimiento independentista. En ese documento, el fiscal togado que se encarga de la acusación, presenta sus conclusiones. En una parte del documento se lee lo siguiente:

… Y no pudiendo dudarse de que las reuniones celebradas por los conjurados para establecer la independencia en Guatemala, terminaban a una verdadera sedición popular, cuyo objeto primario al propio tiempo que era el establecimiento de la independencia, y negar a S. M. la fidelidad y obediencia jurada, también se extendía a poner en ejecución todo los medios de realizar este plan; despojando de su autoridad al Capitán General y a otros; apoderarse de las armas, de los fondos públicos y particulares; expeler a los Europeos, y en una palabra, trastornar el orden y atacar la tranquilidad y seguridad pública; de aquí se deduce que los acusados deben ser juzgados por aquellas autoridades que las leyes designan.

El proceso concluye con la sentencia de muerte para 15 de los conspiradores, entre ellos José Francisco Barrundia, quien años después firmaría el Acta de la Independencia y más tarde sería presidente de la Federación Centroamericana. La sentencia de muerte se modifica posteriormente, y la mayoría de los acusados recobra su libertad en 1819, cuando Bustamante había sido sustituido por Carlos de Urrutia y Montoya.

El que no corrió con esa suerte fue el indígena q’eqchi’, Manuel Tot, quien murió torturado en la cárcel de la Capitanía General de Guatemala. Hasta la fecha, Tot es considerado como un mártir de la Independencia.

Manuel Tot, considerado un mártir de la causa independentista.

Otras conspiraciones

La inquietud independentista y el malestar hacia las actitudes tiránicas de Bustamante se perciben en todo el Reino de Guatemala. Antes de los acontecimientos de Belén, el 11 de noviembre de 1811, tiene lugar un motín en la rica provincia de El Salvador.

Resulta que el cura José Matías Delgado –quien más tarde fuera el presidente de la Asamblea Constituyente de las Provincias Unidas de Centro América– encabeza un movimiento que en su momento pareció agresivo. Junto a otros personajes, entre ellos Manuel José Arce y Manuel Rodríguez, se apoderan de las autoridades españolas, penetraran al parque de armas y se adueñan de tres mil fusiles y municiones. También se apropian parte del dinero, doscientos mil pesos acuñados, que servirían para apoyar a una Junta de Gobierno surgida de ellos mismos.

El llamado que hacen para obtener adhesiones a su causa es aplacado por una respuesta que se mueve desde la Capitanía General, y la réplica que se logra desde los púlpitos. La iglesia católica tiene fuerte influencia para evitar que el movimiento crezca. Bustamante envía a un grupo de mediadores, pero con suficiente fuerza militar como para obligar a los rebeldes a deponer su actitud.

El grupo de alzados, sin respaldo popular, se rinde, y son arrestados Manuel José Arce y Matías Delgado.

Otro acto de rebeldía surge en León, Nicaragua, una ciudad culta y religiosa. Es un sacerdote guatemalteco, Benito Miguelena –enemigo de los clérigos españoles– quien se levanta casi en solitario, pero pronto su causa cobra fuerza, al extremo de lograr que el corregidor, José de Salvador, se ve obligado a renunciar. Esto ocurre el 13 de diciembre de 1811.

Pero la situación parece encenderse prontamente, porque el 22 de diciembre Granada se levanta también en armas y se habla de una emancipación de la corona española. Esta insurrección se prolong durante los primeros meses de 1812.

Un cuadro de la época que refleja el ambiente relajado que había en la Capitanía General en sptiembre de 1821.

Desde Tegucigalpa, Bustamante envía tropas y se traban feroces combates, hasta que los alzados se ven obligados a negociar una tregua. El obispo Nicolás García Jerez, quien además tiene el cargo de Gobernador, ordena la captura de los cabecillas, a quienes amenaza con fusilar, aunque luego solamente los deja en la cárcel.

Como puede verse, mientras que en otras latitudes se libraban batallas verdaderas, en el Reino de Guatemala no se pasa de importantes escaramuzas, que fueron controladas con relativa facilidad, porque nunca alcanzaron la fuerza militar suficiente y el apoyo popular tampoco llega a los niveles esperados.

