Tradición y toques asiáticos en una “escuela de la ginebra” de Singapur

El perfume de pino, cítricos y flores invade una destilería de Singapur, donde los alumnos aplastan bayas de enebro y las mezclan con otros ingredientes para fabricar una ginebra con toques asiáticos.

En este «escuela de la ginebra», que cada semana organiza cursos, las mesas están llenas de alambiques de cobre y vasos de precipitados de cristal. Las estanterías rebosan de cajones llenos de hierbas aromáticas y especias.

Los profesores alientan a sus alumnos a ser creativos y a inventar sus propias combinaciones de aromas (florales, herbáceos, picantes o con toques cítricos), mezclando ingredientes clásicos, como las bayas de enebro o el cilantro, con otros de la cocina local.

También pueden usar plantas, frutos como el tamarindo, hojas de pandan o bastón de emperador, todos ellos ingredientes típicos de la cocina del sureste de Asia.

Según Jamie Koh, la fundadora de la destilería Brass Lion donde cada semana hay clases de la «escuela de la ginebra», la fabricación de este alcohol es una oportunidad para «ser muy creativo».

«Se pueden utilizar solo tres plantas o al contrario usar un millón», explica.

Tradicionalmente la ginebra tiene una base de bayas de enebro pero se pueden añadir muchas otras plantas para crear todo tipo de aromas.

Tonya Shaw, de 45 años, toma un poco de galangal, un rizoma con toques de limón, lo huele, lo corta y lo pone en una bandeja donde ya tiene preparadas lavanda y rosas.

«Me gusta poner un poco de sabor de cítricos y un toque floral, me inspiré del Earl Grey, mi sabor preferido», dice.

Para destilar, los alumnos usan un método simplificado.

Primero calientan un alcohol neutro en sus alambiques, luego lo vuelven a destilar con una mezcla de especias o plantas y añaden agua para lograr el resultado deseado.

El interés por las ginebras con sabores originales es cada vez mayor en todo el mundo, también en Singapur, donde hay numerosos bares que sirven cócteles y alcoholes de todo tipo.

A pesar de su reputación de lugar aburrido y con una legislación muy estricta, la ciudad-estado se ha convertido en el lugar ideal para degustar la gastronomía asiática gracias a sus cada vez más bares y restaurantes 

Tras haber elaborado su ginebra, los aprendices de alquimista la ponen en un una botella y la llevan al bar para elaborar un gin-tonic. Tras el curso, que cuesta 198 dólares de Singapur (145 euros), pueden llevarse a casa 500 mililitros de su creación.

Daniel Lim destiló una ginebra a base de citronela, hoja de lima kaffir y tres trozos pequeños de chile ojo de pájaro.

«Quise probar un sabor de Singapur», explica a la AFP este hombre de 30 años. «Y logré un efecto wasabi, sube directamente a la nariz».