ENFOQUE: El escenario no cambia en su oscuridad

Los males de fondo persisten, la clase política no cede. Con el tiempo, el malestar popular volverá con más fuerza.  Los cambios cosméticos son para no hacer cambios.

Gonzalo Marroquín Godoy

Hace algunos años, cuando dirigía Prensa Libre, se hizo un rediseño gráfico para presentar mejor el periódico ante nuestros lectores.  La campaña publicitaria decía algo así como: “Un cambio… sin cambiar de rumbo”.  En nuestro caso tenía lógica, porque queríamos decir que seguiríamos informando de la mejor manera y que el cambio era solo de forma –diseño gráfico– y no de fondo –el buen periodismo–.

Pues algo parecido intenta hacer la clase política, porque pretende hacer maquillaje de forma, sin que se cambie el rumbo del país.  La diferencia es que el rumbo que lleva Guatemala está encaminado directo al caos, a mantener la corrupción, la impunidad y el retraso socioeconómico. 

La aprobación del Presupuesto de la Nación de la manera abusiva y oscura como se hizo, el pleito entre el presidente Alejandro Giammattei y el vicepresidente Guillermo Castillo, así como la ineficiencia en la atención social a la emergencia por las tormentas Iota y Eta, no son más que síntomas de una grave enfermedad.  Atacarlos o atenderlos, no hace más que paliar o postergar la curación integral.

La reconciliación entre Giammattei y Castillo le dio un poco de tiempo y espacio al mandatario, pero ninguno de ellos reconoció la existencia de la crisis socio-política.

Lo mismo sucede con el famoso Centro de Gobierno.  El problema de fondo es la suma de esos y otros problemas, lo que hacen que la enfermedad –situación– sea más grave.  Sin embargo, al hablar ante la Nación, Giammattei ni siquiera reconoce que enfrenta una crisis, mucho menos la profundidad de la misma.  Eso se debe a que nadie está pensando en promover los cambios auténticos.

Para solucionar un problema de verdad, es necesario primero reconocer su existencia.

Nadie –desde el oficialismo– dijo que hay que hacer que la justicia sea independiente; ni siquiera se han referido a la necesaria elección de la corte Suprema de Justicia (CSJ) y magistrados de sala; tampoco se dice nada de ese Congreso manipulable y manipulador, que ha alcanzado los niveles de aquel que fue depurado en 1994; se hace caso omiso a la corrupción, pero, ¡insólito!, la propia Fiscal General, Consuelo Porras, insiste en perseguir a su fiscal anticorrupción, Juan Francisco Sandoval.

La impunidad campea y protege al fracasado –y culpable de la mayoría de males– sistema político. Si no se hace una cirugía mayor, solo es cuestión de tiempo para que el paciente –Guatemala–, tenga dos caminos: o la ciudadanía presiona, exige y provoca cambios o, seguimos el camino hasta el despeñadero.

Los cambios anunciados por el gobernante son absolutamente insuficientes.  Ni siquiera anunció la destitución de funcionarios de inmediato.  Dejó abierta la posibilidad para enero y anunció que había pedido la renuncia a todo el Gabinete, como si no fuera una tradición que cada 15 de diciembre todos los altos funcionarios presenten sus renuncias. 

Diciembre es aliado de gobiernos en crisis, pero no deben llamarse a engaño.  El pueblo estará atento a lo que haga el MP, el Congreso, el Ejecutivo, el TSE y el OJ.  Las muestras de que no quieren cambiar de rumbo las vemos de inmediato:  Sigue el acoso a la CC y al fiscal Sandoval; el Congreso se niega a elegir magistrados; y nadie del oficialismo lidera una auténtica lucha contra la corrupción y la impunidad.

Si el deterioro continúa y no se hace nada para promover cambios auténticos, la crisis estará vigente y su desenlace es imprevisible.