El gobernador Bustamante recomienda –sin obtener respuesta–, que la Corona Española repartiese tierras a mulatos e indígenas, con el fin demagógico de aplacar en las masas cualquier idea independentista. Nunca tiene respuesta y es destituido de su cargo en 1817, por lo que ya no se encuentra en Guatemala cuando se produce la independencia formal de España.

SEGUNDO ACTO: El ambiente independentista en el Reino de Guatemala

Luego de los brotes y agitaciones independentistas que sucedieron en El Salvador (1811), Granada, Nicaragua (1812) y Guatemala (1813) –la Conspiración de Belén–, el ambiente de emancipación se desarrolla hasta alcanzar en septiembre de 1821 su madurez en la Capitanía General.

Desde febrero de 1821, cuando en Méxi­co Agustín de Iturbide suscribe el Plan de Iguala, que anticipa la independencia del vecino país, la inquietud, agitación y polémica se intensifican en el Reino de Guatemala, en donde el tema se debate entre corrientes políticas –los Cacos y los Bacos– que discrepan sobre la forma y el momento de una emancipación de la Corona española.

En ese entonces, el rey Fernando VII es obligado a jurar respeto a la Constitución y apenas si puede superar impor­tantes sublevaciones militares en la pe­nínsula, lo que debilita la influencia en las colonias de América, la mayoría de ellas invadidas por aires independen­tistas.

Para agosto, Iturbide ha movilizado a sus tropas bajo el man­do de Vicente Filísola, lo que atemoriza a los ayuntamientos de la vecina provincia de Las Chiapas –que era parte integral del Reino de Guatemala–, que pronto hablan y declaran el 1.de septiembre, su independencia de España, pero también de la Capitanía General, en donde no se hace, siquiera, un leve intento por man­tener la integridad del territorio.

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Un mes de polémica

En la Capitanía General se observan con inquietud los sucesos de la vecindad mexi­cana, pero el ambiente que priva es más de intereses particulares; se discute entre crio­llos y mestizos, así como por blancos y es­pañoles, bajo el débil mando de don Carlos Urrutia y Montoya, quien ha sucedido en el cargo de Capitán General al despótico José de Bustamante y Guerra.

Los diferentes puntos de vista, divergen­tes entonces, se pueden apreciar en los dos periódicos que circulaban en Guatemala: el Editor Constitucional, de línea independen­tista, editado por Pedro Molina, quien era también vocero del partido conocido como los Cacos. El otro medio –ambos semana­les–, el Amigo de la Patria, es editado por José Cecilio del Valle, opositor a la indepen­dencia y punta de lanza del partido conoci­do como los Bacos. 

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Pedro Molina y el Editor Constitucional, representaban la línea independentista del partido «Los Cacos».

El 1 de septiembre los ayuntamientos de Chiapas firman el acta de independencia del Reino de Guatemala, en donde, por cierto, esos acontecimientos inquietan poco a las autoridades.  Apenas se produce una reacción del militar a cargo de Comitán, Manuel Escandón, quien es conminado a suscribir el documento, pero al negarse por ser su cargo dependiente de la Capitanía General, es destituido y en su lugar se nombra al capitán Matías Ruiz.

Cuando se conoce lo ocurrido en Chiapas, el suceso provoca alguna exaltación e inquie­tud en Guatemala, reflejada únicamente en las discusiones públicas y privadas, pero sin repercusión social. Se siente que la indepen­dencia toca a la puerta de la capital, aunque muchos no dan crédito a la noticia, hasta que las actas firmadas por todos los ayunta­mientos de aquella provincia llegan a la Ca­pitanía General.

El historiador, Arturo Val­dés Olivaen su obra Caminos y luchas por la independencia, asegura que en los primeros días de septiembre de 1821, el tema de todas las conversaciones en la capital y en las provincias giraba en torno a la independencia (…) eran colocadas en las puertas hojas que pedían su proclamación y se extremaban las mofas que zaherían a los españolistas, haciendo clima propicio a la labor de los independentistas.

