PROVOCATIO: En esta encrucijada vital: ¡Todos somos FISCALES!

No es una elección más, ni siquiera una disputa entre partidos; este balotaje es un parteaguas para dejar atrás esa ausencia ciudadana que no permite lograr un verdadero cambio.  Nuestra responsabilidad debe ir más allá del simple voto a favor de la única opción decente; nuestros ojos y oídos deben estar prestos y dispuestos a defender el ejercicio democrático del sufragio y proteger a las autoridades electorales, sean estas de las juntas receptoras de votos o del TSE


José Alfredo Calderón E.

Historiador y analista político

Siempre he dicho que la construcción de ciudadanía plena es uno de los pendientes más críticos de nuestro desarrollo político. Lo digo en términos de constituir una masa crítica que no sea tan minoritaria como siempre lo ha sido.

A lo largo de la historia, los eventos más importantes de este territorio han sido movidos por núcleos de personas ilustradas teniendo como marco una población ausente o tímidamente presente, pero en forma accesoria. Si no, veamos la independencia de la ex Capitanía General del Reino, que se hizo de forma espuria y sin la participación del pueblo. De hecho, el acta de independencia, tanto la real (Plan Pacífico de Independencia) como la que todos conocemos, había advertido de lo peligroso que sería la participación popular en la efeméride.  Por eso, indicaban expresamente que era mejor que las élites criollas la hicieran a su medida.

Ya en la vida “independiente” hubo sucesos clave que no tuvieron sostenibilidad por la no incorporación de las masas a la vida política, social y económica, por la falta de educación. El gobierno progresista de Mariano Gálvez (1831-1839) se adelantó a su época con grandes reformas en favor de la población y el desarrollo, pero la ignorancia y la superstición, favorecieron los ataques de los criollos conservadores y de la Iglesia Católica. 

Ya bajo la forma de República (1847-2023) Guatemala siguió por los caminos del conservadurismo, al extremo de llamar liberal al movimiento de Miguel García Granados y Justo Rufino Barrios, que todos sabemos cómo lideró al país por la vía Junker, que es un sistema agrario en la cual las haciendas feudales se van transformando paulatinamente en empresas capitalistas ya que el terrateniente no desaparece sino que se metamorfosea en empresario capitalista con la consiguiente desaparición de la economía campesina. En esta etapa, las masas nuevamente ausentes, políticamente hablando.

La Revolución de 1944, por mucho, el movimiento más importante del país, también fue liderado por una pequeña masa crítica pequeñoburguesa; al respecto, invito a revisar los apellidos de los firmantes de la carta de los 300 ciudadanos que pidieron la renuncia de Jorge Ubico. Si bien más adelante Árbenz logró incorporar al campesinado a la dinámica social, gracias a su condición de beneficiarios de la Reforma Agraria, su precario desarrollo económico y político, así como la negativa de Árbenz para armarlos y que defendieran la Revolución, abortó otro período clave que hubiese cambiado el rumbo ultraconservador que hemos tenido desde 1954.

El resto de sucesos posteriores a la contrarrevolución nunca llegaron a tener la relevancia de la primavera democrática.  Las Jornadas de Marzo y Abril de 1962, la huelga magisterial nacional durante el gobierno de Arana Osorio (1973), las protestas populares de 1974 ante el escandaloso fraude electoral en perjuicio del Frente Nacional de Oposición (DC, FURD y PAR), constituyeron sucesos importantes con amplia participación popular, pero se desvanecieron con la misma fuerza que surgieron. 

La participación de las masas bajo la expresión social de calle y la lucha armada, se da en los setenta y sobre todo en los ochenta, pero todos sabemos que pasó después.

Desde las elecciones de 1985 en las que gana Vinicio Cerezo, el país no ha pasado por una verdadera construcción de ciudadanía, incluso, se ha acentuado la falsa y triste creencia que la democracia se reduce a votar cada cuatro años.

Las Plazas de 2015 y 2017 son los últimos ejemplos de participación popular, pero sin claridad política y sujetos a manipulación, lo cual, hizo diluir esa esperanza por un verdadero cambio.

Habiendo contextualizado históricamente el punto central de mi artículo, quiero esbozar lo que significa una verdadera ciudadanía y la oportunidad que este 20 de agosto la ejerzamos, con el compromiso en el futuro cercano, de hacerla más sólida para darle sostenibilidad y constituir una masa crítica mucho más amplia.

Para el efecto, me valdré de las ideas expuestas por el Dr. Carlos Aldana en su libro: “Ternura y Postura” cuando en uno de sus pasajes indica: “La persona sólo se desarrolla integral y plenamente cuando también es ciudadana, en el sentido de que aprende a percibir, comprender, recibir y atender las distintas sensaciones que provienen de su sociedad: el dolor, la injusticia, la exclusión, la resistencia, la esperanza, la capacidad de expresión o propuesta alternativa, la lucha por la dignidad y los derechos humanos…”

Entiendo que muchos asumen su condición de ciudadanía civil (mayoría de edad y obtención del DPI) pero no la plena que, como ya expusimos, es más compleja y abarcadora. No entenderlo así, dejaría a los niños y adolescentes, por ejemplo, fuera del ejercicio de sus derechos ciudadanos.

Ser ciudadano “… se refiere a la actitud, compromiso y estructuras jurídicas y políticas que impulsan, posibilitan y amplían las relaciones, aportes y participación diversa de las personas en el entorno social al que pertenecen”. Dicho de una forma más concreta, hablamos de la participación, las relaciones, los aportes y compromisos que una persona asume a favor del desarrollo y transformación de su sociedad, desde el mismo nivel familiar hasta los organismos del Estado.

Los individuos que se consideran verdaderos ciudadanos, deben asumir una postura frente a la realidad circundante, con las consecuencias que esto conlleva. Tener una posición significa, además, estar a favor o en contra de las dinámicas, fenómenos y hechos de la sociedad que afectan a la mayoría, aunque no necesariamente a nosotros.

La postura implica coherencia, es decir, asumir los hechos y consecuencias de la misma y efectuar acciones en correspondencia a esa posición; la sintonía entre lo que pienso, digo y hago.

En los momentos más críticos la neutralidad no es una opción, pues la misma nos hace cómplices de los que dañan y hacen de su maldad, una forma de vida en perjuicio de los demás, con énfasis en los más vulnerables.

Este domingo 20 habrá todo tipo de riesgos, pero será nuestra prueba de ácido como ciudadanos. La alianza criminal, más amplia, perversa y fuerte que el pacto de corruptos, tratará por todos los medios ilícitos posibles y execrables, destruir la esperanza ciudadana.

No es una elección más, ni siquiera una disputa entre partidos; este balotaje es un parteaguas para dejar atrás esa ausencia ciudadana que no permite lograr un verdadero cambio.  Nuestra responsabilidad debe ir más allá del simple voto a favor de la única opción decente; nuestros ojos y oídos deben estar prestos y dispuestos a defender el ejercicio democrático del sufragio y proteger a las autoridades electorales, sean estas de las juntas receptoras de votos o del TSE.

No se vale la neutralidad, pues quien no asume postura, en realidad ya lo hizo a favor de los corruptos y enemigos del estado de derecho y la democracia.  Todos debemos ser fiscales del proceso, dentro y fuera de los centros de votación.

Sin medias tintas, este domingo votamos por una oportunidad que no volverá en varias décadas. ¡Asume tu responsabilidad ciudadana, más allá de preferencias ideológicas o partidarias! Votar Semilla es empezar a construir futuro.

Este domingo ¡TODOS SOMOS FISCALES!

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