Jorge Ubico, trece años de represión para unos y privilegios para otros

Para algunos es símbolo de orden y seguridad; los hechos históricos le muestran como un dictador implacable que impuso el terror y muerte para perpetuarse en el poder. Jorge Ubico Castañeda, un admirador de Mussolini y Franco, fue fiel a las políticas de Washington. Al final de su gobierno, el repudio de un movimiento ciudadano provocó su renuncia.


La crisis mundial de 1929, conocida como La Gran Depresión, facilitó que por toda América Latina brotaran dictaduras militares. En Guatemala era una práctica arraigada, pero en ese entorno llega al poder el general Jorge Ubico Castañeda (1931-1944), un militar y político perteneciente a una clase acomodada del país, simpatizante de dictadores nacionales y extranjeros.

Hijo mimado de sus padres, destacó como deportista, pero fue un mal estudiante. Incluso ingresó a la Escuela Politécnica, pero no terminó los estudios. Su carrera militar la realiza tras ser nombrado jefe político para Tactic, Alta Verapaz, en 1897.  Así adquiere el grado de teniente y asciende rápidamente, hasta ser general a los 28 años. Ocupa varios cargos, entre ellos los de gobernador de Retalhuleu y secretario de Guerra, en los que destaca por sus dotes administrativos, pero, sobre todo, por ser hijo espiritual de otro dictador: Manuel Estrada Cabrera.

Su padrino fue otro militar autoritario y déspota, Justo Rufino Barrios, dos figuras que él admiraba, lo mismo que a Benito Mussolini (Italia), y Francisco Franco (España). Contrario a lo que muchos creen, no respetaba a Adolfo Hitler, a quien considera un campesino y, por lo tanto, inferior a sus análogos europeos mencionados.

Un estudioso del gobierno ubiquista, Carlos Alberto Sandoval Vásquez, dice en su libro Leifugados: Sin temor de cometer una exageración o de equivocarme, podría decir: que el más indigno de los guatemaltecos, o sea Jorge Ubico, es el más monstruoso verdugo que tuvo Guatemala en la noche tenebrosa. Su obra la escribió en 1946, dos años después de su caída, y recoge gran parte de los hechos de violencia, asesinatos y torturas que acaecieron durante su gobierno.

Gobierna su aldea o su finca

Este personaje ha desarrollado una personalidad megalómana —sentimiento de superioridad respecto de los otros—, con fuerte afán de poder. Es así como funda el Partido Liberal Progresista, y se postula en 1926 como candidato presidencial por primera vez frente a Lázaro Chacón, quien le derrota en las urnas y le causa una gran depresión, de la cual logra sobreponerse en medio de los vaivenes políticos que se suceden a continuación: Chacón renuncia, un golpe militar derroca al presidente interino Baudilio Palma, quien muere asesinado en el movimiento. Se convoca a nuevas elecciones, y Ubico, revitalizado, se presenta como único candidato y resulta ganador.

Así se hace del poder el 14 de febrero de 1931, y no tarda en ejercerlo con autoritarismo. Su gran oportunidad para consolidarse plenamente llega en enero de 1932, cuando en el vecino El Salvador estalla una sublevación campesina contra otro dictador, Maximiliano Hernández Martínez, quien la reprime brutalmente.

Ubico aprovecha la situación para anunciar que se ha evitado un sublevación  bolchevique en el vecino país y anuncia que existen raíces comunistas en Guatemala, contra las cuales se debe proceder.

Ordena a la policía capturar a los comunistas, y se inicia una virtual cacería de brujas contra miembros de esta ideología o enemigos del régimen.

No hay tal conspiración en Guatemala. El partido comunista y el movimiento obrero que le apoya son débiles, pero es la propaganda oficial para crear fuerte apoyo de la clase alta al mandatario, y presentarse como defensor de libertades.

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Entonces se producen elogios de la élite, la iglesia y la prensa para el gobernante, que no hace más que construir la plataforma para consolidar su poder.

Su policía, fortalecida con fines represivos, captura y tortura a los dirigentes del minúsculo partido comunista. La noticia se expande y empieza a circular el concepto de gobierno de orden.

