Chile: Cuándo la democracia es funcional

Gonzalo Marroquín Godoy

  • Los chilenos vivieron una dictadura brutal bajo Augusto Pinochet (1973-1990), pero luego han tenido gobiernos de izquierda y derecha con respeto a la democracia.

Más de 13 millones de chilenos se volcaron a las urnas el pasado domingo para votar entre Rechazo o Acepto la nueva Constitución, que se redactó a partir del estallido social que se dio en 2019 y obligó al gobierno del conservador Sebastián Piñera a escuchar la voz del pueblo y aceptar que se necesitaban cambios estructurales en el que fue, por algún tiempo, el país con la economía más pujante de Latinoamérica.

No fue un movimiento de poca monta.  Aquellas protestas ­­–que fueron violentas– provocaron que se llamara a una Convención Constituyente para redactar una nueva Carta Magana.  Por cierto, debemos recordar que ya antes se habían llevado a cabo algunas reformas constitucionales para eliminar vestigios del pensamiento pinochista, aunque no todos.

En ese momento Chile sufrió un enfrentamiento ideológico muy fuerte que hizo que el péndulo fuera hacia la izquierda, con triunfo abrumador en la elección de la Convención Constituyente y luego con la elección de Gabriel Boric como presidente, lo que hizo pensar a muchos que se aprobaría la nueva Constitución, redactada para crear un Estado muy diferente al existente.

Con la euforia que produce el triunfalismo, los grupos de izquierda, representados mayoritariamente en la Convención Constituyente, introdujeron cambios profundos y sustanciales, pensando que la fuerza mostrada en los dos procesos electorales últimos se repetiría en el plebiscito del domingo. No resultó como pensaban y la voz fuerte del Rechazo obtuvo el 62% de los votos, por solamente un 32% del Apruebo.

El presidente Boric salió pronto a defender el ejercicio democrático y llamó a la unidad nacional, para evitar mayor división y confrontación en su país.  Sabia decisión.  Hay que respetar la voz de las mayorías, porque finalmente eso es lo que manda la democracia, el sistema político que, con todo y sus defectos, es el mejor que se conoce hasta ahora, aunque requiere de obediencia legal a sus lineamientos y valores.

Las encuestas ya anticipaban lo que podría suceder en el plebiscito, pero pocos pensaron que la diferencia sería tanta.  Uno de los factores fue que la nueva Constitución planteaba cambios drásticos y el temor al cambio siempre está presente en las personas y sociedades, lo que se reflejó en el crecimiento del voto al Rechazo.

Ha sido evidente la falta de consensos en la Convención Constituyente. Es posible que una Carta Magna más moderada, incluyendo puntos de vistas de todas las ideologías, hubiera logrado avances en la búsqueda de una sociedad más equitativa y respetuosa de los derechos de los demás.

Las voces de ambos extremos son las que ahora se escuchan, no solo en Chile, sino en toda Latinoamérica, pero se debe recordar que el voto democrático debe ser respetado y considerado la voluntad del pueblo.  Llama la atención ver el mapa de Chile mostrando en colores que en todas las regiones ganó el Rechazo.

El primer mapa muestra (en tono verde) la abrumadora victoria de la izquierda en 2020. El segundo, el resultado abrumado del domingo. en ambos casos, la victoria fue en todas las regiones, sin excepción. El movimiento pendular.

En realidad, cuando hay respeto y auténtica democracia, no importa la tendencia ideológica de los gobernantes, porque nunca se verá opresión, ilegalidades, arbitrariedades o abusos del poder político. 

Hay quienes temen que la región latinoamericana se mueva hacia la izquierda. Ese no es el problema de fondo.  La preocupación debe centrarse en la forma de gobierno que asumirán: ¿democrático o autocrático?

Los ejemplos son claros.  Ortega no es despreciable como gobernante por ser de izquierda, es despreciable por ser dictador en Nicaragua, por no respetar el Estado de derecho ni los derechos ciudadanos, lo mismo sucede con Maduro en Venezuela y Miguel Díaz Canel en Cuba.  Pero tampoco es democrática la forma de gobernar de Bukele en El Salvador, quien ya está pensando en la reelección, gracias a su popularidad, a pesar de ser autocrático también.

Nuestra dictadura en ciernes puede ser vista como de derecha, pero no es mala por el pensamiento ideológico, sino por las actitudes antidemocráticas, la falta de tolerancia y de independencia de la justicia, es mala porque se han borrado los pesos y contrapesos.

En cada una de las elecciones que se producen en nuestra región hay lecciones que aprender.  El plebiscito chileno nos muestra que lo que hoy parece escrito en piedra, mañana puede resultar blando y hasta desaparecer.

Es lógico suponer que el proceso de cambio chileno no se detendrá.  Lo importante es que se tome en cuenta el resultado democrático del plebiscito, y que el sector ganador entienda que no se debe dejar de escuchar a las minorías, porque de lo contrario, tarde o temprano volverá la confrontación.

Los ejercicios democráticos consolidan la democracia.  A partir de ahora, son las actitudes de los líderes chilenos las que marcarán la pauta de lo que está por venir. Si las actitudes son serias, respetuosas e inteligentes, el desarrollo de Chile podrá continuar y con más energía, en beneficio de los propios chilenos.  Sí, por el contrario, se busca la confrontación –como sucede en nuestro país–, el estancamiento o retroceso será la nota imperante.