PROVOCATIO: Los primeros 100 días ¿para qué o por qué?

… se crearon expectativas infumables en muchos casos, lo cual, se debió en gran medida a ese halo de izquierdismo que se le endilgó a Semilla y su binomio presidencial, cuando cualquier persona con dos dedos de frente sabía sobre las limitaciones de la socialdemocracia en general, y la guatemalteca en particular. Por cierto, el temor manifestado por muchos empresarios sobre las verdaderas intenciones del actual gobierno, se disipó en estos primeros 100 días.
José Alfredo Calderón E.
Historiador y analista político

En este hermoso solar ya es costumbre endémica ver las cosas en blanco o negro, adoptando posturas de todo o nada, a favor o en contra, frío o quemado. El famoso lapso de los “100 días” de TODOS los gobiernos es un vivo ejemplo. Al igual que figuras como la de la primera dama, este período de aparente gracia, también fue adoptado por los países al sur de Estados Unidos copiando una tradición norteña.

En un contexto en el que la luz y la profundidad son carencias evidentes, todo mundo opina, discute y toma bandos, como si fuera un deporte nacional. Principalmente en redes, los enfoques son muy básicos y, a pesar de ello, se tornan iracundos.

Sobre la evaluación propiamente dicha, he expresado mi opinión en varios foros y lo sigo haciendo; pero en esta ocasión, me interesa más establecer los parámetros desde los cuales se debería entender un primer examen, a tan corto plazo. Para fines didácticos, quisiera relacionar un ejemplo con el ámbito académico; cuando ya se cuenta con una amplia experiencia en la docencia, es casi infalible el pronóstico que, como catedrático, se hace de los alumnos en las primeras semanas. Esto se puede intuir fácilmente al observar la disposición, la participación en clase, los resultados del primer examen y otros elementos que permiten predecir cuáles serán los resultados al final de período.

Volviendo al símil , en este caso, básicamente se evalúa la actitud del gobierno entrante (voluntad política) pues esto marca la pauta de cómo será el talante y rumbo posterior de su gestión. Por supuesto, en el corto camino de los 100 días, no todo es actitud, sino que deben existir resultados visibles, públicos y cuyo impacto en el imaginario no sea tan endeble. Recurro a otro ejemplo: Haber anulado el acuerdo de Giammattei que concedía seguridad oficial a los exfuncionarios del gobierno saliente fue una buena acción, pero que no se sostuvo en el tiempo, por no acompañarse de otras que generen consistencia. Otros casos que se pueden mencionar son: la destitución de los 22 directores departamentales de Educación, que sabemos eran operadores de la corrupción en el MINEDUC o la cancelación del seguro escolar en esa misma cartera, que todos conocíamos como lesivo.  Sin seguimiento (acciones administrativas y legales) y sin una comunicación efectiva a la población, estas buenas medidas se diluyen en poco tiempo. Algunas preguntas son clave: ¿Por qué los nuevos nombramientos de directores son mejores que los anteriores? ¿Cuál fue el procedimiento específico para destituir y luego nombrar nuevos? ¿Qué otros cambios de fondo se dieron para, no solo destituir cabezas corruptas, sino también redes clientelares que todos sabemos existen? ¿Se siguieron procedimientos administrativos e incluso legales sobre los destituidos? ¿Por qué sí o por qué no?  Mismas inquietudes pueden mencionarse sobre el negocio del seguro escolar, que tanto disgustó al detestable Joviel Acevedo.

No pongo en tela de juicio que puedan existir argumentos para explicar lo anterior, pero simplemente no los conozco; por lo que, seguramente, la mayoría de la población (que no se dedica al análisis como función principal) no estará enterada.

Reconozco que se crearon expectativas infumables en muchos casos, lo cual, se debió en gran medida a ese halo de izquierdismo que se le endilgó a Semilla y su binomio presidencial, cuando cualquier persona con dos dedos de frente sabía sobre las limitaciones de la socialdemocracia en general, y la guatemalteca en particular. Por cierto, el temor manifestado por muchos empresarios sobre las verdaderas intenciones del actual gobierno, se disipó en estos primeros 100 días. Las críticas, ahora, vienen más de las izquierdas y grupos progresistas. No menciono –a propósito– la diatriba golpista de la extrema derecha, que no puede considerarse crítica sino ataque primitivo, pero que, lamentablemente, ha calado en el ciudadano de a pie.

El análisis más básico sabe que, en Guatemala, existen prohibiciones no escritas sobre temas tabú. Hablar de cambios o tan siquiera mencionar la posibilidad de hacerlos en estos tópicos delicados, puede provocar la ira de los operadores del sistema. No en balde, el único partido político en mencionar la transformación del modelo económico, fue eliminado antes de la contienda electoral 2023. En consecuencia, pretender que el nuevo gobierno abordara –de forma estructural – temas tan escabrosos como la tenencia de la tierra, los Acuerdos de Paz, entendidos como Agenda para un nuevo Estado, con énfasis en el acuerdo sobre identidad y derechos de los pueblos indígenas; era lo más cercano a la locura. Así mismo, otros temas vedados lo constituyen una reforma ESTRUCTURAL al sistema (no solo la ley) electoral y de partidos políticos o desinstalar el modelo educativo que durante décadas ha estado orientado a generar mano de obra barata y dócil para los empresarios. 

Tampoco se podía soñar con un combate frontal y profundo contra la corrupción, pues atacar el nicho fundamental de la misma, llevaría a confrontar a los monopolios y oligopolios decimonónicos, cárteles como el azúcar, cemento o la cerveza y el alcohol o el cartel del pollo, capital corporativo más moderno. Ni qué decir del oligopolio farmacéutico que vende la medicina más cara que Europa.

El problema histórico-político se agravó, pues las élites ahora comparten el poder con otros: el narco y las redes clientelares que ellos mismos crearon, pero que, al adquirir cierta autonomía, se convierten en sus extorsionadores.

La evaluación de los 100 días ya ha sido ampliamente expresada por personas, grupos y colectivos, siendo el denominador común: el desencanto, aunque hay todavía, un buen grupo que se aferra a la ilusión, como recurso. En esta entrega, quise enfocarme en el aspecto metodológico del abordaje, más que en el análisis detallado de los magros resultados.

Deseo fervientemente que la sabiduría popular se equivoque esta vez y que las sentencias ancestrales de: “lo que mal empieza, mal acaba”, así como “árbol que crece torcido, jamás endereza” no se apliquen, y tengamos un giro brusco, pero venturoso en el corto y mediano plazo, pues para un gobierno, el largo plazo son 4 años.