PROVOCATIO: 2ª. Experiencia hospitalaria en el IGSS: La Saga (Lo bueno, lo malo y lo feo)

Los próximos gladiadores deben concentrarse antes de ser lanzados a la arena romana (quirófano y encamamiento) y estar conscientes que una fuerte experiencia les espera.  Hablo de ese segmento clasemediero al que pertenecemos un buen grupo, pues la mayoría de usuarios, vive en tales condiciones de precariedad general, que el IGSS es la menor de todas sus experiencias traumáticas de vida; por eso, no se quejan y quedan agradecidos con lo estrictamente mínimo.
José Alfredo Calderón E.

Historiador y analista político

Los médicos

Lo bueno: Tradicionalmente, el IGSS ha tenido buenos médicos en términos generales y la mayoría de operaciones pueden calificarse de efectivas, dado el entorno, limitaciones y otros INRIS ya conocidos. Algunos de ellos trabajan en hospitales privados de alguna reputación o tienen clínicas privadas con mediano éxito. Así mismo, disponen de becas de posgrado y/o especialización en el exterior. La tecnología del Seguro Social es la necesaria para cubrir cualquier emergencia y está actualizada en avances (con sus excepciones, claro). En cuanto a personalidades médicas, básicamente hay tres, aunque la gama es amplia:

  1. El capaz, profesional y atento (escasísimos)
  2. El “a mí me pagan para hacer lo justo y puntual, no más” (la mayoría), y
  3. El agrandado, que se cree jefe de emergencias del Herrera LLerandi y si lo sacaran del IGSS, no conseguiría trabajo ni en un hospital patito del Centro Histórico por lo que debe hacerle huevos a su carrera en el Seguro Social.

Lo malo: El sistema tipo maquila para operar, lo cual asemeja el Hospital Juan José Arévalo Bermejo a una planta industrial, donde el tiempo es oro.  Se opera al pedalazo porque ya está en fila el siguiente. Si el paciente necesita tres o cuatro días de encamamiento, lo sacan en dos, porque esas “exquisiteces” son para lo privado y las camas (que se mantienen calientes) deben estar listas para la larga espera de muchos pacientes que, incluso, viajan del interior de la República para ser intervenidos.

A esto debemos agregar que el personal paramédico y administrativo normalmente no está en sintonía con los médicosEs importante señalar que hay una competencia evidente de poderes.  Las Seños (enfermeras) son un poder casi autónomo, los médicos se creen los dioses del centro hospitalario y el personal administrativo reclama su propia cuota de poder; reconoce que en el área de encamamiento los reyes son los ya mencionados, pero cuando ellos entran en acción por las gestiones de citas, suspensiones y demás, se vuelven tan reyezuelos como los otros dos segmentos.

Lo feo: Antes, durante y después de tu operación, no sabes quien carajos te va a operar y/o te operó. Dependiendo de con quien hables, las indicaciones varían de Venus a Saturno. Al salir, tu mejor asesoría es un escapulario y la Magnífica, pues las pocas indicaciones (que uno exige a cuentagotas) no te dejan claro qué diablos debes hacer. Se trata igual al que por poco se muere en la intervención, como a aquel que llegó por operación de amígdalas.

Las Seños

Lo bueno: Quienes están a cargo del pool, suelen ser las más experimentadas; eso sí, debes aprender a identificarlas de entrada y tratar de caerles bien, condición sine qua non sin la cual, tu estancia puede tener serias complicaciones. El don de gentes es un área de oportunidad escasa, pero si eres hábil y les encuentras el modo, ya la hiciste.

Lo malo: El desencuentro tradicional y cotidiano entre la fuerza médica y la de las Seños (la mayúscula es importante, para darles su lugar). Algo que terminó por darme risa, es que antes y después de mi operación, la primera ronda de revisión y chequeo la hacen los médicos, con cierta solemnidad, que hace recordar el cambio de guardia en el Palacio, en épocas antañas. Luego, viene la ronda del personal paramédico que acusa igual solemnidad para no desentonar.  En ambos casos, los encamados solo atinamos a observar la parafernalia hospitalaria; unos con asombro, y la mayoría con cara de qué carajos está pasando.