Otro historiador que se ha enfocado en esta época, Clemente Marroquín Rojas, describe en su libro, Historia de Guatemala, que en ese momento no hay ejército, no hay policía, ni existen ya, por la Constitución española, los terribles sacristanes del Santo Oficio, razón por lo que hay cierto ambiente de temor a desórdenes o levantamientos.

Es entonces cuando el alcalde primero del Ayuntamiento de la ciudad, don Mariano Antonio de Larrave,  –quien más tarde será prócer independentista– ordena tomar medidas para controlar a la población y a sus líderes.

El jefe militar, Gabino Gaínza, convoca a una junta para el 4 de septiembre, en la cual reprende a las autoridades municipales por estar buscando firmas a favor de la emancipación.  De acuerdo con citas que publica Marroquín Rojas, entre los presentes se encuentra el comerciante y político, Mariano de Aycinena y Piñol, quien justifica hábilmente el movimiento y se refiere a Gaínza en los siguientes términos: no se quiere hacer cambio alguno en los empleados y el señor Jefe Político será, en el nuevo plan, en vez de un empleado dependiente de España, el director de un pueblo libre, como va a serlo Guatemala.

El español Gabino Gaínza traicionó al reino de España y luego a los independentistas guatemaltecos.

El resultado es la neutralización de Gaínza, quien, sumado al movimiento pro independencia, termina siendo, efectivamente, el primer Jefe Superior de la Provincia de Guatemala.

Corriente anexionista

Mientras estas situaciones se producen en Guatemala, otra corriente fluye con mayor fuerza.  Se quiere terminar con el yugo español, pero se busca una nueva sujeción, esta, tal vez, más peligrosa.  A la vista está el Imperio de Agustín I (Iturbide), que representa un gran peligro, pues el emperador es en realidad un plebeyo no educado para gobernar, instruido en las rigideces del cuartel, y acostumbrado a imponer a sangre y fuego a todo lo que se opone a su voluntad.

Es entonces, cuando la ciudad se ve inundada de tertulias, en las que se habla sobre estos temas.  Sí existe un sentimiento independentista, pero sin llegar a la euforia, porque además priva la confusión sobre el futuro que pueda tener la nueva nación.  Tampoco hay certeza de cual pueda ser la postura de las demás provincias, concretamente El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica.

En medio de ese ambiente de incertidumbre, Gaínza envía mensajes en los que evidencia que no se opone –como correspondería– a cualquier intento de emancipación.  Él se lo comenta a un amigo, identificado como Juan Bautista Marticorena, a quien prácticamente da luz verde para una rebelión.  Pero ni así se lanza la gente a las calles con el grito de ¡libertad!

Por otro lado, el que actúa hábilmente es el propio Iturbide, quien desea la expansión de su imperio y, tras el resultado de la movilización hacia Chiapas que concreta la anexión de ese territorio, pone ahora su vista en las provincias del Reino de Guatemala.

Desde México envía un pliego  de instrucciones a Gaínza, quien de inmediato principia a recabar los informes que le requiere el emperador, lo que muestra y confirma su inclinación a que se siga el camino que antes tomaron los ayuntamientos de Chiapas, al sumarse el Plan de Iguala.

La víspera

Para el día 14 de septiembre, el ambiente provocado en buena medida por el propio Gaínza, es de anarquía, lo que justifica la citación a una Junta General, en la que deben participar el Arzobispo Ramón Casaús y Torres, los miembros del Cabildo Eclesiástico, dos ministros de la audiencia, el Alcalde primero, dos regidores y dos síndicos del Ayuntamiento, dos representantes de las demás corporaciones, los jefes militares, un prelado de cada orden religiosa y los secretarios de Gobierno de la Diputación Providencial.

Aquella Junta General se fija para las 8:00 horas del 15 de septiembre.

La composición muestra un cuadro que representa la reunión del 15 de septiembre y al rededor, las firmas de quienes suscriben el Acta de la Independencia aquel día.

