PROVOCATIO: Las buenas personas, la política y el futuro

… buenas personas con el mismo sistema político-electoral, no sirven de nada.  Debe cambiarse la estructura espuria, grotesca, corrupta y siniestra que infecta todo lo bueno que pueda llegar. Ahora bien, es ilusorio pensar que sucederá dentro del mismo sistema y con los mismos personajes comprometidos con este régimen. El cambio debe venir de la presión social externa a partidos y políticos actuales, para después, obtener resultados completamente nuevos y diferentes».

José Alfredo Calderón E.

Historiador y analista político

No todo es perversidad en el escenario ciudadano de esta querida comarca, pues he podido comprobar que la cantidad de buenas personas es mayor de lo que pensé. Si bien esto parece malo en términos de incidencia para un cambio en el corto y mediano plazo, es bueno en términos de futuro, porque sin perversión en su ADN, resulta más fácil formar ciudadanía mediante herramientas de pensamiento crítico con base a un eje transversal histórico-estructural.

Podría decir que encuentro cuatro perfiles y contextos en los que se mueven estas buenas personas que, en distintas gradaciones, anhelan el bien de Guatemala pero que no saben exactamente cómo podría darse algo así, característica que les impide tener una visión integral del escenario en la mayoría de las veces.

  1. En primer lugar, están aquellos que se informan, pero no siempre de fuentes adecuadas. Se esfuerzan por estar “al día” y son activos en redes, usando Facebook los más tradicionales y Twitter/TikTok los más jóvenes y posmodernos.

Aunque expresan su desconfianza en el sistema político-electoral, en términos generales, todavía creen que su voto decide y que servirá para algo. Desconocen la perversión en el diseño e implementación del mecanismo electoral (o no lo conocen a profundidad) y tampoco están conscientes que los operadores políticos, a quienes acusan vehementemente, no son los verdaderos causantes de la debacle política y social pues responden a los intereses de sus creadores y financistas (la mano que mece la cuna).

Todavía creen que, si se vota por gente buena, como ellos, la situación podría cambiar. No todo está podrido en Dinamarca –dicen– y aunque los principales puestos están contaminados, más de alguno no tan malo ha de haber. Peor es no hacer nada –arguyen–.

De la misma forma, piensan que cualquier solución pasa por las personas y, en concreto, por el “mero gallo”; si éste es bueno, lo demás no es tan relevante. Incluso, si el “uno” no es tan bueno, pues de repente el número dos (el vice) sí lo es y eso pueda ser suficiente. Los planes, organización, equipos de trabajo, financiamiento partidario y de candidatos, son secundarios.

  • En segundo lugar, está una variante del primero, quienes ya dieron un paso adelante (según ellos) al participar en algún partido político que consideran el menos malo o contaminado, sea por las razones que sea: “conozco amigos que están allí, es una organización nueva, no se ven maleados, “no se les conocen muchas marufias” y comentarios similares. Debe decirse que las percepciones fundadas en primeras impresiones o en el famoso chapinismo de “me late” o “yo creo que” están muy arraigadas.

La mayoría de estos “buenos” no ocupan puestos de importancia. Son militantes de ocasión electoral y el resto del tiempo, se decantan por procesos de capacitación en general (no formación) así como actividades menores. Algunos optan por competir a puestos de elección y muy temprano se dan cuenta que se necesita más que buenas intenciones para lograr una nominación que no sea marginal. Sin embargo, su mente no da pauta a conspiraciones ni maldades. Los mecanismos son así y seguro los “ganadores” han hecho mejor y anticipado trabajo; además, esto pasa en todo el mundo y Guatemala no es la excepción –tratan de explicarse–.

Llegan a conocer rumores, que luego confirman, sobre los y las dirigentes de la organización partidaria que evidencia la réplica de prácticas de la politiquería tradicional, pero, nuevamente, su “buenismo” los hace generar cualquier justificación. “En política no hay santos” o “de todo hay en la viña del Señor”, “seguro son casos aislados”,y otras variedades acordes a su candidez.

Algunos permanecen fieles a la organización, otros se salen con la esperanza de encontrar –ahora sí– una opción nueva y diferente, como creyeron que era el anterior partido de donde se salieron. Finalmente, quedan los que se desencantan y ya no se organizan, pero el gusanito de la política y la esperanza de un cambio, muy difuso, eso sí, permanecen en sus inocentes estructuras cognitivas y emocionales.  

  • Un tercer segmento, está conformado por aquellas buenas personas que no son muy activas (políticamente hablando) pero que se enganchan con el proceso electoral. Desconocen por completo el mundillo político, pero están conscientes que desentenderse totalmente, tiene costos que tarde o temprano les afectarán. Tratan de ponerse al día porque la vorágine electoral los toma desprevenidos y no mucho entienden lo que pasa, sobre todo, la profusa y compleja imbricación de factores y personajes.

Para informarse, usan todos los medios a su alcance, con la desconfianza natural (aunque leve) pues “han leído o les han contado” que hay mucha noticia falta o manipulada. Una buena parte, le pregunta a sus amistades y familiares de confianza que consideran más informados o que de plano ya se ubican en algunas de las opciones de la oferta electorera.

  • Al final, quedan los más apartados. Desprecian la política por todo lo nefasto, ridículo y vulgar que exhibe. Están convencidos que aportan más al país mediante el ejercicio transparente y honesto de sus oficios y profesiones, o, simplemente siendo buenos trabajadores, padres, hijos, cónyuges, vecinos, comunitarios o cristianos. En síntesis, cuidan su “metro cuadrado”.

Consideran el voto como un deber del buen ciudadano y aunque no los ilusiona, se consuelan pensando que es solo cada cuatro años. Muchos optan por el “menos peor” o votan nulo. Un buen segmento prefiere abstenerse, esperando tiempos mejores, aunque no tenga claridad cómo podría ser ese advenimiento.  Cierran con frases como esta: “Pase lo que pase, yo debo seguir trabajando por mi bien, el de mi familia y, por ende, por el país”.

Este segmento poblacional de las buenas personas presenta un área de oportunidad muy grande.  Son la mayoría, aunque nuestra percepción sea lo contrario y que los perversos aumentan cada día. La materia prima para contar con buenos profesionales, políticos o no, es la condición previa de ser buenas personas. Como afirmó el padre de las inteligencias múltiples, Howard Gardner: “las malas personas no pueden ser profesionales excelentes. No llegan a serlo nunca. Tal vez tengan pericia técnica, pero no son excelentes”.

Para construir futuro y generar alternativas muy diferentes, deberíamos reclutar en este vasto segmento. Lo principal ya lo tienen, les falta claridad política para entender y luego adoptar diversas formas de organización que no necesariamente deban ser electorales.

Eso sí, buenas personas con el mismo sistema político-electoral, no sirven de nada.  Debe cambiarse la estructura espuria, grotesca, corrupta y siniestra que infecta todo lo bueno que pueda llegar. Ahora bien, es ilusorio pensar que sucederá dentro del mismo sistema y con los mismos personajes comprometidos con este régimen. El cambio debe venir de la presión social externa a partidos y políticos actuales, para después, obtener resultados completamente nuevos y diferentes.

¿Cómo interesar a las buenas personas para que se involucren? ¿Cómo generar confianza en ellos, con esta historia de ignominia tan pronunciada y permanente? ¿Cómo aquilatar el deseo de desaprender y reaprender de muchos para lograr la tan necesaria claridad política? ¿Cómo se construye futuro desde una base no partidaria ni gremial, cuyo fin supremo solo sea el bien común como lo dicta el artículo 1º. de la Constitución Política de la República?

Les dejo provocado el tema.