El temor de la tormenta roja —el comunismo— es alimentado por la embajada de Estados Unidos, que resulta ser la gran aliada del gobierno de Ubico. Este acontecimiento sirve de pretexto para reprimir a sus opositores, que pronto entienden que están frente a un oponente que no claudica ni cede ante nadie.

Inmediatamente expande aquella represión ideológica a sectores opositores, utilizando el paredón de fusilamiento y el control de la prensa como sus mejores herramientas para mantener bajo su bota a las masas.

Gobierna Guatemala como si fuera su aldea —en opinión del profesor Piero Gleijeses, académico estadounidense que ha estudiado las dictaduras latinoamericanas— o su finca —como asegura Sandoval Velásquez, quien hace un paralelismo con la forma en que los finqueros decidían, incluso, sobre la vida de sus jornaleros o peones—.

Hay que destacar su capacidad de aprovechar los acontecimientos en El Salvador, para cimentar su régimen de terror. Lo que hizo tras el golpe en el vecino país, fue aterrorizar a los guatemaltecos con la sombra de un peligro comunista que no existía. Esto sirve para congraciarse también con la embajada estadounidense, que le manifiesta simpatías.

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De acuerdo con documentos que se encuentran en el Archivo Nacional de Washington, citados por Gleijeses, el 2 abril de 1930, el despacho del embajador estadounidense al Secretario de Estado había advertido sobre la acumulación de nubes de tormenta roja en el país, lo que propicia que se apoye la llegada de un hombre fuerte como Ubico al poder.

La represión a la clase trabajadora —en la época llamada obrera— es sistemática. Organiza una policía mediocre con fines represivos y de control ciudadano. Por eso llega a crear el ambiente de seguridad ciudadana que muchos alaban, pero su fin es más político y de espionaje. De ahí surge el concepto de orejas —término que continuó utilizándose para definir a los policías que en secreto perseguían a la población—, porque en cada cuadra, barrio o colonia, hay espías o policías ubiquistas controlando la situación, lo que a su vez permite el control de delincuentes comunes.

Además, el gobernante interviene personalmente en el tema salarial del país, y lo mantiene estancado. Como anécdota, en cierta ocasión, tras dar una concesión a la United Fruit Company (UFCO) en Tiquisate, Escuintla, es informado de que la compañía bananera está pagando un dólar por jornal, lo que supera el salario en el campo. Personalmente se entrevista con personeros de la frutera, a quienes les pide pagar lo mismo que los caficultores: el salario se fija en Q0 .25 por jornal.

Nadie puede expresarse libremente. Los poderes del Estado dependen de él —Asamblea Legislativa y tribunales—. Nadie alcanza siquiera a sugerirle acciones, proyectos o políticas. Sandoval Vásquez cita en su libro la forma en que Ubico responde a sus colaboradores cuando le aconsejan algo: No me toque ese asunto porque lo tengo resuelto. Ahí en la gaveta tengo hecho ese estudio —que, por supuesto, no existía—. Él tiene siempre las respuestas y soluciones para todo.

Para poder gobernar a su sabor y antojo, además de acaparar todos los poderes del Estado, suprime las autonomías existentes —la de la USAC ya era vulnerada—, las municipalidades pierden totalmente la autonomía y las convierte en intendencias, y él mismo nombraba a sus autoridades.

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El ejemplo más claro de su egocentrismo aflora en 1934, cuando por medio de un decreto —el 1753—, oficializa la que llamó Feria Centroamericana, que coincide siempre con el 10 de noviembre, la fecha de su nacimiento. Además, ordena la construcción de varios edificios y salones de exposición, que con el paso del tiempo se han convertido en los museos y la Dirección General de Caminos en la zona 13 capitalina.

En la misma fecha, solo que en el año 1943, hace inaugurar el Palacio Nacional, el cual se principió a construir cuatro años antes. En resumen, aunque la fecha de su natalicio era desconocida al inicio de su gestión, con el paso del tiempo llegó a ser una fiesta nacional impuesta por el gobernante, que se preocupaba por dar distracción a la población.