Ese 14 de septiembre, los Cacos principian a promover una movilización para impulsar la independencia.  En horas de la tarde se reúne el Ayuntamiento para abrir los pliegos que han llegado de Chiapas, cuyo contenido no es otro que las actas oficiales en donde proclaman su independencia los ayuntamientos de Comitán, Tuxtla y Ciudad Real, los tres más importantes de Chiapas.

Ese día se hace largo por la tensión, producto de las reuniones que se producen.  En horas de la noche, un grupo de sacerdotes se reúne en la casa de Antonio García Arredondo para discutir sobre la invitación del Jefe Político, y es entonces cuando se decide quienes serán los asistentes al encuentro en donde se discutirá la anhelada ­por unos– independencia de España.

Algunos historiadores narran que la jornada termina con una noche lluviosa en la capital del Reino de Guatemala. También destacan que se puede ver a algunos de los promotores de la independencia tocando en puertas de personajes influyentes e importantes, pero no buscan a tejedores ni a zapateros de los arrabales, según cita Marroquín Rojas.

Lo que si es claro, es que hay grupos españolistas e independentistas, pero no se puede hablar de una lucha entre ambas facciones, porque ni siquiera asumen posiciones firmes.  El historiador considera que a lo sumo una docena de hombres ilustrados se dan cuenta de lo que ocurre y comprenden sus alcances, pero el resto de la gente, más o menos consciente, no se entusiasma porque nada comprende, o si lo comprende, poco le importa.  Para estas mayorías no hay más que un gobierno lejano al que se rinde acatamiento casi divino no se entiende que pueda existir otro sistema.

Así se retiran esa noche los que quieren independencia, los que trabajan por la anexión a México, los españolistas y los que poco o nada entienden, que son la gran mayoría.  No habrá guerra, ni siquiera lucha por la libertad, pero los aires de independencia se perciben.

TERCER ACTO:  El día del rompimiento con España

El 15 de septiembre de 1821 es una fecha que marca la historia de Guatemala y Centro América. Es el día que se firma la emancipación de España y principia una nueva etapa en la historia patria. Hemos visto —en ediciones anteriores— lo que sucedió los años previos y durante el mes. Hoy presentamos los acontecimientos del Día de la Independencia.  (ver en parte inferior el texto del Acta de la Independencia)


En la madrugada del 15 de septiembre de 1821, la Nueva Guatemala de la Asunción amanece con un ambiente húmedo, pero, sobre todo, con mucha incertidumbre. La noche anterior, Mariano Aycinena y Piñol y el doctor Pedro Molina han movilizado a los activistas del partido Cacos —independentista— para que promuevan un ambiente de intimidación hacia los españolistas.

La razón de esta movilización se debe a que el jefe militar, don Gabino Gaínza, ha convocado para este día a una Junta General con las autoridades civiles, militares y religiosas. Él no lo dice públicamente, pero, a pesar de ser una funcionario de la corona española, aprueba la emancipación de la Madre Patria, aunque favorece la idea de anexión al imperio de Agustín de Iturbide, quien por cierto ha mantenido contactos con él.

Además, está impactado por los acontecimientos en la provincia de Las Chiapas, cuyos ayuntamientos decretaron su independencia de España, se apartan del Reino de Guatemala y se suman al Plan de Iguala del naciente emperador. Según describe el historiador Alejandro Marure, a las ocho de la mañana ya estaban ocupados el portal, patio, corredores y antesalas del palacio por una inmensa muchedumbre acaudillada por José Francisco Barrundia, el doctor Molina, y otros guatemaltecos, entre los cuales figuraba don Basilio Porras.

A esa histórica reunión fueron llegando poco a poco diputados de corporaciones, el arzobispo y prelados religiosos, y jefes militares y representantes de los ayuntamientos. Como puede apreciarse, no se trata de una reunión de patriotas, sino, más bien, de funcionarios.

Lo primero que se hace en la reunión es conocer el rompimiento de Chiapas, al leer las actas de independencia. La discusión a continuación se centra en la posición que se debe asumir, y principian a discutir sobre la independencia del resto de las provincias, tomando en cuenta que el Reino de Guatemala incluía Chiapas, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica.

