República Federal de Centro América: La unión nunca alcanza estabilidad

Desequilibrio político y constantes brotes de división marcan los poco más de tres lustros de existencia de la República Federal de Centro América (1824-1840). El nuevo Estado, integrado por las cinco provincias, sobrevive a una guerra civil, pero las divisiones son marcadas y resulta imposible mantener la unidad, dando paso a la independencia definitiva de las cinco naciones centroamericanas.


Desde el mismo inicio de la creación de la República Federal de Centro América, el 22 de noviembre de 1824, el nuevo Estado vive un ambiente de zozobra política y militar. En el orden social y económico tampoco había condiciones para pensar que el camino sería sencillo, sin un sistema tributario adecuado y con incontables necesidades en cada provincia, todas ellas bastante aisladas entre sí.

La elección del prestigiado militar salvadoreño Manuel José Arce y Fagoaga como primer presidente de la Federación, estuvo marcada por una fuerte manipulación política en el Congreso recién integrado. Fue elegido por encima de José Cecilio del Valle, el otro candidato, quien obtuvo mayor número de votos en la elección popular.

En la búsqueda de un equilibrio político, Arce, un liberal de la época, se aparta de su propio partido para acercarse a los conservadores, pero termina riñendo con unos y otros, lo que supone el inicio de vaivenes que alcanzan la ingobernabilidad.

Guatemala es la capital federal y se establecen allí el gobierno federal, pero también el Gobierno estatal —hay uno en cada provincia—. Como jefe de Estado de Guatemala se elige a un liberal radical, Juan Barrundia, quien ve con desconfianza el posible avance de los conservadores en el gobierno federal. Se abre así una brecha y confrontación entre él y Arce.

En octubre de 1826, el Presidente Federal se deja llevar por rumores. Ha escuchado que Barrundia prepara un golpe de Estado en su contra y ordena su captura, al tiempo que disuelve el Congreso Federal para evitar más agitación política. Lo hace basado en el Artículo 127 de la Constitución, el cual establece lo siguiente: Cuando el presidente sea informado de alguna conspiración o traición a la República, y de que le amenaza un próximo riesgo, podrá dar órdenes de arresto e interrogar a los que se presumen reos. Esto, en apariencia, no le daba potestad para arrestar a una autoridad tal, pero no fue impedimento para que lo hiciera.

El vice jefe del Estado, Cirilio Flores, se declara en rebelión y marcha rumbo a Quetzaltenango, en donde vanamente intenta organizar a la fuerza una tropa para volver a la capital en campaña militar. El pueblo se violenta y le persigue hasta la Catedral, en donde le dan muerte por linchamiento. El historiador Francisco Polo Sifontes comenta en su Historia de Guatemala este incidente, con una frase que explica el momento y lo que está por suceder: Siendo este el inicio de la vida federada, cual podría ser el final.

Los primeros gobernantes de Guatemala no corren con suerte: uno preso —Barrundia—  y el otro linchado —Flores—. Pero la agitación no queda solo en Guatemala, pues al disolver Arce el Congreso Federal, las protestas llegan desde los vecinos Honduras y El Salvador, en donde principian a prepararse para una guerra contra Guatemala.

 

La guerra civil

En medio de aquella agitación político-militar, Arce Fagoaga fortalece su alianza con los conservadores guatemaltecos e intenta también el control del gobierno estatal hondureño en manos de Dionisio de Herrera, a quien intenta derrocar, pero en su defensa sale un militar que escribirá su nombre en la Federación, el general liberal Francisco Morazán, derrotado en la primera batalla por las tropas guatemaltecas al mando de José Justo Milla, quien no solo incendió la capital, sino hizo prisionero a Jefe de Estado Herrera el 10 de mayo de 1827.

Durante varios meses, Morazán es obligado a huir a El Salvador y Nicaragua, desde donde regresa en octubre con un pequeño ejército que se fortalece en la medida en que avanza a Tegucigalpa en su campaña libertadora, la cual gana adeptos políticos, militares y populares.

