ENFOQUE: El fiambre, más que un plato y una tradición…


Ayer fue una especie de oasis para pensar en cosas diferentes, disfrutar de la familia, de deliciosos fiambres y, sobre todo, recordar a nuestros seres queridos que se han ido«.

Gonzalo Marroquín Godoy

Antes de escribir intenté recordar la última vez que mi mamá hizo el fiambre para sus diez hijos, un montón de nietos y para amigas o personas queridas a las que siempre les arreglaba con especial cariño aquel plato de legumbres, carnes, embutidos y demás, mezclados con un caldillo especial que lo hacía delicioso, con un sabor único. Desde que era patojo mi mente y paladar disfrutaban del mejor de los fiambres.

Victoria Godoy Cofiño fue su nombre de pila, Toya para sus seres más cercanos, y Unta para los nietos y ahora en la memoria de sus diez hijos. Ella murió el 11 de marzo de 2004, por lo que el último fiambre lo hizo el 1 de noviembre de 2003. 

Honestamente no tengo imágenes precisas de aquel que sería su fiambre de despedida de este mundo. Sin embargo, esa vez se habrá repetido lo que sucedía cada año, pues era todo un acontecimiento, en el que participábamos todos en la familia, aunque algunos —como yo— tan solo aportábamos el disfrute de aquel laborioso platillo.

No recuerdo haber probado antes el fiambre que hacía la Abuela Toya, pero seguramente era muy parecido, pues de ella aprendió mi mamá y la receta que heredaron mis hermanas y mis hijas, es la misma que se hacía antes para la familia Godoy Cofiño, los apellidos de mis abuelos maternos. 

Ahora la tarea de hacer el fiambre familiar quedó en manos de mis hermanas Carmen y Lucrecia, aunque mis hijas Claudia, Alejandra, Laura, Sofía y Lucía, ya han tenido un par de acertados intentos para tener la misma calidad de fiambre. Lo interesante es que en la elaboración de este plato tradicional se involucran muchos miembros de la familia.

Siempre me gustó el fiambre y algunos amigos pudieron probar de aquel platillo tan especial que preparaba la Unta. Supongo que los apreciados lectores se habrán imaginado las cantidades que tenía que preparar mi mamá, porque al principio era para los diez hijos y amigos, pero luego tenía que alcanzar para todas las familias en la medida en que íbamos abandonando el nido para formar uno propio.

Nunca he visto un apaste tan grande lleno de comida. ¡Era inmenso! Todo el contenido tenía que moverse con unas paletas de madera gigantes, en nuestra casa nunca hubo opulencia ni mucho menos, pero creo que el único día en el que había en cantidades gigantes era el 1 de noviembre, el esperado Dia del Fiambre.

Los gringos tienen su comida de pavo para Thanksgiving (Acción de Gracias) el último jueves de noviembre, pero nosotros tenemos nuestro fiambre, también para dar gracias a Dios por nuestros seres queridos en esta fecha. 

Hoy es el Día de los Difuntos, por lo que es oportuno recordar a quienes se han ido antes. En el caso de mi madre, hay doble recuerdo entonces. En el caso de mi padre, Oscar Marroquín Milla, me dejó algo relacionado al fiambre. Él se lo comía como boquitas, en porciones más pequeñas, mientras tomaba algún trago y hacía bromas o regañaba —según fuera el caso—. Yo lo disfruto de forma parecida. Me gusta ir boquiteando mientras comparto la charla familiar, que es el ingrediente que hace que el almuerzo sea perfecto.

Este año estuvieron ausentes mi hijo Gonzalo y mi nieto Fernando, el primero viviendo EE. UU. desde hace bastante más de una década, y el segundo empezando su caminar en Barcelona. Los dos con la nostalgia del fiambre, aunque todavía no son grandes amantes de sus sabores exóticos y únicos. Fer ya pidió que se le mantenga congelado para cuando venga en diciembre. 

Comparto este tema tan familiar, porque sé que no es algo exclusivo de los Marroquín Godoy, sino de los guatemaltecos en general. Cada chapín, de cualquier estrato y pensamiento —aquí no importan las ideologías—, tiene su propia historia del fiambre familiar.

Como los últimos años, ayer disfruté con nostalgia y felicidad a la vez. También tuve mi pensamiento en mi primo Jose (José Rubén Zamora), pero me reconfortó que Minayú, su cariñosa esposa y un amigo, le llevaron un poco de fiambre a la cárcel, donde injustamente es retenido por su valiente trayectoria periodística denunciando la corrupción. Creo que él no es fanático del plato, pero siempre lo come y disfruta.

Con estas celebraciones Día de Todos los Santos y Día de los Difuntos, principian las tradiciones de fin de año. Para muchos es un tiempo relajante, una especie de paréntesis que se abre para todos, pero tampoco podemos olvidar el momento que vive el país, porque nunca antes, en 36 años de esta etapa política, se había visto una concentración de poder tan abrumadora, tan nefasta y tan mal intencionada.

Para concluir, no hay que dejar que estas tradiciones tan lindas, familiares y especiales se pierdan. El fiambre y todo su entorno son parte de nuestra idiosincrasia.