En un momento se hace evidente que la mayoría de aquella Junta General está a favor de la independencia, por lo que José Cecilio del Valle redacta un acta que contiene 18 puntos, los cuales ponen en discusión. Uno de los incisos apunta a que se convoque a la brevedad a las provincias para que se manifiesten sin demora alguna.

La mayor parte de las firmas que aparecen en el Acta de Independencia se pusieron hasta el día siguiente, lo que demuestra el temor que algunos de los firmantes tenían aún. Lo más destacado de aquella decisión es que se acuerda de una vez la conformación de un congreso para marzo de 1822, el cual tomaría las decisiones más importantes para el futuro de la nueva Patria independiente.

En aquella Junta es confirmado Gaínza como jefe político y militar. Todo lo acordado se pone a conocimiento de las provincias y se envía por medio de extraordinarios, para que se conozca a la brevedad posible.

Si bien, Gaínza pretendía sumar a las provincias al Plan de Iguala, la multitud le obliga a prestar juramento por la independencia absoluta. Inmediatamente se hacen también nombramientos militares con oficiales más afines a los independentistas. Así se escribe una de las páginas más importantes en la historia de Guatemala y Centroamérica.

Guatemala estuvo bajo el mandato español durante 297 años desde la llegada de Pedro de Alvarado.

Texto del Acta de la Independencia:

Palacio Nacional de Guatemala, quince de septiembre de mil ochocientos veintiuno.

Siendo públicos e indudables los deseos de independencia del gobierno español que por escrito y de palabra ha manifestado el pueblo de esta capital recibidos por último correo diversos oficios de los ayuntamientos constitucionales de Ciudad Real, Comitán y Tuxtla en que comunican haber proclamado y jurado dicha independencia, y excitan a que se haga lo mismo en está ciudad siendo positivo que han circulado iguales oficios a otros ayuntamientos determinado de acuerdo con las Excma. diputación provincial que para tratar de asunto tan grave se reuniesen en uno de los salones de este palacio la misma diputación la Excma. audiencia territorial, el venerable Sr. deán y cabildo eclesiástico, el Excma. ayuntamiento, el M. I. claustro el consulado y M. I. colegio de abogados, los prelados regulares, jefes y funcionarios públicos congregados todos en el mismo salón: leídos los oficios expresados discutido y medito detenidamente el asunto y oído el clamor de Viva la Independencia que repetía de continuo el pueblo que se veía reunido en la calles, plaza, patio, corredores y antesala de este palacio, se acordó por esta diputación e individuos de Excmo. ayuntamiento:

1.Que siendo la independencia del gobierno español la voluntad general del pueblo de Guatemala, y sin perjuicio de lo que determine sobre ella el congreso que debe formarse, el Sr. Jefe político la mande publicar para prevenir las consecuencias querían temibles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo.

2.Que desde luego e circulen oficios a las provincias por correos extraordinarios para sin demora alguna se sirvan proceder a elegir diputados representantes suyos, y éstos concurran a esta capital a formar el congreso que debe decidir el punto de independencia general y absoluta y fijar, en caso de acordarla, la forma de gobierno y ley fundamental que deba regir.

  1. 3. Que para facilitar el nombramientos de diputados, se sirvan hacerlo las mismas juntas electorales de provincia que hicieran o debieron hacer las elecciones de los últimos diputados a cortes.

4.Que el número de estos diputados sea en proporción de uno por cada quince mil individuos, sin excluir de la ciudadanía a los originarios de África.

5.Que las mismas juntas electorales de provincia, teniendo presente los últimos censos, se sirvan determinar según esta base el número de diputados o representantes que deban elegir.

6.Que en atención a la gravedad y urgencia del asunto se sirvan hacer las elecciones de modo que día primero de marzo del año próximo de 1882, estén reunidos en esta capital todos los diputados.