El historiador Francis Polo Sifontes, en su obra Historia de Guatemala, narra que alguna vez se lo oyó decir en tales celebraciones: Yo no tengo amigos, solo tengo enemigos domesticados, a tal grado llega su desprecio hacia quienes le rodean.

Militarismo y seguridad

Al no tener buenos resultados académicos, Ubico deja la Escuela Politécnica, pero poco después logra que su padre haga valer sus considerables influencias políticas, y le conceden los despachos de subteniente de infantería, antes de dos meses, en 1897, le ascienden a teniente, en 1900 es capitán; su carrera sigue en ascenso, hasta alcanzar el grado de coronel en 1906.

En 1911 es nombrado jefe político y comandante de Armas de Retalhuleu, en donde pone en práctica lo que más adelante será su estilo, pues persigue hasta la muerte a bandoleros y cuatreros, lo que sube sus bonos políticos.

Cuando llega a la Presidencia, ese espíritu militarista aflora nuevamente y lo traslada a toda la sociedad, que termina siendo virtualmente militarizada. La escuela secundaria está bajo control militar, los directores de escuela son oficiales del Ejército de mayor antigüedad, y tenientes y capitanes se encargan de imponer disciplina entre los estudiantes, a quienes además se les exige el entrenamiento de reservas.

Este militarismo que involucraba a los maestros es una de las razones por las que en 1944 se inician los movimientos de protesta estudiantiles, porque son los educadores quienes rechazan participar en el desfile militar del 29 de junio.

Como si eso fuera poco, el personal de Radio Nacional, del ministerio de Caminos, y los responsables de trasladar a los indígenas para realizar trabajos forzados, son también oficiales. Es una estrategia que sirve, además, para dar empleo a los militares, quienes muchas veces no tenían tareas asignadas dentro de las filas castrenses.

Gleijeses destaca que los generales de Ubico eran célebres por su ignorancia, incompetencia y crueldad. Su única aptitud era la ciega obediencia a las órdenes del tirano.

El dictador no da buen trato a los oficiales, a los que parece respetar únicamente a partir del momento en que llegan al rango de coronel.

Había miedo. El código militar era terrible; preveía la pena de muerte para casi todo.  Había un terrible sistema de delación, cita el académico historiador.

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Al parecer, Ubico confía más en su policía que en los propios militares; esa policía es la que le brinda toda la información necesaria y actúa contra delincuentes, pero también contra sus opositores.

Después de los acontecimientos de 1932, cuando aplastó el inexistente complot comunista, controló toda la situación y, salvo una conspiración verdadera en 1934, no volvió a enfrentar otra hasta la sublevación ciudadana de 1944. Eso sí, como bien dice Gleijeses, abundan los relatos de cuan segura se volvió Guatemala durante el gobierno de Ubico. Pero no lo era para las víctimas de los caprichos personales del dictador, ni para los indígenas subversivos, ni para los ladinos pobres.

El tirano gobernante siempre expresa su fobia contra los comunistas y los criminales, pero también la tiene en contra de los intelectuales, a quienes culpa de influir en la población, razón por la cual controla y prohíbe la importación de libros, lo mismo que la producción literaria nacional, esto, como parte de su política de seguridad, ya que se garantizaba, según él, mantener alejada la influencia comunista de nuestros jóvenes.

Sus servicios de espionaje son eficientes, porque con el tiempo había cualquier cantidad de orejas. Los informes diplomáticos registran: Espía el sirviente, espía el Señor, espía la dama y espía la prostituta, espía el maestro y el sacerdote. Así el pueblo está a la merced de los serviles.

¿Honestidad o corrupción?

Otro de los atributos que algunos historiadores conceden al gobierno de Ubico es la honestidad, pero no todo parece tan transparente como lo miran sus admiradores.

