PROVOCATIO: ¿No se atreverán?

  • Es inverosímil que, dada la historia política de este rinconcito que responde al nombre de Guatemala, todavía haya mucha gente que, así como tiene el desgastado y falso “bendiciones” en la boca, también exclame ante un posible rompimiento abrupto: “¡No se atreverán a tanto!«

José Alfredo Calderón E.

Historiador y analista político

Habría que investigar si existe algo como el hipotálamo colectivo dañado, ya que esta es la parte del cerebro que tiene que ver con la formación y el procesamiento de la memoria a largo plazo. Al parecer, la parte más activa sería la amígdala, que regula la memoria emocional y el miedo.

Si fuera posible una revisión colectiva de lo psico-socio-neurológico, deberíamos revisar también el cerebelo y la corteza prefrontal de los guatemaltecos, los cuales afectan la memoria motriz y el aprendizaje, así como la memoria de trabajo y la planificación. Por cierto, la planificación de mediano y largo plazo es una de las falencias más sensibles que acusa la administración pública.

Y cómo no ver afectadas estas áreas, si nuestro contexto desde la constitución de la República el 21 de marzo de 1847 ha representado muchas décadas de facto y tan solo una, constituida por los 10 años de primavera democrática con la Revolución de Octubre (1944-1954). Este es, sin duda, un factor histórico fundamental para entender esa normalización que hacemos de la vida política, social y económica sin democracia y estado de derecho.

En 1871 se tuvo una reforma liberal que fue ultraconservadora y de esa fecha a la caída de Jorge Ubico (73 años) hubo 3 gobiernos dictatoriales y despóticos que sumaron más de medio siglo (51 años en total): 15 de Justo Rufino Barrios, 22 de Estrada Cabrera y 14 de Ubico. El resto de gobiernos en este ínterin, tampoco fueron democráticos, pero duraron muy poco pues la interrupción de sus períodos “legales” era una constante. Esta distorsión política fue adecuando la psiquis colectiva del guatemalteco, viendo como normal, algo notoriamente anormal.

Ahora veamos la historia más reciente después de la contrarrevolución, que implicó una larga dictadura militar desde 1954 a 1985 (31 años). Cuando el Dr. Juan José Arévalo regresó de su exilio el 29 de marzo de 1963, muchos exclamaron que no se atreverían a cortar de tajo la posibilidad de un segundo mandato del expresidente. Horas después, el alto mando del ejército da golpe de Estado el 31 de marzo.

Cuando el Lic. Julio César Méndez Montenegro gana las elecciones en 1966, muchas amenazas, fundamentalmente militares, circulaban en el ambiente. Nuevamente las voces inocentes (¿o mal intencionadas?) exclamaron que nada podría contra lo que dieron en llamar: “el tercer gobierno de la revolución”. Luego, antes de tomar posesión, el alto mando del ejército lo obliga a firmar un vergonzoso pacto al que los periodistas llamaron posteriormente “Concordato”, en el que los castrenses inutilizaban al gobierno civil mediante la subordinación forzada.

Las lecciones históricas continúan con el escandaloso fraude de las elecciones de 1974. Al conocerse a boca de urna la contundente victoria del Frente Nacional de Oposición –FNO– que estaba conformado por la Democracia Cristiana, el Partido Revolucionario Auténtico y el Frente Unido de la Revolución Democrática, muchos dijeron que el gobierno militar y los gringos no se atreverían a forzar los resultados; y claro que los forzaron, de la forma más grotesca.

Durante el golpe de Estado del 23 de marzo de 1982 que llevó a Ríos Montt al poder, pocos imaginaron que habría otro golpe tan solo un año y cuatro meses después con Mejía Víctores (8 de agosto de 1983).

Hay otro hecho que se repite y que pocos acusan conocimiento o atención sobre el mismo. En el gobierno de facto del coronel Enrique Peralta Azurdia, se estableció una Asamblea Nacional Constituyente que dictó (en las peores condiciones posibles) la penúltima constitución en 1965 y solo la hizo vigente una vez salieron los militares del poder.  Exactamente 20 años después, pasa lo mismo, los dos golpes de Estado ya apuntados, son el marco para la instalación de otra constituyente y la promulgación de nuestra actual Carta Magna. De la misma forma que en 1965, la misma solo entró en vigor una vez que los castrenses entregaron el poder formal.

La historia sigue, pues el espíritu de los Acuerdos de Paz ya reconocidos como acuerdos de Estado (Decreto Legislativo 52-2005) anhelaron el NO regreso de los militares de ninguna forma. Muchos dijeron que era imposible un retorno al pasado, pero el 14 de enero de 2012 asume la presidencia un general de inteligencia y esto sería el inicio de la debacle nacional que se agravaría después con los gobiernos de Jimmy y Giammattei.

Con Jimmy en el poder, surgió de nuevo el “no se atreverán” a sacar a la CICIG y ejercer una regresión troglodita al pasado.  Todos sabemos que pasó. Del actual mandatario ni hablar, pues con él se consolidó la total cooptación del Estado y la situación actual. Al día de hoy, han hecho lo que han querido con la ley y la impartición de una “justicia” sesgada. Han perseguido, encarcelado y/o forzado al exilio a muchos jueces y operadores de justicia probos, así como periodistas independientes.

El sistema se adapta –perversamente– a cualquier situación histórico-concreta. Si bien los golpes de Estado tradicionales son cosa del pasado, la misma historia nos enseña cómo se dieron otras variables, igual de efectivas. Con Vinicio Cerezo fueron los golpes técnicos (mayo 1988 y 1989), con Serrano fue el “autogolpe” (1993) y en nuestros tiempos, la cooptación total de la alianza criminal permite hacer “golpes pausados”. Todos estos ejemplos tuvieron a su favor la planificación previa y minuciosa. Hoy, en cambio, están asustados e improvisan sobre la marcha.

El plan A sigue vigente tras los fracasos bajo las formas de B, C, D, según el avance del proceso. “No pudimos hoy, quizá mañana”. Impedir la llegada al 20 de agosto sigue siendo la prioridad, si esto fracasa (como todos los demás intentos), probarán a generar violencia el “Día D” y amedrentar a los votantes. Luego, viene lo más difícil, el lapso al 14 de enero de 2024 es enorme (5 meses).  Por si fuera poco, todavía les queda lo que algunos fachos han dado en llamar la salida menos fáctica; institucional, dicen los más descarados: Desaforar a un presidente en funciones por medio del Congreso.

¡Por favor! No me digan que “no se atreverán a tanto” pues las lecciones históricas han sido variadas y contundentes. Por esto y mucho más, la victoria en el balotaje debe ser masiva y aplastante. Pero tampoco basta, es esencial el acompañamiento de calle que proteja la llama de un nuevo futuro. ¿Redes? Sí, pero como complemento creativo. ¿Miedo? Solo a la continuidad de la corrupción y la ignominia ¿Para atrás? ¡¡Ni para ganar impulso!!

Mientras nos decidimos a salir a las calles masivamente, el golpe sigue a pausas con la reciente decisión de la CC de denegar el amparo a Semilla y darle vía libre al MP para continuar el proceso de cancelación después del 20 de agosto.

¡O reaccionamos o esta oportunidad no se repite en 30 años!

José Alfredo Calderón E.

Historiador y analista político