7.Que entretanto, no haciéndose novedad en las autoridades establecidas, sigan éstas ejerciendo sus atribuciones respectivas con arreglo a la constitución, decretos, y leyes hasta que el congreso indicado determine lo quesea más justo y benéfico,

8.Que el Sr. jefe político brigadier D. Gabino Gaínza continúe con el gobierno superior político y militar, y para que éste tenga el carácter que parece propio de las circunstancias, forme una junta provisional consultiva, compuesta de los señores individuos actuales de esta diputación provincial, de los señores Miguel Larreynaga, ministrote esta audiencia, D. José del Valle, auditor de Guerra, marques de Aycinena, Dr. D. José Valdés, tesorero de esta santa iglesia, Dr. D. Ángel María Candina, y Lic. D. Antonio Robles, alcalde 3° constitucional, el primero por la provincia de León, el segundo por la de Comayagua, el tercero por Quezaltenango, el cuarto por Sololá y Chimaltenango, el quinto por Sonsonete, y el sexto por Ciudad Real de Chiapa.

9.Que esta junta provisional consulte al señor jefe político en todos los asuntos económicos y gubernativos dignos de su atención.

10.Que la religión católica, que hemos profesado en los siglos anteriores y profesaremos en los sucesivos, se conserve pura e inalterable, manteniendo vivo el espíritu de religiosidad que ha distinguido siempre a Guatemala., respetando a los ministros eclesiásticos, seculares y regulares, y protegiéndoles en sus personas y propiedades.

11.Que se pase oficio a los dignos prelados de las comunidades religiosas, para que cooperando a la paz y sosiego, que es la primera necesidad de los pueblos, cuando pasan de un gobierno a otro, dispongan que sus individuos exhorten a la fraternidad y concordia, a los que estando unidos en el sentimiento general de la independencia, deben estarlo también en todos los demás, sofocando pasiones individuales que dividen los ánimos y producen funestas consecuencias.

12.Que el Excmo. ayuntamiento a quien corresponde la conversación del orden y tranquilidad, tome las medidas más activas para mantenerla imperturbable en toda esta capital y pueblos inmediatos.

13.Que el señor jefe político publique un manifiesto haciendo notorios a la faz de todos los sentimientos generales del pueblo, la opinión de las autoridades y corporaciones, las medidas de este gobierno, las causas y circunstancias que lo decidieron a prestar en manos del señor alcalde 1°, a pedimento del pueblo, el juramento de independencia y fidelidad al gobierno americano que se establezca.

14.Que igual juramento presten la junta provisional, el Excmo. ayuntamiento, el Illmo. señor arzobispo, los tribunales, jefes políticos y militares, los prelados regulares, sus comunidades religiosas, jefes y empleados en las rentas, autoridades, corporaciones y tropas de las respectivas guarniciones.

15.Que el señor jefe político, de acuerdo con el Excmo. ayuntamiento disponga la solemnidad y señale el día en que el pueblo deba hacer la proclamación y juramento expresado de independencia.

16.Que el Excmo. ayuntamiento acuerde la acuñación de una medalla que perpetúe en los siglos la memoria del día Quince de Setiembre de mil ochocientos veintiuno, en que proclamó su feliz independencia.

17.Que imprimiéndose esta acta y el manifiesto expresado, se circule a las Excmas. diputaciones provinciales, ayuntamientos constitucionales y demás autoridades eclesiásticas, regulares, seculares y militares, para que siendo acordes en los mismos sentimientos que ha manifestado este pueblo, se sirvan obrar con arreglo a todo lo expuesto.

18.Que se cante el día que designe el señor jefe político una misa solemne de gracias con asistencia de la junta provincial, detonas las autoridades, corporaciones y jefes, haciéndose salvas de artillería y tres días iluminación.

Palacio Nacional de Guatemala. Septiembre de 1821.

Gabino Gainza
Mariano de Beltranena
José Mariano Calderón
José Matías Delgado
Manuel Antonio Molina
Mariano de Larrave
Antonio de Rivera
José Antonio de Larrave
Isidoro del Valle y Castraciones
Mariano de Aycinena
Pedro de Arroyave
Lorenzo de Romaña, secretario
Domingo Diéguez, secretario.

(El próximo sábado: Penosa anexión a México.)