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Cualquiera pensaría que son las élites económicas las más preocupadas por que nada cambie, ya que son los principales beneficiados, pero resulta que los operadores politiqueros de estas (a sueldo o no) son quienes se erigen en los principales defensores, ya que el derrame de privilegios que desechan los que mandan, también les beneficia a ellos bajo diferentes formas, aunque en proporciones mucho menores: puestos de trabajo en la administración pública, consultorías diversas, participación minoritaria en negocios de todo tipo, vocerías de ocasión que pueden ser bien renumeradas y un largo etcétera. |
José Alfredo Calderón E. (Historiador y analista político)
Está claro que el modelo de “democracia” con el que cuenta Guatemala solo beneficia a un grupo elitario que, en los últimos tiempos, permitió que se ensanchase un poco, para satisfacer a esa “clase política” que las mismas élites económicas inventaron y que fueron demandando más espacio y posibilidades de enriquecimiento ilícito, sin tener que depender de sus creadores. Por cierto, recomiendo leer la reciente entrevista a la Dra. Marta Elena Casaús Arzú que toca este mismo tema (Prensa Comunitaria 29-06-25).
La defensa oficiosa que se hace del modelo electorero, me hace recordar aquella famosa frase del periodista deportivo Miguel Ángel Ordóñez L: El futbol de Guatemala no será el mejor del mundo, pero es el nuestro. Los corifeos que defienden el sistema político-electoral parecieran emular al director del programa El Deportito, fallecido en junio del 2000. Estos defensores de ocasión llegan a reconocer algunas fallas en la “democracia guatemalteca”, pero no las atribuyen al diseño estructural e histórico, sino a complicaciones propias del desgaste institucional normal. Ergo, de lo que se trata es de remendar y no refundar el mecanismo eleccionario, mucho menos, las bases sobre las que se asienta.
Estos corifeos no se encuentran todos en el mismo bolsón, pues están quienes replican la narrativa de respetar las formas y la norma establecida (la mayoría); mientras que otros, más pícaros, son quienes generan estos discursos para mantener el statu quo.
Cualquiera pensaría que son las élites económicas las más preocupadas por que nada cambie, ya que son los principales beneficiados, pero resulta que los operadores politiqueros de estas (a sueldo o no) son quienes se erigen en los principales defensores, ya que el derrame de privilegios que desechan los que mandan, también les beneficia a ellos bajo diferentes formas, aunque en proporciones mucho menores: puestos de trabajo en la administración pública, consultorías diversas, participación minoritaria en negocios de todo tipo, vocerías de ocasión que pueden ser bien renumeradas y un largo etcétera.
¿Y el narco? Preguntaran algunos. Son los menos preocupados por dos razones fundamentales: 1. Su fusión con las élites económicas tradicionales y de nuevo cuño, aprovechando el trabajo sucio que estas ya hicieron; 2. La enorme cantidad de dinero lavado que manejan y que hace palidecer las fortunas de sus socios contemporáneos, otrora mandamases únicos.
Quienes desnudamos la realidad del mecanismo electorero, somos fácil presa de la descalificación, pues muchos intereses, no solo de los poderosos, sino también de los que lo defienden a capa y espada, están en juego. El sistema cuenta con todo tipo de protectores, desde los más burdos y, por ello, con menos credibilidad; hasta aquellos más refinados y que matizan su discurso bajo un ropaje progre y hasta contestario del sistema (diversas expresiones de supuestas izquierdas). Hay que guardar las formas –replican– y debemos usar la institucionalidad a nuestro favor –refuerzan–, pues hacer lo contrario es peligroso. En consecuencia, todos los que pensamos fuera de la caja boba de lo establecido, somos desde trasnochados hasta peligrosos terroristas.
La democracia restringida de este país descansa en dos pilares: la obediencia incondicional a la institucionalidad legal establecida, y la periodicidad de las elecciones, en nuestro caso, cada 4 años. Lo anterior, permite que Guatemala se defina como un Estado Híbrido según el concierto de naciones, es decir, una democracia formal deficiente, pero que al menos, pone en escena elecciones periódicas, alejándose así, de las naciones parias señaladas de dictaduras.
Hasta 2023, el Tribunal Supremo Electoral, aún con su desprestigio, guardaba algún grado de credibilidad frente a la ciudadanía. Hoy, el proceso de cooptación de las instituciones del Estado ya está consolidado, por lo que 2027 será un escenario completamente dominado por las mafias y los resultados (planificados de antemano) corresponderán a esta realidad perversa. Por supuesto, quienes manejan el sistema, saben que deben dorar la píldora y, para esto, tienen tres herramientas:
- Confundir a la ciudadanía con muchas plataformas electoreras que parezcan partidos y que den una visión distorsionada de participación diversa; la propia presidenta del TSE habla de 40 posibles “partidos” para las próximas elecciones.
- Permitir que participen dos o tres plataformas con discurso contestatario, pero que, o tienen muy escasas posibilidades, o están coludidas a compadre hablado.
- Optimizar la ignorancia y/o inocencia de las mayorías con derecho a votar, más no a elegir; utilizando un marketing muy básico y que les parezca jocoso, como muchas campañas que ya hemos presenciado.
Una nueva versión de las alegres elecciones se acerca, y aunque conozcamos de memoria los números circenses, igual, grandes y chicos gozarán con los payasos, trapecistas y equilibristas.
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