PROVOCATIO: Las Jornadas de Marzo y Abril de 1962, una conmemoración relegada

Los estudiantes de la USAC y de “postprimaria” (AEU Y FUEGO) lideraron las protestas.  Un mes antes, el 7 de febrero, surge la primera organización guerrillera, el Movimiento Revolucionario 13 de noviembre –MR-13– liderado por Yon Sosa, Turcios Lima y el civil Julio César Macías (César Montes).  Un año más tarde se formarían las Fuerzas Armadas Rebeldes –FAR– y para entonces, la guerrilla conformaba un frente unido con el Partido Guatemalteco del Trabajo, el MR-13 de noviembre y el “Movimiento 12 de abril” formado básicamente por estudiantes.

En mi último artículo de la versión impresa de la revista Crónica (marzo 2022) inicié con la afirmación: “Los acontecimientos importantes suelen celebrarse cada año de acuerdo con los imaginarios sociales establecidos por las élites dominantes de cada época y lugar, las cuales, proyectan sus narrativas para que estas sean apropiadas por la población, según la conveniencia de sus intereses”. En este sentido, quiero traer a colación un aniversario más de un evento muy importante en la historia política de Guatemala, me refiero, a las Jornadas de Marzo y Abril de 1962, las cuales, lamentablemente, se unen a una serie de acontecimientos críticos que son convenientemente olvidados por la narrativa dominante.

Después de la intervención mercenaria de 1954, la conculcación de derechos de toda la población y la represión resultante para quienes osaban manifestar oposición a la barbarie del régimen liberacionista, generaron un escenario de destrucción del movimiento social, académico, artístico, intelectual y político. Después del asesinato del coronel Carlos Castillo Armas, derivado de una conspiración en la que participaron sus mismos allegados, Estados Unidos y sus aliados locales: las élites económicas y el ejército, se apresuraron en darle continuidad a la dictadura militar y respaldaron la llegada al poder de otra versión conservadora.

El gobierno recién electo pronto empezó a evidenciar las debilidades propias de proyectos oportunistas y continuistas, con el agravante de una desbocada corrupción en las arcas nacionales, situación que causó malestar hasta en las propias filas castrenses y, por supuesto, en toda la población. Por su parte, a las élites también les causaba incomodidad el gobierno ydigorista; sin embargo, históricamente, está comprobado que esas “incomodidades” no alcanzan cuando de proteger los privilegios y su condición dominante se trata.

Aunque no agotaré los detalles del movimiento social y político, es importante acotar algunos hechos vitales para entender su importancia.

A pesar del fracaso del alzamiento militar del 13 de noviembre de 1960, esta gesta, cuyos líderes se conocieron como la “Hermandad del Niño Jesús”, debilitó aún más al alicaído binomio gubernamental de Miguel Ydígoras Fuentes y el ganadero Manuel Ralda Ochoa.  No había llegado ni a la mitad del mandato (32 de 72 meses) y el malestar social ya era manifiesto en toda la población.  Un hecho poco conocido lo debilitaría aún más, las fraudulentas elecciones municipales y legislativas del domingo 3 de diciembre de 1961, en el que la extrema derecha se repartió los escaños (50 de 66).  La alianza entre Reconciliación Democrática Nacional                   –REDENCIÓN, el partido de Ydígoras–, el Movimiento Democrático Nacionalista      –MDN–y el Partido de Unidad Democrática –PUD– pronto se desgranó y el gobierno del general Ydígoras ya no solo tenía la animadversión de todos los sectores populares y progresistas, sino también de la oposición política, también de derechas.  No está demás indicar que la participación ciudadana no alcanzó ni la mitad de votantes (44.48%) y que el levantamiento militar del 13 de noviembre llegó a contar con al menos el 30% de miembros del ejército (la mayoría personal subalterno). Por su parte, es importante recordar que el MDN, fue el génesis de lo que sería después el Movimiento de Liberación Nacional –MLN– organización que se llegó a autollamar: el partido de la violencia organizada.

