ENFOQUE: Un botín llamado Estado

Gonzalo Marroquín Godoy

Si no peleas para acabar con la corrupción y la podredumbre, acabarás formando parte de ella.  Una frase llena de sabiduría y mucha actualidad… para Guatemala!!!

La cantante –y activista– Joan Baez dijo en un acto público la frase que está consignada arriba.  Desde los 17 años se caracterizó por su rebeldía, siempre crítica con políticas como la guerra de Vietnam, la discriminación racial y todo acto que pudiera considerarse corrupto en la administración pública.  Al decir Si no peleas para acabar con la corrupción y la podredumbre, acabarás formando parte de ella, se dirigía principalmente a los jóvenes, a quienes ha considerado a lo largo de su vida como importante motor de cambio en la sociedad.

Yo comparto esta forma de pensar y considero que la frase de la cantante es contundente y no tiene doblez.  Si nos volvemos personas o sociedad tolerante con la corrupción, nos volvemos parte de un sistema podrido o, en el mejor de los casos, en comparsas y hasta cómplices por omisión

Quienes dicen creer que hay menos corrupción en la actualidad, pues simplemente están equivocados o miran las cosas de una manera conveniente para no tener que reconocer que estamos nadando en porquería, al extremo que ni la pandemia por el covid-19 nos ha hecho reflexionar y cambiar de actitudes.

El Estado guatemalteco es tomado como un auténtico botín por los políticos de turno.  Los ejemplos saltan a la vista y están presentes por todos lados.  Corporaciones municipales que aprovechando la crisis sanitaria se encaraman sus sueldos y/o dietas, cuando no hacen compras de medicinas sobrevaloradas, dizque para beneficiar a la población, como ha sucedido en Mixco, pero también en un montón de municipalidades del país.

El Gobierno, que se dice transparente, sigue asignando obras millonarias a empresas que han estado vinculadas a casos de corrupción en el pasado –seguramente sobrevaloradas, como sucedió antes–.  En el ministerio de Salud el desastre ha brincado a luz pública en varias ocasiones.  Se aceleran y saltan pasos en los procesos para hacer cochinadas, pero se vuelven exageradamente estrictos con los médicos y salubristas que aceptaron trabajar para salvar vidas, pero han tenido que esperar más de cuatro meses para recibir sus emolumentos.

Y ahora hay que poner atención con otro tumor que se ha implantado en el cuerpo que se llama Estado de Guatemala: El ya no tan nuevo Tribunal Supremo Electoral (TSE), que apesta a corrupción manipulación y en el que no hay que poner nada de esperanzas.  No solo le devuelven el control de su partido (UNE) a la controversial Doña –Sandra Torres–, señalada aquí, allá y acullá, como uno de los ejemplos del nivel de corrupción al que ha llegado el sistema político, sino que además, se ha convertido en fuente de empleo, para familiares, amigos y demás de diputados, funcionarios y personas vinculadas con el sucio mundillo político nacional.

Dar ese tipo de prebendas –por más que se llamen empleos– ¡también es corrupción! Claro que lo es.  Se ha llegado al extremo de crear plazas para los cercanos a los más altos funcionarios… recordemos que siempre se ha sabido que los diputados gestionan plazas en los ministerios de Salud y Educación para amigos o activistas que trabajan para ellos.  Esa es una forma de mantener un saqueo hormiga, pero permanente de las arcas nacionales, al extremo que si se pudiera ahorrar todo ese dinero, seguramente habría cientos y hasta miles de millones de quetzales que pudieran ser utilizados para favorecer a la sociedad en su conjunto.

En el Enfoque anterior mencionaba como muchos de los que acudieron a la Plaza en 2015 –para protestar contra la corrupción–, se pasaron al otro bando por razones ideológicas.  Este es un error que no se deben permitir las personas o grupos sociales, porque como dijo Joan Baez, si no se oponen acabarás siendo parte de ella.

¿Quién no está más preocupado ahora por el covid-19 que por lo que pasa en el país?  Casi todos.  Esto lo saben los corruptos –funcionarios, diputados, magistrados y los malos empresarios–, y por eso se aprovechan de las circunstancias para seguir haciendo de las suyas. Hay que denunciar, hay que luchar contra la corrupción y la impunidad.  Esta guerra es desigual, pero no por ello hay que dejar de librarla.