PROVOCATIO: “Personas terrible y terroríficamente normales”

“Lo más grave, en el caso de Eichmann, era precisamente que hubo muchos hombres como él, y que estos hombres no fueron pervertidos ni sádicos, sino que fueron, y siguen siendo, terrible y terroríficamente normales.”

 Hannah Arendt

José Alfredo Calderón E.

Historiador y analista político

El episodio que involucra al Ministro de Desarrollo es una descripción gráfica de la debacle moral de este yermo. No esperaba mayor indignación, pero, al menos, no me imaginé el grado de justificación que tendría el reportaje de El Periódico proveniente de los sectores progres y de izquierda.

De la Alianza Criminal, de la que forma parte el funcionario, obviamente no se puede esperar condena alguna. Tampoco de los sectores ultraconservadores que, paradójicamente, son puritanos, defensores de la familia, las buenas costumbres, odiando cualquier tipo de escándalo que involucre lascivia, lujuria, obscenidad, impudicia y otros desvíos de la moralidad cristiana, a la que se dicen tan adosados, todo lo anterior, en el papel por supuesto, pues la mojigatería en este solar es deporte olímpico.

Para quienes no dejó de incomodarles el comportamiento de Romero, la preocupación se centraba en el uso de fondos públicos para sus bacanales, pues sí era de su plata, no veían problema alguno, al ser su vida privada, decían. Esa normalización de lo perverso, esa pérdida completa del talante ético y la moralidad en todos los campos, explica totalmente porqué estamos cómo estamos.

Y no vengo a darme baños de pureza, simplemente he dicho por años y lo sigo sosteniendo, basado en las palabras de Howard Gardner[i]: “Una mala persona no llega nunca a ser buen profesional”.  Agregaría, tampoco un buen político y/o funcionario público.

Lo privado es lo privado –me dicen muchas “buenas personas”– lo único malo sería que utilizara fondos públicos.  En otras palabras, si lo haces en escondidas y con tu dinero (olvidan que es plata espuria), todo está permitido. Motivado por el punto, me puse a reflexionar algunas aristas en torno a lo privado y lo público en políticas y agendas de Estado.

“Beate Rössler (2005) define la privacidad como la capacidad de controlar el acceso a «algo», donde la información es una forma de «algo», pero hay otras más. Ella distingue tres dimensiones de privacidad: a) privacidad informativa, que consiste en el control de la información sobre sí mismo y el derecho a protegerla del acceso indeseado de los demás; b) privacidad de decisión, que implica el control de nuestras decisiones y acciones, y el derecho a protegerlas de la interferencia indeseada de los demás, y c) privacidad espacial, el control respecto a nuestros propios espacios y el derecho a protegerlos de la intrusión indeseada de los demás.”, nos describe John B. Thompsonde la Universidad deCambridge, Reino Unido.

El concepto de lo privado es altamente contextual nos dice Helen Nissenbaum (2011)[ii] afirmando, entre otras cosas, que las concepciones de privacidad se basan en preocupaciones éticas que evolucionan con el tiempo. Su argumento es que lo privado siempre debe ser analizado con relación a las diferentes esferas o contextos en los cuales los individuos desarrollan sus vidas.

En cada uno de estos existen normas específicas que señalan lo que es apropiado y aceptable, en términos de la forma en que la información se revela y comparte. Así mismo, existe otro tipo de normas que llama de distribución o flujo de información.

La antigua idea griega en torno a la esfera privada como espacio físico, como la casa por ejemplo, resulta ahora insostenible en un mundo donde las tecnologías de la información y las comunicaciones han transformado las formas en que se difunde, se accede y se controla la información, nos comenta a grandes rasgos Thompson.

En resumen, que los individuos crean que son y deben ser capaces de ejercer control sobre la información de sí mismos, no significa necesariamente que tengan siempre el derecho a hacerlo, o que cualquier derecho a la privacidad que tengan siempre estará por sobre otras consideraciones, como el talante ético, por ejemplo.

El derecho a la privacidad existe, pero en algunos casos, puede ser perfectamente invalidado por otros factores que aporten más peso en una deliberación normativa, siempre y cuando, claro, mi vida se rija por principios y valores, en una sociedad que también los privilegie. Por eso, cuando la banalidad del mal y, peor aún, la normalización de lo perverso inunda una sociedad, las posibilidades de sobrevivencia íntegra se extinguen.

Les dejo la parte final de una entrevista que le hicieran a Gardner[iii]:

“¿Por qué hay excelentes profesionales que son malas personas?

Descubrimos que no los hay. En realidad, las malas personas no pueden ser profesionales excelentes. No llegan a serlo nunca. Tal vez tengan pericia técnica, pero no son excelentes.

A mí se me ocurren algunas excepciones…

Lo que hemos comprobado es que los mejores profesionales son siempre ECE: excelentes, comprometidos y éticos.

¿No puedes ser excelente como profesional pero un mal bicho como persona?

No, porque no alcanzas la excelencia si no vas más allá de satisfacer tu ego, tu ambición o tu avaricia. Si no te comprometes, por tanto, con objetivos que van más allá de tus necesidades para servir las de todos. Y eso exige ética.

Para hacerte rico, a menudo estorba.

Pero sin principios éticos puedes llegar a ser rico, sí, o técnicamente bueno, pero no excelente.”

Los Romeros abundan y seguirán aumentando mientras existan sociedades que toleren la vulgaridad y las bacanales del funcionariado público, basándose en el muy cuestionable y ya invalidado argumento de la privacidad y el uso o no de fondos públicos para el efecto.

Finalizo con las palabras del Dr. Juan José Arévalo: “La decencia es el más alto título para ocupar un cargo público”.


[i] Neurocientífico autor de la teoría de las inteligencias múltiples

[ii] Privacidad en contexto: tecnología, política e integridad de la vida social.

[iii] https://www.lavanguardia.com/lacontra/20160411/401021583313/una-mala-persona-no-llega-nunca-a-ser-buen-profesional.html