Selección Nacional: Termina un sueño y empieza uno más grande

  • Con el alma en la cancha: Guatemala rozó anoche la final de la Copa Oro, al perder apretadamente 2-1 frente a Estados Unidos
  • Por momentos, la Azul y Blanco llegó a superara a los anfitriones estadounidenses.
  • México venció también apretado y sufrido a Honduras y los dos norteamericanos jugarán la final el domingo.

Carlos María Salvado

Por momentos, pareció posible. Más que eso: por momentos, Guatemala fue mejor que Estados Unidos. Con el pecho inflado, la camiseta empapada y el alma encendida, los chapines jugaron uno de esos partidos que quedan grabados en la memoria colectiva, no por el marcador final, sino por la forma en que se jugó.

Fue una batalla de noventa minutos, intensa, vibrante, con la ilusión de millones empujando desde cada rincón del país. Pero el fútbol es cruel a veces. Y esta vez, el sueño se quedó a centímetros de la gloria.

Desde el primer minuto, la Azul y Blanco mostró que no había viajado para ser espectador. Presionó alto, recuperó balones, se paró sin miedo ante el gigante. La defensa, liderada por los sólidos Aarón Herrera y Nicolás Samayoa, contuvo las embestidas de los rápidos estadounidenses. El mediocampo con Robles, Rosales y Altán fue un pulmón imparable y adelante Muñoz, Santis y Rubin ofrecían sacrificio y llevaban peligro. El público lo notó: había algo diferente. Guatemala no estaba improvisando. Estaba convencida de que podía ganar.

Y tuvo ocasiones. Vaya que las tuvo. En el minuto 32, un disparo cruzado de Rubio Rubín rozó el palo. Al 55, un cabezazo de Nicolás Samayoa obligó a una atajada milagrosa del portero norteamericano. Cada intento encendía las tribunas, cada recuperación era una declaración de guerra.

Pero Estados Unidos es Estados Unidos. Con toda su estructura, su experiencia, su físico dominante. Un error en salida, una jugada rápida y un remate seco bastaron para cambiar el curso de la historia. El gol llegó frío como una sentencia. Guatemala no bajó los brazos. Fue con todo. Con garra, con coraje, con corazón. Al 83, un disparo de Óscar Santis reventó el travesaño. Al 89, la última pelota voló al área como una plegaria. Pero esta vez, no hubo milagro.

El árbitro pitó y la tristeza fue inevitable. Los jugadores cayeron al césped, extenuados, dolidos, sabiendo que dejaron todo. El público aplaudió, de pie, con respeto y orgullo. Porque esta Guatemala fue digna. Fue fuerte. Fue valiente. Jugó de igual a igual ante una potencia continental. Y eso no es menor. Eso es señal de que el camino es el correcto.

La afición chapina no abandonó a su Selección Nacional y disfrutó con su gran desempeño en el torneo de COCACAF.
México también sufrió: un pase entre sombras

En la otra semifinal, México también caminó por la cornisa. Honduras, sin complejos, le disputó cada pelota como si fuera la última. El partido fue trabado, físico, de pocas ocasiones claras y mucho roce. El Tri no encontraba claridad, y por largos minutos pareció superado en intensidad.

Un gol sufrido y trabajado de México en el minuto 50 definió el partido. El anotador fue el ariete mexicano Raul Jiménez. Pero nada más. Honduras estuvo a tiro del empate. Incluso rozó el gol en los minutos finales. Fue un partido tenso, áspero, que pudo haber terminado de cualquier forma. Tal como el Guatemala-EE.UU. La diferencia fue mínima. Un detalle. Un rebote. Una atajada.

Los gigantes del área volverán a cruzarse en la final: México y Estados Unidos, los dueños históricos de la Copa Oro, se citan una vez más. Pero el mensaje está claro: el resto del área ya no se achica. Hoy, el margen es mínimo. Guatemala lo demostró.

Ahora, la mente en el Mundial

Para Guatemala, el foco cambia. El dolor de la eliminación se transforma, desde hoy, en motivación para lo que viene: las eliminatorias rumbo a la Copa del Mundo 2026.

El 5 de septiembre, la Azul y Blanco recibirá en partido crucial a El Salvador, el primer juego de una cuadrangular complicada en la que también esperan Panamá y Surinam. Solo el primero del grupo avanzará directamente a la siguiente fase. No hay margen de error. Es ganar o ver el Mundial desde casa.

Este equipo ha demostrado que puede competir. Que tiene fútbol, juventud, carácter y un cuerpo técnico que ha inyectado mentalidad. Pero ahora, debe demostrar constancia. Convertir esa garra en puntos, ese corazón en goles, y esa ilusión en una clasificación que el país ha esperado durante más de seis décadas.

La historia no terminó anoche. Apenas comienza un nuevo capítulo.

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