Los alegatos de fraude contra el gobierno de Ydígoras encendieron más a la población y el 1 de marzo de 1962, fecha designada para que los nuevos diputados tomaran posesión, el pueblo organizado ya estaba en pie de lucha.  Los estudiantes de la USAC y de “postprimaria” (AEU Y FUEGO) lideraron las protestas.  Un mes antes, el 7 de febrero, surge la primera organización guerrillera: el Movimiento Revolucionario 13 de noviembre –MR-13– liderado por Yon Sosa, Turcios Lima y el civil Julio César Macías (César Montes).  Un año más tarde, se formarían las Fuerzas Armadas Rebeldes –FAR– y para entonces, la guerrilla conformaba un frente unido con el Partido Guatemalteco del Trabajo, el MR-13 de noviembre y el “Movimiento 12 de abril” formado básicamente por estudiantes. Los civiles Bernardo Alvarado Monzón, Mario Silva Jonama, Joaquín Noval y Bernardo Lemus completaban el círculo principal.  Como dato curioso, fue en el restaurante Fu Lu Sho de la sexta avenida de la zona 1 donde se celebró la reunión fundatoria del Frente Guerrillero, nombrando a Yon Sosa como su jefe militar.

Paros de labores en las facultades de la USAC (dispersas por la ciudad), banderas negras denunciando la “muerte de la democracia” y apoyos de sindicatos y gremios, alentaron manifestaciones cada vez más grandes.  Los paros estudiantiles se trasladaron a las calles y las principales entradas y salidas de la ciudad capital fueron tomadas para impedir el paso de vehículos. El gobierno corta las redes telefónicas mientras los manifestantes toman las radiodifusoras para difundir sus mensajes. Ya no solo ardía la ciudad capital: Jutiapa, Chiquimula, San Marcos, Huehuetenango, Retalhuleu y, sobre todo, Quetzaltenango, se habían unido a las protestas populares.  El movimiento surgido al calor del descontento social se fortalece, al unirse campesinos, pequeños empresarios (sobre todo del comercio), mujeres (de muy destacada participación, por cierto), colegios profesionales, autoridades universitarias y claustros de profesores; artistas, intelectuales, académicos y el poderoso Frente Unido del Magisterio Nacional –FUMN–.   El conato de guerra civil había iniciado en marzo y abril de 1962.

Las demandas contemplaban la anulación de las elecciones legislativas, la renuncia de Ydígoras, la disolución del Congreso, una reforma agraria, la derogación de la Constitución anticomunista de 1956 y el restablecimiento de la de 1945, entre otras demandas menores.  La represión oficial no se hizo esperar, así como el manido discurso que las protestas eran provocadas por “comunistas”.  Cabe destacar que, en un inicio, el ejército no interviene en la represión e incluso algunos oficiales ya habían iniciado pláticas con el movimiento social para un posible escenario “post Ydígoras”.

El general Ydígoras utiliza su último y desesperado recurso: transar con las fuerzas armadas del ejército, cambiando todo su gabinete por ministros militares.  Por otra parte, proporciona un caramelo a la ciudadanía al invitar públicamente al Dr. Juan José Arévalo Bermejo para que regrese al país y participe en las elecciones a finales de 1963, como un ardid para salir de la crisis y evitar su caída. El 29 de marzo de 1963, los diarios anuncian la presencia del primer gobernante de la Revolución en territorio nacional.

Las protestas continúan, aunque sin la contundencia de marzo y abril.  El contubernio entre el gobierno, los militares de línea dura, empresarios ultraconservadores y el departamento de Estado norteamericano se concreta.  La tradición de deslealtad castrense continúa y el coronel Enrique Peralta Azurdia, ministro de la Defensa de Ydígoras, encabeza el golpe de Estado del 31 de marzo de 1963, confirmando que: “La historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa”.  1954 y 1963, son los escenarios que coronan la histórica frase.

Estoy seguro que la mayoría de la población desconoce o ha olvidado ya la importancia de estas gestas, pues la subalternidad raramente construye narrativas dominantes.

José Alfredo Calderón E.

Historiador y analista político