En efecto, uno de los informes que la embajada de Estados Unidos envía a su gobierno en 1944 para explicar lo que sucede en el país, señala que desde que el Presidente entró en funciones se convirtió en el terrateniente más grande de Guatemala, a pesar de su muy divulgada campaña de honestidad en el gobierno. Agrega el informe que se hizo de muchas propiedades a un precio fijado por el mismo,

También se comenta que su salario y regalías se incrementaron generosamente, mientras él reducía el salario de los burócratas y jornaleros. A ello se debe sumar que en 1940 aceptó las muestras de agradecimiento que el congreso servil le diera por medio de un regalo de $200 mil quetzales, una verdadera fortuna para la época.

Para muestra de la represión, este caso sirve de ejemplo. Cerca de 90 personas fueron encarceladas por expresarse desfavorablemente por aquel regalo. 

Por supuesto, no todo lo que sucede es del conocimiento de la población. La mayor parte de la información es obligatoriamente filtrada o censurada de manera tajante. Periódicos como El Tiempo, Guatemala o Excelsior desaparecen, y los que quedan aceptan dócilmente las líneas editoriales y censura ordenada por el tirano. Esta es, en parte, una explicación por la que muchas de las personas nunca llegan a conocer verdaderamente cómo actúa Ubico, y con el tiempo no todos han abierto los ojos.

La filosofía imperante es la de dar más importancia a la dosis de plomo, que a la libertad de expresión.

Guerra Mundial y EE. UU.

Las relaciones del general Ubico con los Estados Unidos siempre fueron estrechas y hasta cordiales. Demasiado complacientes, según los historiadores, que extrañan lo dócil que resulta aquel tirano en su política exterior hacia Washington, cuando no tolera ni sugerencias —muchos menos reclamos o críticas— de sus más cercanos colaboradores domésticos.

Admirador de dictadores europeos —no así de Hitler, como se ha señalado— el déspota gobernante guatemalteco mira a EE. UU. como un valioso escudo frente a los intereses mexicanos, de los que desconfía siempre. De acuerdo con Gleijeses,  diligentemente hacía la corte a funcionarios, diplomáticos y hombres de negocios norteamericanos, mostraba preferencia por los inversionistas yankis (sic) y daba muestras de gran imaginación para descubrir formas de manifestar su apoyo.

Además de las manifestaciones, se daban los hechos. A la poderosa United Fruit Company (UFCO), le otorgó en concesión 200 mil hectáreas en la región de Tiquisate, a cambio de construir un puerto en el Pacífico en siete años. Sin embargo, no exige el cumplimiento, porque al no haber puerto, se favorece a otra empresa estadounidense, la IRCA —ferrocarriles—, la cual mantiene el monopolio en el transporte de productos hasta el puerto del Atlántico, que es el único que funciona. Esta medida retrasa el progreso económico del país y afecta a los productores guatemaltecos. La frutera pagó únicamente US$50 mil por no construir las instalaciones portuarias.

La prensa estadounidense responde favorablemente con elogios y le califican de caudillo exótico que construye carreteras y mantiene la estabilidad en el país.

Otra muestra de su servilismo ante Washington ocurre cuando nombra como director de la Escuela Politécnica al mayor John Considine, y a varios oficiales de esa nacionalidad como instructores. Esto duró la mayor parte de su gestión.

Apenas un día después del ataque japonés a Pearl Harbor, el 8 de diciembre, Guatemala le declara la guerra a la Alemania de Hitler, y prontamente concede facilidades para ubicar en el país instalaciones militares estadounidenses. Poco después se ordenó la deportación de ciudadanos alemanes y la expropiación de sus propiedades y negocios.

Estas actitudes de Ubico aseguran el respaldo de Washington durante la mayor parte de su gestión, aunque él mismo nota el abandono a mediados de 1944, cuando la oposición ciudadana se hace sentir más.

Los documentos históricos en Washington muestran que la situación fue cambiando desde la decisión del dictador de continuar por un tercer periodo de marzo de 1943 a 1949, lo que describen crea tensión pública considerable y una oposición latente.

Movimiento ciudadano

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Así como El Salvador le dio el pretexto para una ola represiva, nuevos acontecimientos en 1944 influyen en el país. El general Maximiliano Hernández supera una rebelión militar en abril, pero no logra lo mismo con una ola de huelgas de estudiantes y obreros. El ejército y la propia embajada de EE. UU. le piden la renuncia y el 11 de mayo llega exiliado a Guatemala.

