La «Guatemala de hoy»… ¿Felicidad o infelicidad?

Siempre es bueno reflexionar sobre estos temas. La felicidad o infelicidad de las personas o la sociedad en su conjunto tiene que ver con factores personales, sociales y políticos.

Gonzalo Marroquín Godoy

Todos los años Naciones Unidas y la empresa global de encuestas Gallup realizan una medición sobre la felicidad en el mundo.  En los últimos años se ha visto que disminuye el sentimiento de felicidad y aumenta el de infelicidad, lo que permite suponer que algo está sucediendo y que se debe poner atención al tema, pues cuando hay frustración en pueblos y sociedades los efectos pueden traducirse en estallidos sociales.

En el caso de Guatemala nos ubicamos en la tabla media en el índice de felicidad, mientras que, curiosamente, en materia de Desarrollo Humano y niveles de pobreza, estamos en la parte baja de la tabla mundial.  En todo caso, se observa que hay una caída constante en los últimos años en estos tres índices que se miden periódicamente, lo que significa que el país está lejos de andar por el buen camino que las autoridades intentan vendernos cómo espejitos.

La felicidad de las personas no depende únicamente del factor político y social, pues tiene que ver también con su entorno personal, familiar y espiritual. Sin embargo, no se puede negar que hay fuerte influencia de la situación general que se vive en el país y que nos afecta, directa o indirectamente, a todos los guatemaltecos.

También hay causas externas para hacer crecer la infelicidad, cómo pueden ser la pandemia que golpeó a todos el mundo o, más recientemente, los efectos que nos llegan desde la lejana guerra en Ucrania, principalmente todo lo relacionado con la inflación.

Pero hay situaciones que están pasando en La Guatemala de hoy, que sin duda nos afectan en nuestro actuar, sentir y pensar. En otras palabras, nos afectan provocando felicidad o infelicidad.

Cuando escuchamos un discurso, entrevista o declaración del presidente Alejandro Giammattei, pareciera que estamos en el país de las maravillas –según él–, porque se construyen carreteras como nunca antes, hay transparencia, como nunca antes, crece la economía como nunca antes, y dice muchos otros disparates por el estilo.

Hace poco me sorprendió escuchar que, en medio del desastre permanente que se ve en el área de educación –agravado por la pandemia–, el presidente presenta a Claudia Ruíz como la mejor ministra de educación en nuestra historia, cuando en realidad no hay ningún logro significativo que pueda mostrar para respaldar su punto de vista sobre esta funcionaria.

Pero me atrevo a decir que, en la Guatemala de hoy, el único logro gubernamental es mantener la estabilidad macroeconómica, algo que por cierto se ha sostenido en el tiempo, pese a los gobiernos que han ido pasando y que, como sucederá a la administración Giammattei,  terminan con grandes fracasos en casi todos los otros campos.

En la Guatemala de hoy, no puede ser feliz la familia que ve que uno de sus miembros tiene que salir en búsqueda del sueño americano porque aquí se les niegan las condiciones para mejorar su nivel de vida.  Si logran llegar a Estados Unidos y se ubican con un trabajo, la angustia se torna en fuente de felicidad parcial, pero el alejamiento del ser querido es fuente de infelicidad.

Resulta frustrante ver que la Guatemala de hoy no progresa socialmente, que la conflictividad persiste, faltan empleos, la crisis económica no se atiende adecuadamente, se provoca confrontación y hay absoluta falta de transparencia en la administración pública.  Se comprueba una y otra vez que los funcionarios, en todos los niveles e instituciones, llegan a los cargos con la idea fija de enriquecerse a costillas del Estado.

Tampoco ayuda en ese anhelo de alcanzar felicidad, ver que el sistema de justicia de la Guatemala de hoy ha caído a su peor nivel en más de tres décadas por falta de independencia.

Ver que en la Guatemala de hoy no se respeta la Constitución, se retuercen las leyes mientras la corrupción y la impunidad campean, crea un sentimiento de frustración que aleja la felicidad.

Por supuesto, cada quién tiene el resguardo familiar, trabajo personal o su intimidad espiritual que le ayudan a tener felicidad y guardar esperanzas de un tiempo mejor, pero no es fácil mantener el optimismo en medio de tantas cosas negativas que genera el ambiente causado por el quehacer político en la Guatemala de hoy.

En la Guatemala de hoy se puede ver que las leyes se aplican con exagerada fuerza –y de manera retorcida– para perseguir a quienes se considera opositores al régimen imperante, mientras a los amigos, a los verdaderamente corruptos, se les trata con paños tibios, con guante blanco y se agilizan los procesos judiciales en su contra con resoluciones favorables.

Solamente en la Guatemala de hoy se puede ver retornar de manera ilegal e ilegítima a la Corte Suprema de facto, casi con aplausos del oficialismo y un cheque multimillonario, a un personaje tan cuestionado como la abogada Blanca Stalling.  Esas y todas las noticias sobre la porquería que brota de la cloaca en que han convertido a las instituciones del Estado, no pueden hacer feliz a nadie y sí aportan a la infelicidad.