FIFA Y ONU BAJO LA LUPA

Manto de la corrupción en organismos internacionales.

Que la FIFA se vea envuelta en escándalos de corrupción ya no es novedad, pero ahora es la ONU la que se ve afectada por el soborno que habría recibido uno de sus dirigentes –hoy exfuncionario–. La buena noticia es que se combaten los casos que se detectan.

Charles Miller

Nueva York – Los escándalos de corrupción son siempre noticia de primera plana, pero cuando los mismos involucran a los dos organismos internacionales más globales, sus efectos llegan a cada rincón del planeta. Eso es lo que sucede ahora con los casos descubiertos: la FIFA –la poderosa organización del fútbol mundial– y Naciones Unidas (ONU).

Cuando la justicia estadounidense inició en mayo pasado la captura de al menos siete directivos de la FIFA, la noticia sorprendió, no porque alguien dudara de las acusaciones, sino más bien porque parecía que la dirigencia de ese organismo era intocable.

La acusación implica 47 cargos en contra de 14 personas, varias de ellas ya detenidas y sometidas a proceso, acusados de abusar de la confianza de sus cargos, enriquecimiento ilícito y lavado de dinero, entre  otros delitos.

Esas denuncias desataron fuertes polémicas, incluso a nivel internacional, reflejo a veces de posiciones de grandes potencias. El primer ministro británico, David Cameron, llegó a reclamar la cabeza de Joseph Blatter y se colocó del lado de la justicia estadounidense, mientras que el presidente ruso, Vladimir Putin, salió en defensa de los implicados y acusó a Estados Unidos de abusar de su poder.

Su postura la asumió porque una de las acusaciones señalaba que la dirigencia de la FIFA favoreció mediante sobornos sedes para la Copa Mundial, entre ellas la de Rusia 2018.

La justificación de las autoridades judiciales estadounidenses se basa en que la actitud criminal de quienes recibieron sobornos, afecta de alguna manera a este país, entre otras cosas, porque el dinero corrupto ha pasado por instituciones financieras como JP Morgan, Citigrup o Bank of America.

Las repercusiones han sido tan fuertes que, desde mayo, cuando se destapó el escándalo, hasta la fecha, las cabezas siguen rodando, la última de ellas es la del propio Blatter, quien fue apartado temporalmente del cargo de presidente de la FIFA por la Comisión de Ética, que ha puesto en duda aun más su ya desgastada credibilidad, al extremo de haber tenido que anunciar que dejaría el cargo de manera anticipada el próximo año.

 

… y ahora la ONU

Pero parece que el brazo de la justicia internacional no quiere permitir que el cáncer de la corrupción siga creciendo. Ahora le ha llegado el turno a la ONU, cuando otra fiscalía de Nueva York presentó formal acusación contra el que fuera presidente de la Asamblea General, John Ashe –exembajador por Antigua y Barbuda–, del período 2013-2014, señalado por su supuesta participación en una trama de sobornos de parte de un grupo inmobiliario chino, que buscó la construcción de un centro de conferencias de Naciones Unidas en Macao.

Según una publicación de The Wall Street Journal, Ashe habría recibido cerca de un millón de dólares como soborno, más el beneficio de viajes para él y su familia. El fiscal de Manhattan, Preet Bharara, califica como cáncer de corrupción lo que ha afectado a demasiados funcionarios locales y de organismos internacionales. Él asegura que Ashe también recibió relojes Rolex y la construcción de una cancha de baloncesto privada.

El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, se reconoció en estado de shock con la noticia, por lo que de inmediato ordenó una investigación interna.

 

El camino…

Ahora se plantean múltiples interrogantes sobre la forma en que se puede combatir el avance de este cáncer en estos organismos. No hay que olvidar que después de mayo, la ONU incluso anunció que revisaría el tipo de asociación que se mantenía con la FIFA. Ya algunos habían sugerido que el organismo deportivo debiera ser arrastrado a una integración con los organismos de Naciones Unidas o, en todo caso, reconocerse como una institución lucrativa, con normas establecidas que deba aceptar. Entre ellas, las regulaciones propias que tienen que seguir todas las empresas, por grandes que sean.

Una de las mayores quejas que hay sobre la FIFA, es que al no aceptar la regulación de ningún Gobierno, se convierte en un organismo supranacional con casi ninguna fiscalización, más allá de la que ella misma se quiera imponer. Esa situación está cambiando ahora.

La ONU, en cambio, está sujeta a lo que determinen los estados miembros, que son también quienes elijen a sus autoridades. En la FIFA, son las autoridades las que se eligen entre sí, lo que le hace parecer, más que una institución pública, un club privado.

En el ambiente de uno y otro caso está la duda sobre lo que sucedería en estos organismos internacionales si no hubiera existido la intervención de fiscalías estadounidenses. Seguramente, ese cáncer estaría avanzando de manera más que peligrosa, y el ejemplo al mundo podría crear un efecto dominó.

El mandamás de la FIFA, Joseph Blatter, no tiene imagen de dirigente transparente.

John Ashe es señalado de recibir varios tipos de soborno.