¿El camino o la meta?

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Servir a la Vida


Ahora que estamos viviendo en un mundo que está conectado de punto a punto, y la verdad es que gran parte de nuestra vida está ya en posibilidad, a la espera que ocurra una oportunidad que se presente, vale la pena reflexionar sobre este tema: ¿qué es lo más importante: el camino, o las metas? Por supuesto que, si  hiciéramos una encuesta, la mayoría preferiría llegar a la meta, sin importar cuál fue el camino. Es fácil.

Lo que interesa en la vida es llegar a dónde queremos estar. Esa es la angustia de hoy. Llegar, a cómo de lugar, al objetivo que tenemos. Y, es ahí, en el final, donde ponemos todas nuestras energías. No importa cuánto cuesta ni qué tenemos qué hacer, porque nos movemos en un mundo que es el resultado, y no cómo se logre, lo importante. Hace poco oí esta frase que dice mucho del momento que estamos viviendo: hay que hacer las cosas malas, bien hechas.

De mi lado me inclino por darle más valor al camino que a la meta. Y estas son mis razones después de  haberme dado cuenta cómo es que en la naturaleza, este proceso de ser más camino que meta, ha dado  grandes resultados a lo largo de toda nuestra evolución.

Un ejemplo, cuando nos quedamos del lado de las metas, corremos el riesgo de perdernos en el camino y no llegar a nada. Por ejemplo, en la naturaleza, el pino, el tigre, el ratón, el lago, los volcanes, y hasta las bacterias ya tienen un camino donde van, cada uno, por su lado. El pino no se va a proponer a ser ciprés ni a dar manzanas o peras.

El tigre no va a ser después león y luego pantera. Con el ratón pasa lo mismo, aunque se ponga la meta de ser

conejo, no está en su camino, no está en su ser esencial de ratón.

Los humanos, que alegando que tenemos una inteligencia creadora, hemos tratado de escaparnos de los caminos de la naturaleza, y, en muchos casos, nos sentimos tan poderosos y dueños de la vida, que no reparamos en lo que realmente somos, y, si hay que ser ratón, somos ratón; y si hay que ser vacas tres años después para dar leche, pues le hacemos ganas a ser vacas.

Pero todavía existe otra razón más para ser ratón el resto de nuestra vida, o tigre, o gato. Ser gato, es estar en el camino del gato. Ser mono, es estar en el camino del ser mono.

A los monos y a los tigres no se les puede olvidar el entorno. A los humanos, el entorno nos tiene sin cuidado. El jaguar de las selvas del Petén no puede ser un jaguar con futuro si emigra y se va a vivir a las playas de la costa del pacífico.

A esto era lo que yo quería llegar, que cuando uno tiene un camino, ser un pino frondoso, y llegar a poblar bosques de pinos frondosos, el entorno y el pino entran en total sincronía y, entonces, uno hace al otro, y el otro, el entorno, lo hace a uno—y a eso la biología de hoy en día le está llamando con el lindo nombre de ecosistemas.

Ahora probemos unir todo lo dicho. Si el pino, como camino, es lo mismo que el pino que su meta es dar chucuyas, que germinan nuevos pinos cuando su entorno se lo exige, todo estará bien, y habremos  encontrado, para los dos, un camino que será sostenible en el tiempo. Pero un pino que pierda su camino, y, un día, decida dar papayas, habrá roto consigo mismo y con el flujo de la vida natural de su ecosistema—con el ámbito social del cual depende profundamente.

Pero donde el tema se vuelve complejo para quienes tomamos la decisión de encontrar primero nuestro camino, y, luego, dejar que las metas vayan surgiendo naturalmente, es preguntarnos por dónde comenzamos:

¿Por nosotros mismos?

¿Por nuestro entorno?

¿Por la metas?

¿Por el camino?

¿Dónde está escondida la llave que abre las puertas de la vida?

Hace más de 100 años, un poeta, Antonio Machado, contestó estas preguntas así: Caminante no hay camino, el camino se hace al andar. Y, para darle mayor énfasis a su respuesta, agregó: Al andar se hace el camino y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante no hay camino, sino estelas en la mar.