ENFOQUE: La justicia en el olvido; la injusticia prevalece


Alcanzar la justicia implica que haya primero la voluntad de hacerlo, luego tener sabiduría y fortaleza para lograrlo y la visión para proyectarla en el tiempo».

Gonzalo Marroquín Godoy

El concepto de justicia es amplio. Trata sobre dar o garantizar a cada uno aquello a lo que tiene derecho o le pertenece.  Tiene que ver con equidad, con el quehacer según derecho o razón, y es la acertada aplicación de las leyes en una sociedad para garantizar los derechos de las personas. 

Cómo se puede ver, no se trata tan solo de algo bueno, sino más bien es algo indispensable para nuestras vidas en libertad. La injusticia, en cambio, es lo contrario a todo eso o simplemente la ausencia de justicia.

¿Qué ha sucedido en Guatemala?

La historia nos muestra qué, a lo largo de nuestra historia ha prevalecido la injusticia.  Con momentos peores y momentos –los menos– mejores.

La pobreza es injusticia; el abuso es injusticia; la falta de oportunidades es injusticia; como lo son las malas políticas públicas en educación, salud, seguridad y desarrollo. ¡La corrupción y la impunidad son injusticia!

Viendo esto hay que aceptar que el Estado no se ha enfocado en el tema de hacer de Guatemala un país en el que la justicia predomine.  Aquí, el Estado –sus instituciones y las personas que las dirigen– se ha olvidado de su función principal y se ha inclinado por hacer que prevalezca la injusticia, afectando los cimientos de nuestra democracia, además conducir al país por un derrotero del que será muy difícil salir.

En una democracia eficiente, en la que se respete principalmente el Estado de Derecho, es posible hacer que el país retome el rumbo o, al menos, que se trabaje para alcanzar niveles correctos de justicia –social y jurídica–.  Nosotros, en cambio, vivimos en medio de una maraña creada por un sistema político corrompido, en la que, no solo no se atienden las necesidades de las grandes mayorías, sino que se construyen alianzas nefastas para garantizar a gobernantes y grupos de poder en su entorno, el enriquecimiento desmedido, a costa del subdesarrollo y estancamiento institucional del país.

¿Una exageración?

Los hechos muestran que no lo es, aunque no todos lo quieran aceptar o reconocer. La Guatemala de hoy tiene índices de desarrollo humano patéticos y vergonzosos, al peor nivel de Latinoamérica. Nuestro país está entre los más corruptos de la región, la democracia se ha vuelto disfuncional por la falta de respeto al ordenamiento constitucional, a causa de la irresponsabilidad de la clase política que literalmente saquea los fondos públicos.

Lejos de ser un país de ensueño, nos hemos convertido en un exportador de migrantes, como medio efectivo para sostener la economía nacional, mientras las arcas se vacían por la voracidad de unos pocos.

Contrario a lo deseable, la alianza oficialista, se ha convertido en una amalgama en la que conviven gobernantes, partidos políticos, mafias, funcionarios, diputados, magistrados, jueces, fiscales, empresarios, militares y otros grupos oscurantistas que no tienen entre sus prioridades –para nada– la justicia, ni la búsqueda de un sistema que trabaje por la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral.

Desde el año 2021, la cúpula de poder principió una tarea con metas y objetivos específicos: a) Controlar todas las instancias del sistema de justicia (MP, CSJ y CC) para fortalecer el marco de impunidad; b) Hacer lo mismo con el TSE, la PDH y otras dependencias importantes; y c) Buscar los mecanismos para que no haya cambios significativos en el control político luego de las elecciones de junio y agosto próximos.

Los casos de corrupción brotan por todas partes, lo mismo que escándalos en la administración pública, dejando al desnudo que las instituciones sirven a un grupo y no a la Nación.

No han merecido siquiera investigación casos tan graves como la compra y vencimiento de millones de vacunas rusas; los señalamientos –con testigo– sobre una trama rusa para beneficiar por soborno a grupos mineros; la falsificación de documentos por parte de dos magistrados del TSE; y los cientos de denuncias sobre favores a empresas de construcción afines a la alianza. La lista podría seguir y ocupar todo el espacio de este Enfoque.

No podemos pasar por alto que personajes del más alto nivel en la administración han sido incluidos en la Lista Engel creada por el gobierno de Estados Unidos para señalar a personas corruptas y antidemocráticasEsas personas en la Guatemala de hoy reciben incluso aplausos de sus compañeros de grupo. A ese nivel hemos llegado.

Pero hay que insistir en que lo peor de todo es el marco de impunidad que se ha creado.  Al controlar al Ministerio Público (MP), la Corte de Constitucionalidad (CC) y la Corte Suprema de Justicia (CSJ), se puede decir que se ha cerrado el círculo de control de la justicia, para promover injusticia.

Ninguna democracia puede funcionar eficientemente si dichas instituciones no son independientes, como lo manda la Constitución de la República.  Eso explica la situación tan crítica a la que hemos llegado. 

Estamos viendo a muchos candidatos hablar sobre sus planes de gobierno, pero no dicen qué es lo que harán para tener una democracia funcional, para que las instituciones vuelvan a tener la visión de servir y no de servirse, o como combatirán la corrupción.  Debemos saber los pasos que darán, uno a uno, para terminar con la impunidad.  Solamente con la crisis institucional resuelta se podrá avanzar para combatir la pobreza, mejorar educación, salud, seguridad, infraestructura y crear oportunidades para los guatemaltecos.

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