Ubico entonces muestra sus primeros síntomas de temor, mientras que en sus opositores siembra inquietudes de cambio también. Los estudiantes universitarios principian con peticiones académicas, pero la respuesta oficial muestra más bien debilidad, aunque aún se producen detenciones aisladas, lo que al parecer da valor y se pierde el miedo que mantenía paralizada a la ciudadanía.

Para junio, la agitación de universitarios se extiende a los maestros y pronto otros gremios profesionales les brindan su apoyo, pero aún no se pedía la renuncia del dictador. La respuesta del Tata Presidente —como gustaba que le llamaran los indígenas en sus giras por el interior— es la de suspender las garantías, que por cierto nunca se respetan y por eso se considera como un síntoma de debilidad.

El sábado 24 de junio, un grupo de 311 destacados ciudadanos le exige, por medio de una misiva firmada por ellos, que se restablezcan esas garantías. No les da siquiera respuesta.

El embajador estadounidense, Boaz Long, informa al departamento de Estado que la tensión se ha extendido por toda la ciudad con una rapidez casi increíble. El resultado son las manifestaciones ciudadanas, de maestros y mujeres. Sin embargo, el día 25 se produce un incidente que influye. Las tropas abren fuego contra una de las manifestaciones y dan muerte a la maestra María Chinchilla, quien se convierte en un símbolo para el movimiento ciudadano.

La ciudad entera desafía al tirano, aunque el resto del país no se muestra en ninguna dirección. Cerraron sus puertas todas las tiendas y negocios, las gasolineras y oficinas de prensa, destaca un reporte de aquel día. Aquellos 311 ciudadanos presentan una nueva carta al general intocable, y le piden su renuncia por medio de una segunda carta.

Para ese entonces la embajada estadounidense ya considera anacrónico e ineficaz a Ubico en el manejo de la crisis. Pero aun así, parecía que el tirano tenía margen para salir adelante. Sin embargo, parece que su ego se vio golpeado, porque como dijo Long en uno de sus informes: Estaba profundamente desilusionado y herido al ver que la mayor parte del país estaba en contra suya. Algunos piensan que la decisión de presentar su renuncia se debe a que en el fondo esperaba que más adelante el pueblo le pidiera volver.

Nadie tiene —ni ha tenido— una explicación precisa de la causa que le lleva a dimitir ante la Asamblea por medio de una carta. Incluso el tema de la salud no se descarta.

Pero, aun en la salida, siempre actúa de manera estrafalaria, como la califica Gleijeses, al narrar la forma en que selecciona a su sucesor. Después de firmar su renuncia, le pide a su hombre de confianza, Roderico Anzueto, que busque a tres generales que puedan sucederle, y forma una Junta Militar con tres generales mediocres: Federico Ponce Vaides, Eduardo Villagrán y Buenaventura Pineda. Lo primero que hicieron estos tres gobernantes fue destapara una caja de licores y emborracharse.

Ponce, el más ambicioso, hace que cuatro días después el Congreso le nombre presidente provisorio.

El expresidente Ubico se retira a su residencia, en donde permanece hasta cuatro días después de la Revolución del 20 de Octubre, cuando teme por su vida y busca refugio en la embajada británica, a donde llega sin avisar en automóvil. Luego con protección diplomática parte hacia el aeropuerto y luego hacia Nueva Orleans, EE. UU.

El viejo dictador le dice a un funcionario antes de partir: Lo que hacen conmigo es una ingratitud: lanzarme como un perro. Cuídense. Ya que se metieron en esto tengan el valor y la capacidad de mantenerse.

En EE. UU. se convirtió en un exiliado incómodo, porque continuamente buscaba la forma de que Washington interviniera y le ayudara a recuperar las propiedades que le fueron confiscadas.

De todas maneras, el dictador no habría terminado su último período presidencial, porque murió de cáncer pulmonar el 14 de junio de 1946. Muy pocos lloraron su muerte.