El 11 de noviembre, en el Valle de la Trinidad, vuelven a enfrentarse las tropas de Milla y Morazán, pero esta vez el resultado es diferente: En tan solo cinco horas de combate el general hondureño aplasta a las tropas federales con su Ejército Aliado Protector de la Ley, como le llama para explicar la causa que sigue. Al día siguiente toma Tegucigalpa y luego asume la Jefatura de Estado.

Pero la agitación no estaba únicamente en Honduras. En marzo, antes del triunfo de Morazán, tropas salvadoreñas intentan invadir Guatemala, pero el propio Arce se pone al frente del Ejército y las derrota. Luego envía tropas al mando del general Manuel de Arzú para tomar el control de El Salvador.

La fama de Morazán está en alza, y los salvadoreños piden su intervención. La guerra civil se extiende y el militar hondureño, al frente de un ejército integrado por tropas de hondureños, salvadoreños y nicaragüenses, se dirige a El Salvador para enfrentar a las tropas federales.

Poco a poco las fuerzas del general De Arzú son derrotadas y él, obligado a huir a Guatemala. Morazán, entonces, entra victorioso en San Salvador el 23 de octubre de 1827.

A principios de 1829, el general Morazán está listo para buscar el poder Federal y del Estado de Guatemala. Con un ejército reforzado por 2,000 soldados salvadoreños invade Guatemala y avanza hacia la capital, aunque encuentra resistencia. La defensa de la capital está a cargo del jefe de Estado, Mariano de Aycinena, quien presenta poca resistencia.

La última batalla se libra en Las Charcas, en las afueras de la capital federal. La amenaza de aplicar la pena de muerte a quienes colaboren con los invasores no surte efecto, y el 13 de abril de 1829 las tropas de Morazán ingresan a la ciudad.

Arce entrega antes el cargo a su vicepresidente Mariano Beltranena y Llano. Con la capitulación se busca un acuerdo decoroso, pero al asumir el poder pleno Morazán, ocurren saqueos —principalmente en templos católicos— y atrocidades contra la población, además de forzar el destierro del arzobispo de Guatemala, Ramón Casaús y Torres.

Victorioso, con todo el poder y la fama, Morazán entrega el poder al Senado, el cual nombra como senador encargado y presidente interino a José Francisco Barrundia, y luego, el mismo Congreso le nombra el segundo presidente de la Federación, para el período 1830-1834, un cargo que mantuvo con algunas interrupciones hasta el final la disolución definitiva de la unidad centroamericana.

 

Otros hechos relevantes

El año de 1938 registra otro hecho relevante en medio de la convulsa Federación de Provincias de Centro América, con el brote de lo que llegó a constituirse como  El Estado de los Altos, o El Sexto Estado. (Ver Crónica del 5 junio 2016: Existió una vez en Centro América el sexto Estado https://cronica.com.gt/cultural/existio-una-vez-en-centroamerica-el-sexto-estado/).

El 2 de febrero, en medio de la anarquía reinante, las fuerzas de un militar que cobra rápida notoriedad, Rafael Carrera, deponen al doctor Mariano Gálvez como Jefe de Estado de Guatemala, y asume Pedro Valenzuela. Pero ese mismo día varios departamentos del occidente del país se segregan de Guatemala para formar un sexto Estado, que terminó siendo reconocido como Los Altos.

Es Carrera con su fuerza y estrategia militar quien obliga a la integración de Los Altos, a la vez que propina las grandes derrotas al general Morazán, obligado a huir humillantemente rumbo a Perú, pues el militar guatemalteco impone a El Salvador que no le concedan ningún tipo de protección o asilo.

Dos años más tarde, Morazán intenta volver por Costa Rica para iniciar nuevas campañas militares, pero es capturado, y el 1 de septiembre de 1842 pasa por las armas.

La Federación se disolvió gradualmente en medio de aquel cuadro anárquico de poder político y militar. El primer país en retirarse fue Nicaragua (abril de 1838), y luego de eso, el Congreso Federal dejó en libertad a los estados para organizarse a su conveniencia. Honduras, Costa Rica y El Salvador siguieron en ese orden en pos de su independencia plena.