¿De qué sirve? ¿Hace algo importante?¿Cuáles son sus aportes?… El sin sentido del Parlacen

  • Este año se cumplen 33 años de Parlamento Centroamericano y en poco más de tres década no ha aportada nada a la integración de la región ni ha hecsho algo de beneficio a los países que lo integran.

En las elecciones generales de junio de 2023, los guatemaltecos votaron mayoritariamente en contra del Parlacen, aunque muy poco se ha hablado del tema.  El partido Vamos alcanzó 652,801 votos, muy lejos del voto nulo –el gran ganador–, que sumó 1.201,405, a lo que habría que sumar los 645,667 votos en blanco, es decir, más de un tercio de la votación general, lo que significa que uno de cada tres guatemaltecos que acudieron a las urnas manifestaron ser opositores a este ente regional, al que no se le encuentra sentido.

El Parlacen nació a la vida política el 28 de octubre de 1991, pero en casi tres décadas no ha sido capaz de evolucionar lo suficiente como para tener una incidencia en la vida política, social, o económica de la región, y más bien se ha convertido en un elefante blanco que termina siendo una institución que no convence a la población en ninguno de los países representados.

Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Panamá y República Dominicana son los países que lo integran, con el rechazo de Costa Rica y Belice, que se han negado a participar, producto –precisamente– de la ineficiencia que tiene el Parlacen, incapaz de tener alguna iniciativa que marque algo para la región o alguno de los países integrantes.


Una de sus actividades de mayor trascendencia es la de emitir comunicados para presentar condolencias cuando fallece algún personaje internacional o regional:


Al no ser sus resoluciones vinculantes con los organismos legislativos de cada país, lo único que queda a este parlamento regional es la posibilidad de proponer, cosa que tampoco llevan a cabo con autoridad y determinación.  Más bien todo queda en tibias iniciativas que nunca han prosperado.

En la actualidad, se integra con 20 diputados por cada país, los que ganan un sueldo de US$5.000 mensuales, más un elevado presupuesto de operación que deben cubrir en partes iguales los países miembros.

Entre sus objetivos –tampoco cumplido–, está el de ejercer un liderazgo eficaz y democrático entre los distintos sectores regionales, que en el marco del desarrollo sostenible coadyuve a la construcción gradual y progresiva de la Unión Centroamericana y de República Dominicana, conformando una sociedad moderna, justa y solidaria, donde se garantice la paz y el respeto a los derechos humanos.

Sin embargo, no se puede decir que alguna de sus iniciativas haya incidido, de cualquier manera, en esta finalidad. Ninguna iniciativa que haya salido del Parlacen ha tenido algún impacto en cualquiera de sus países miembros. 

Cada cuatro años se abre el debate sobre la necesidad de su existencia.  En términos generales puede verse que existe un fuerte repudio popular hacia el Parlacen, aunque pocas veces el debate ha cobrado fuerza, más allá del débil y no sostenido intento de abandonar el tratado por parte de Panamá.

El Parlacen se ha convertido en un refugio de políticos en declive, expresidentes que buscan manto de inmunidad –impunidad en realidad– o premio para financistas de los partidos políticos y un lugar a donde llegan los amigos de la clase política.