¿Se justifican las protestas?

Cuando grupos de la sociedad salen a protestar, es porque existe malestar, desean cambios y no están a gusto con lo que sucede en su país o comunidad.

Gonzalo Marroquín Godoy

Hoy será un día de marchas de protesta en la ciudad capital.  El Comité de Desarrollo Campesino (Codeca) ha convocado a todas sus filiales en el interior para que participen en la jornada de marchas y una gran concentración final, con el objeto de expresar su malestar en contra de los tres poderes del Estado, marcados fuertemente por corrupción, impunidad, incapacidad y hasta mala fe.

De acuerdo con lo expuesto por los organizadores, presentarán una serie de exigencias que van desde la renuncia del presidente Alejandro Giammattei y la fiscal general Consuelo Porras, hasta plantear que el Congreso detenga la aprobación de leyes impopulares, que cese la represión contra operadores de justicia, derechos humanos y periodistas, además de demandar que se contenga el alza al costo de la vida y se garantice la transparencia de las próximas elecciones.

Evidentemente hay dos visiones diametralmente opuestas sobre lo que últimamente he dado en llamar La Guatemala de hoy, que no es otra cosa que el país que se ha venido construyendo durante las últimas décadas.

Por un lado, Codeca ve un sistema político corrompido en grado sumo, que ha cooptado los tres poderes del Estado, creó un marco impresionante de impunidad, es ineficiente, no incluyente y, en definitiva, no busca el bien común ni respeta la Constitución.  Claro, lo dicen con otras palabras, pero en el fondo es así como ellos ven la situación nacional en este momento.

Si se analiza por áreas más específicas, se puede agregar que la educación es un desastre, al igual que las carreteras y la salud, mientras que el Estado se ha vuelto un botín de la clase política, en donde todos los negocios están vinculados al grupo dominante, desde la concesión de obras, hasta la entrega de plazas a parientes y amigos sin ton ni son.

La otra visión, es la que expuso ayer el presidente Giammattei en Naciones Unidas.  Es La Guatemala de las Maravillas, llena de utopías, basadas en el supuesto de que todo marcha sobre ruedas: la economía está boyante –¿la de quién?–; se atiende la salud –¿y la desnutrición?– ; educación –¿con uno de los peores índices en la región?–; apoyo a la justicia –pero sin independencia–; combate al narcotráfico; transparencia (¿?); e infraestructura –no viaja por tierra–.

Es evidente que se trata de visiones totalmente antagónicas. Los gobernantes suelen perder de vista la realidad nacional.  Escuchan a todos los de la rosca que los rodea, los mismos que suelen actuar como sobalevas y, para colmo de males, ignoran la porquería que ellos mismos suelen producir, fomentar o tolerar en su entorno.  Es mejor ver lo bueno que les presentan sus funcionarios, que la realidad que les muestra la prensa independiente y la población, que es la que sufre los efectos del fracaso cualquier administración.

Codeca es una organización popular a la que muchos critican y le tienen desconfianza.  Se le ubica en la izquierda ideológica radical y se les relaciona con grupos que roban electricidad en algunas comunidades del interior del país.  Se dice de ellos en esto último, que actúan con impunidad.

Pero volviendo a la pregunta con la que abre esta columna: ¿Se justifican las protestas?

Desde mi punto de vista las protestas en La Guatemala de hoy son, no solo válidas, sino necesarias.  El sistema político está más que agotado, fallido. Las elecciones que tenemos a la vista no representan siquiera una solución y más bien apuntan a ser la continuidad del desastre en que hemos caído. Son necesarias, porque no se puede tolerar tanto abuso.

Nunca se había visto la justicia como ahora.  Todas las instituciones bailando al son que les tocan.  Es vergonzoso y preocupante tener una CSJ espuria –de facto, se puede decir–, una CC no solo dócil, sino servil, y un MP que se presta para perseguir a quienes el régimen considera sus enemigos.  Apenas quedan unos jueces independientes y ahora mismo son sometidos a un acoso para apartarlos y que otros cedan.

Lo malo es que el país puede ir a los radicalismos si no se empiezan a corregir todas estas anomalías.  Si la corrupción continúa galopante y la pobreza aumenta y la inconformidad sube de tono, tarde o temprano la olla de presión estallará, como ha sucedido en otros países.

Cuando el sistema político se torna fallido, es lógico que se exijan cambios, y cada vez más radicales.

La Guatemala de hoy, no es la que describió ayer Giammattei ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.  No creo que sus palabras impresionaran a la mayoría de países que tienen relaciones estrechas con nosotros.  En conversaciones con el mundo diplomático se puede comprobar que ellos ven más cerca de la realidad al pueblo que protesta y exige cambios, que a los políticos que quieren seguir disfrutando de la Guayaba.

Recordemos el movimiento ciudadano del 2015.  Ese movimiento en La Plaza provocó cambios… aunque lamentablemente el sistema político reaccionó y los aprovechó para salir con el engaño de ni corrupto ni ladrón… igual que los otros. Por eso estamos como estamos, por eso nunca progresamos…