Tragedia en Texas: … ¿Quiénes son los culpables?

Es más fácil apuntar el dedo acusador hacia un tercero, que reconocer la responsabilidad que se tiene.  La migración hacia Estados Unidos no es culpa de los coyotes.

Gonzalo Marroquín Godoy

Impactante noticia.  Al momento de escribir este Enfoque se había identificado a siete guatemaltecos entre los 50 migrantes que fueron encontrados muertos en el interior de un camión, cerca de San Antonio, Texas, pero aún había algunos cuerpos sin identificación plena, por lo que el número de connacionales fallecidos podría ser mayor.

Estamos ante una gran tragedia que muestra –¡una vez más!– los graves riesgos que enfrentan los migrantes cuando deciden viajar ilegalmente hacia Estados Unidos en busca de oportunidades que se les niegan en su propio país. Es un drama que explosiona ante nosotros cada vez que nos llegan noticias como la que ahora nos consterna y lleva luto a decenas de familias.

Sin embargo, algo que debemos tener presente es qué ni las anteriores tragedias, ni esta, ni las que puedan venir, detendrán el flujo migratorio hacia el Norte, simple y sencillamente porque salir del país para buscar una mejor vida se ha vuelto casi una obligación para muchísimos guatemaltecos, desesperados ante la patética realidad nacional.

Para muchos, es difícil entender desde la comodidad de nuestras salas la situación que viven quienes deciden arriesgar sus vidas en un peligroso recorrido por México y Estados Unidos para lograr su sueño americano.

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Sin embargo, la causa de esa enorme migración –que no es nueva–, no es porque existan coyotes. No, se trata de un movimiento de personas que sueñan con algo mejor que lo que tienen en su propio país, en donde tenemos paupérrima educación, asistencia de salud bastante menos que mediocre, y donde las oportunidades laborales o de emprendimiento son prácticamente nulas, especialmente en el área rural.

¡Es el Estado de Guatemala el principal responsable de esta situación! 

Los migrantes ven como sus padres no lograron superar su condición de pobreza y no quieren lo mismo para ellos y sus hijos.  Por eso prefieren arriesgar sus vidas –incluso las de sus familias–, con la esperanza mejorar sus ingresos y poder salir adelante ellos y sus familias.  Son hombres y mujeres que no se resignan a lo que tienen en la actualidad y por eso prefieren correr todo tipo de riesgos.

Ayer, desde la comodidad de un lujoso hotel en Washington, el presidente Alejandro Giammattei envió el siguiente tuit (textual):

¡Es imperdonable que se sigan perdiendo vidas inocentes por el tráfico de migrantes! Mis condolencias a las familias de los fallecidos en Texas. Es imperativo que se encuentren mecanismos para el endurecimiento de penas y que el coyotaje sea un delito con fines de extradición.

Parece la reacción de un gobernante humano, pero hay que fijarse que trata de lavarse las manos –al mejor estilo de Poncio Pilatos–, tirándole toda la carga de responsabilidad a los coyotes, cuando en realidad estas situaciones se producen porque el Estado es el que les falla a las personas y no encuentran más remedio que asumir los riesgos para buscar la vía de la superación.

Los guatemaltecos que han migrado a Estados Unidos demuestran claramente que son personas valiosas.  Tanto es así, que la economía guatemalteca descansa principalmente sobre sus hombros. No descansa sobre las exportaciones, tampoco sobre la productividad. Nuestra economía depende de las remesas familiares, que influyen directamente para el sostén de la macroeconomía y alivian la presión social.

Endurecer las penas para castigar a los coyotes no es complicado.  Basta que todo el oficialismo en el Congreso reciba la orden para que los diputados títeres levanten la mano para hacerlo.  Lo difícil ¡y lo responsable!, sería encausar las políticas públicas hacia la debida atención de las escuelas y los programas de educación; que los niños ya no sufran desnutrición infantil crónica –somos el peor país en Latinoamérica–; que se mejore la infraestructura; que crearan empleos; y, definitivamente, que se dejara de robar tanto en todas las instancias del Estado.

Con un país diferente veríamos que poco a poco habría menos personas haciendo cola para contratar coyotes.  El presidente debe reconocer que es el Estado el verdadero responsable de esta y todas las tragedias.  

Desde mi trabajo como periodista comprendo que lograr este cambio no es fácil.  El problema es que pasan los gobiernos, cambian los presidentes, los colores y sabores de los partidos, pero todo sigue igual… con el único cambio de que cada vez hay más corrupción e impunidad.

Si el presidente y su equipo de trabajo dedicaran el mismo esfuerzo en mejorar las condiciones socioeconómicas, como el que dedican a mantener el marco de impunidad en el país y a fomentar la corrupción, otro gallo cantaría.

¡NO!  El problema y la causa no son los coyotes.  El problema es el Estado.  El problema son los funcionarios corruptos e ineptos. Y eso indigna más cuando vemos estas tragedias.