Cuando la realidad y la ley ya no coinciden, vamos por mal camino

Gustavo Leiva


GUSTAVO LEIVA

La manera más fácil de terminar con los grandes mamíferos de la edad de hielo era asustarlos, que corrieran en estampida, y que fueran cayendo al precipicio en manada”.
Una de las preguntas que pone a los científicos en conflicto: ¿quién acabó con la megafauna de la edad de hielo?, ¿el cambio climático o el recién llegado Homo sapiens?
Crónica no es la revista especializada para contestar a esta pregunta. Lo que sí podemos hacer en Crónica, es utilizar esta imagen de hace 11 mil años para ilustrar lo que está ocurriendo en Guatemala en pleno siglo XXI, a sabiendas que la famosa carrera electoral no despega y no logra engancharnos como ha ocurrido tantas veces antes.
Si tratáramos de revivir la cacería de los grandes mamíferos de aquella época, a través de un socio-drama, tendríamos que representar a cada uno de los actores de esa escena, incluyendo animales y precipicios, con personajes y sucesos de la vida real de nuestro ámbito político actual.
Es obvio que los grandes mamuts, o las enormes manadas de búfalos, somos nosotros, la gente que acudirá a las urnas a depositar su voto. Los cazadores que nos asustan y tratan hacernos correr en una loca estampida, están divididos en dos bandos: de un lado están los partidos políticos y del otro lado aquellos que, invocando a las leyes, como muchos abogados y legalistas que apoyan a los sabios intereses de muchos de los malos diputados, usan sus lanzas para que nosotros iniciemos esa carrera desenfrenada hacia las próximas elecciones, sin sentido. Al final del valle, está un precipicio profundo, una especie de despeñadero donde el que cae, por fuerte y grande que sea, morirá despedazado, y sus carnes serán repartidas entre los miembros de la tribu. Ese precipicio, por duro que sea reconocerlo, representa con pelos y señales al día, a la fecha, a las elecciones de los primeros días del próximo mes de septiembre.
A pesar de la bulla, de las antorchas encendidas y de las lanzas que se usan para picarnos y para hacernos levantar y correr, algo raro está pasando, porque la publicidad, las torpes canciones y los anuncios de los campos pagados, de una propaganda ridícula, ya no engañan a una buena parte de la población. Pero, ojo, también nuestra manada está dividida en dos bandos: quienes hemos despertado y hemos salido a manifestar a la Plaza de la Constitución, y seguimos con fervor cada redada que hace la CICIG y del MP, y quienes todavía siguen dormidos, creyendo que van a resolver sus pesadillas y que su realidad se parece a un mal sueño que va a terminar.
Pero lo más difícil, es incorporar a nuestro socio-drama los argumentos que pretenden hacernos creer que la carrera desenfrenada hacia las elecciones, hacia el precipicio y hacia la caída mortal, y vernos devorados por otros cuatro años más, es el único camino que legalmente es posible.

Una cosa es lo posible, pero otra cosa lo real. Cuando existe armonía entre lo que es posible y lo que es real, no hay problema, pues la ley cobra pleno sentido. Las leyes y sus instituciones son el camino para lograr que lo posible se convierta en real. No hay problema. Esa es la lógica que, cuando se practica y se vive de verdad, construye la democracia. Pero cuando la realidad y la ley no coinciden ya más, como está ocurriendo en estos momentos, estamos mal.
Cuando no existe relación entre lo que es posible y lo que es real, lo legal no tiene ningún sentido. En lugar de ser un camino hacia la solución y hacia un nuevo futuro, lo legal se convierte en un problema más que hay que resolver.
Lo real, lo verdadero, es que no vamos a correr alocadamente. No vamos a llegar al final del valle a encontrarnos con el precipicio. No vamos a saltar al vacío. No vamos a perder el más puro de nuestros instintos, que es el de la sobrevivencia. No vamos a dejar que el crimen organizado y el narcotráfico tengan la oportunidad de recomponerse con los nuevos políticos a los que les toca su turno. No. No estamos locos. Esa es la realidad.
Cuando ya no existe relación entre la realidad y la posibilidad, se rompe con el viejo sistema. En lugar de cambios y transformaciones legalmente aceptadas, comienza otra historia: caminamos hacia una revolución.
Una cosa es lo posible, pero otra cosa lo real. Cuando existe armonía entre lo que es posible y lo que es real, no hay problema, pues la ley cobra pleno sentido.