ENFOQUE: El contubernio entre políticos y mafias

Dime con quién andas y te diré quién eres. Si como político quiero servir y ser transparente y eficiente… ¿Será normal tener relaciones con mafias y la corruptela imperante?

Yo, como cientos de miles en Guatemala, soy un lector asiduo de El Peladero, y el diario elPeriódico. Todas las semanas se publica una gran cantidad de noticias que muestran como los políticos –partidos y personas–, las mafias y las estructuras criminales se ayudan, apoyan y tienen vasos comunicantes por todos lados.

Mientras la mal nombrada Comisión Presidencial Contra la Corrupción, se la pasa rascándose la panza y ve pasar ante sí cualquier cantidad de negocios con anomalías, haciendo el mismo papel que hizo aquella otra comisión que tanto cacareaba Roxana Baldetti –muy parecida en su fracaso como tal–, el país sigue sumido en el fango de la corrupción.

Los nexos entre mafias, narcos, estructuras de corrupción en el Estado, políticos y funcionarios son claros y evidentes. Todos se ayudan, se comunican y, como dice otro refrán popular, se tapan con la misma chamarra. Hemos llegado a tal punto en el país, que lo único que es transparente es precisamente la corrupción.  Es transparente, ¡porque ya ni la esconden!

Ni vergüenza les da ser diputados o miembros del partido Unión del Cambio Nacional (UCN), mucho menos le da pena al oficialismo hacer una estrecha alianza con este grupo, calificado por la embajada de Estados Unidos –en reportes al Departamento de Estado– como un partido narco.  Prueba de eso, es que para integrar la Junta Directiva controlada por el oficialismo, uno de los mayores aliados es precisamente la UCN.

Lo único que parece importar en toda esa estructura de corrupción e impunidad que se ha venido construyendo en nuestro país, es que haya suficiente pastel para repartir a Raymundo y medio mundo, dentro del grupo de los escogidos, por supuesto.  Ese grupo, que no es tan pequeño en realidad, está formado por funcionarios, diputados, jueces y magistrados, operadores, contratistas del Estado, narcos, lavadores de dinero… y la línea continua en diferentes estratos.

Ahora nos enteramos que hasta el recién creado Instituto de la Víctima, se convierte en un centro de empleo para mantener felices –entre la bolsa, dirían los abuelos– a los magistrados y jueces, porque colocan en empleos bien remunerados a sus familiares y amigos mas cercanos.  ¿Y quién es la que decide eso? Pues una exdiputada Alejandra Carillo –muy cercana a Roxana Baldetti–, nombrada por sus compinches para que siga sus lineamientos. 

Estoy seguro que ninguno de los amables lectores ha escuchado de algo bueno hecho por ese instituto.  Fue creado como un botín más de la clase política para la clase política.  Lo  mismo sucederá con ese comité Técnico para la Protección de la Vida y la Familia, una fumada para crear burocracia, sin dar resultados.  Más gastos, más pobreza en el país.

En el interior, los alcaldes están coludidos con el narco. Se sabe.  Todos los domingos, El Peladero desnuda estructuras y esos vasos comunicantes que mencioné antes. Los políticos se reciclan y se acomodan. El problema es que la estructura es tan grande, que el país ya no la aguanta. La corrupción es galopante.

Por eso ya no le bastaba al oficialismo con controlar totalmente la Corte Suprema de Justicia, a la mayoría de magistrados de sala y muchos jueces –como el prófugo Mynor Moto–, se tenía que terminar de copar el sector justicia con el control de la CC, pues cada vez necesitan que el marco de impunidad sea más grande… acorde a la corrupción.