Merecen un capítulo especial. Entre ellas el principio de antigüedad se erige cual jerarquía académica y el don de mando, ampliamente conocido como carácter tóxico, es fundamental para el dominio de la manada.  Cuando encuentras alguna con sentimientos y emociones inusualmente sensibles, debes tener el cuidado que los favores y buenas atenciones no sean percibidas por el resto, porque se pueden ganar un regaño marca satanás. En términos generales, la mayoría son confiables y dada la parquedad de los médicos, es más fácil abocarse a ellas, quienes con base a la experiencia (madre de todas las ciencias) te pueden orientar de mejor forma.

Lo feo: Cualquier resquicio de desobediencia y, en general, todo acto que pueda ser percibido como irrespetuoso a su abolengo y autoridad (término fundamental) puede marcar la diferencia entre un trato digno y sensible a uno propio de entornos coercitivos.

Infraestructura, logística y servicios

Lo bueno: Toma distancia del sistema público nacional y las condiciones pueden catalogarse de mínimas y aceptables, claro está, bajo parámetros muy diferentes a los servicios privados que, por cierto, son carísimos. Por supuesto, descarto aquí, toda la oferta privada ajena al Herrera LLerandi, El Pilar, Centro Médico y Esperanza (ala académica del Herrera). Si no tienes plata para estos nosocomios, es mejor irse al IGSS, el San Juan de Dios o al Roosevelt.

La mayoría de usuarios del Seguro Social no se queja, pues las condiciones del interior de la República son tétricas y la mayoría viven con tales carencias, que el hospital Juan José Arévalo Bermejo les puede saber a resort de primer mundo.

Lo malo: Quienes conocemos el potencial financiero del IGSS, reclamamos que las condiciones hospitalarias y de atención ambulatoria no sean mucho mejores. Hace años entendí que el “negocio”, como me lo explicó el gerente financiero de la época, no son los servicios de salud sino las inversiones financieras del Instituto, el cual, hace temblar al sistema financiero con solo mencionar desinversiones provenientes de las variaciones en las tasas de interés. Este tema da para mucho más, pues constituye un capítulo de corrupción enorme.

Lo feo: Las ISO 9000 parecieran muy lejanas sobre todo en términos de higiene y limpieza. A falta de toallas, te dan sábanas u otro pijama para que te seques.  Los baños siempre están llenos de agua (en el mejor de los casos) y en lugar de cortinas hay unos plásticos horrorosos y rotos. No abundaré en otros detalles en este aspecto porque me parece de mal gusto y el sentido de mis líneas es otro totalmente.

Ingresé el domingo 7 de enero, me operaron el lunes 8 y salí el martes 9. Todas las personas que salieron el mismo día que yo, tenían citas para el mes de febrero; fui el único que lo citaron cuatro días después de la operación.

Ahora viene otro pasaje humorístico de la aventura hospitalaria. Una robusta doctora blanquita me pregunta: ¿Y a usted por qué le pusieron cita tan solo a 4 días de su operación? Buena pregunta le contesto yo, tal vez usted me la resuelve.  En eso entra uno de los doctores que estuvo en el quirófano (sigo sin saber quién diablos me operó) y me pregunta lo mismo: Con paciencia de usuario de comedor solidario le contesto lo mismo que a la doctora.  Ante esto, reacciona rápido y me espeta: “Ya me acordé, a usted lo acabamos de operar y si estuvo difícil la cosa”; de hecho, continúa, “debió salir un día después…” La inmediatez de la cita fue porque querían saber los doctores, cómo se encontraba el paciente que salió con el abdomen con un hermoso color berenjena y tres “cosimientos” tipo pelota de futbol antigua.

Mi organismo es generoso y me recuperé muy rápido, tal y como sucedió en mi operación de hernia umbilical hace dos años. Al final, la operación de vesícula puede calificarse de “exitosa”, pero quienes somos luchadores por los derechos humanos y defensores de la conquista del seguro social, legado de la Revolución de Octubre, mantenemos un reclamo permanente por la dignidad y el mejoramiento de los servicios de salud que pagamos los trabajadores.

La única solución para mejorar el IGSS, es una intervención. Ya sucedió una vez, y muchos testigos damos testimonio de los beneficios observados en ese breve período. Sirva esta resumidísima experiencia con tintes de sarcasmo, para alertar, a quienes por necesidad, debemos seguir usando los servicios del Instituto.

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