El Socialismo del Siglo XXI y la Revolución Bolivariana de Hugo Chávez, y el subsecuente Nicolás Maduro, siguen batiendo récores.
En 2015, por ejemplo, Venezuela se ubicó entre los primeros países del mundo con el mayor número de muertes violentas. Según el Observatorio Venezolano de Violencia, la relación es de 90 asesinados por cada 100 mil habitantes, con una cifra que casi llega a las 28 mil personas (27.875). Del total de muertes violentas en América Latina y el Caribe, el 19 % lo aporta el chavismo.
Y de economía ni hablemos. El déficit fiscal llegó al 20 % del Producto. De un PBI que cayó en el año entre un 10 y un 12 %. La inflación supera al 250 %, en una carrera alocada en la que nadie se anima a pronosticar las cifras que puede alcanzar. El valor real del dólar, en el mercado paralelo, supera en 120 veces al oficial.
En dos años se multiplicó por una vez y media el número de habitantes en situación de pobreza. Más de dos tercios de la población la sufren y la mitad de esta ya está en situación de pobreza extrema.
En lo que hace a la vigencia del sistema democrático, los chavistas siempre “van mas allá”. Duplican la fórmula de los tres poderes independientes de Montesquieu. En Venezuela son cinco, con opción a seis a raíz del surgimiento del inédito Parlamento Comunal Nacional. Este fue inventado por Chávez –hombre previsor– en 2010, pero recién comenzó a funcionar nueve días después de que el chavismo perdiera las elecciones para la Asamblea Nacional el pasado 6 de diciembre. Con este “parlamento”, de las comunas, calificado de “espacio socialista”, Maduro y Diosdado Cabello buscarán recortar los poderes y neutralizar a la flamante Asamblea Nacional. Esta, con mayoría opositora, en los hechos pasó a ser el único poder independiente.
Al Poder Ejecutivo y la Asamblea Nacional (legislativo), mas el recién puesto en vigencia Parlamento Comunal Nacional, se suman el Judicial ( Tribunal Supremo de Justicia [TSJ]), el Electoral (Consejo Nacional Electoral [CNE]) y el Poder Ciudadano.
Sobre la “independencia” del Consejo Nacional Electoral, de mayoría chavista, militantes y confesos, los hechos hablan por sí mismos y no dejan dudas. El Poder Ciudadano, en tanto, es ejercido por el Consejo Moral Republicano (CMR), que lo integran el Defensor del Pueblo, el Fiscal General y el Controlador General, sobre quienes huelga aclarar a quién obedecen.
En cuanto al Tribunal Supremo de Justicia, también los antecedentes hablan “para qué lado patea y viene pateando”. Es más, este cuerpo acaba de suspender la proclamación de tres diputados de la oposición, con lo que la priva de llegar a la cifra clave de los dos tercios de integrantes de la Asamblea Nacional.
Maduro agradecido, pero igual se ocupó de que la Asamblea chavista saliente designara hace unos días a 13 nuevos magistrados para el TSJ, más sus 21 suplentes. Por cualquier eventualidad.
Esta es, según Maduro, “la nueva modalidad de democracia que viene de Venezuela y sale de Venezuela como propuesta”.
Parece broma. Pero es en serio.
Veamos. El Poder Electoral es el que “que se encarga de hacer la imparcialidad a la hora de votar”. Y el Poder Ciudadano, con su Consejo Moral, se ocupa de la ética pública y la moral administrativa, y “velar por la buena gestión y la legalidad en el uso del patrimonio público, y por el cumplimiento de los principios constitucionales…” en Venezuela.
Menuda tarea la del CMR en la Venezuela de hoy, si efectivamente, como debe, se dedicara a ella.
Pero parece que el CMR se va a ocupar en especial, al igual que el Parlamento Comunal, de frenar la tarea de los 112 parlamentarios que el pueblo venezolano –cuya decisión no pudieron torcer ni el Ejecutivo ni el Electoral y solo se atrevió a hacerlo en algo el Judicial– eligió para terminar con el régimen chavista.
Del total de muertes violentas en América Latina y el Caribe, el 19 % lo aporta el chavismo.