PROVOCATIO: La democracia que nunca ha sido

La República de Guatemala se constituye durante el gobierno de facto de Rafael Carrera, a quien se llamó el Dictador de los 30 años. Desde su fecha de fundación el 21 de marzo de 1847, por 176 años hasta hoy, Guatemala solo ha tenido un período democrático de 1944 a 1954 con la Revolución de Octubre, la cual, como todos sabemos, fue aniquilada por los tres factores de poder que han sido el continuum en la historia política de este territorio: EE. UU., las élites económicas y el ejército.

José Alfredo Calderón E.

Historiador y analista político

Debo recurrir nuevamente a esa fuente inagotable de aprendizaje que es la HISTORIA, pues he observado que, en el imaginario social guatemalteco, predominan algunas ideas que dificultan el pensamiento crítico y, en consecuencia, la claridad para visualizar adecuadamente y entender mejor nuestra realidad.

Expresiones como: “Todo tiempo pasado fue mejor”, “nuestra democracia está en peligro y debemos recobrarla” y “sin elecciones seríamos una dictadura”, no solo están muy presentes en gran parte de la población, sino que generan un pensamiento subalterno distorsionado.

El conocimiento histórico nos lleva de la mano en este tema y no deberíamos volver a perdernos; sin embargo, la labor hegemónica que generan los Aparatos Ideológicos del Estado en poder de las élites (ahora narcoelites) mantienen a las masas en la ignorancia, carentes del tan urgente y necesario pensamiento crítico.

La Religión y la Escuela (como instituciones) son las más importantes para el    poder económico dominante. No es casual la incidencia de los Tedeum y servicios protestantes para ungir a los gobernantes recién electos; tampoco lo es la cantidad de mensajes “divinos” incrustados en las campañas electorales y, ahora, en toda declaración gubernamental, empresarial, social y hasta académica.

Así mismo, la regencia de la educación en Guatemala no la ha tenido, ni la tiene, el MINEDUC sino las élites, quienes mediante diferentes métodos, validan al ministro de turno que más les conviene y utilizan una serie de “apoyos” tanto financieros, materiales, tecnológicos e ideológicos para “complementar” sus programas. Para el efecto, se sirven de entidades como Empresarios por la Educación, la Asociación de Colegios Privados de Guatemala, proyectos de organismos internacionales, la inserción de funcionarios y consultores proempresariales y otros mecanismos.

Veamos la secuencia histórica de la no-democracia: La República de Guatemala se constituye durante el gobierno de facto de Rafael Carrera, a quien se llamó el Dictador de los 30 años. Desde su fecha de fundación, el 21 de marzo de 1847, por 176 años hasta hoy, Guatemala solo ha tenido un período democrático de 1944 a 1954 con la Revolución de Octubre, la cual, como todos sabemos, fue aniquilada por los tres factores de poder que han sido el continuum en la historia política de este territorio: EE. UU., las élites económicas y el ejército.

Aún la gesta revolucionaria tuvo sus imperfecciones, como la discriminación a la mujer, entre otras falencias. Cito un solo ejemplo para mayor comprensión, transcribiendo el artículo relativo al voto en la Constitución de 1945:

“Artículo 9. Son ciudadanos: 1º.- Los guatemaltecos varones mayores de dieciocho años; 2º. – Las mujeres guatemaltecas mayores de dieciocho años que sepan leer y escribir. Son derechos y deberes inherentes a la ciudadanía: elegir, ser electo y optar a cargos públicos. El sufragio es obligatorio y secreto para los ciudadanos que sepan leer y escribir; optativo y secreto para las mujeres ciudadanas; optativo y público para los ciudadanos analfabetos.”

Con la contrarrevolución de 1954, el coronel Carlos Alberto Castillo Armas (llamado CACA) fue nombrado por EE. UU. como jefe de gobierno, pero los mismos sectores de extrema derecha lo asesinaron en 1957, concretamente, por instancia del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, quien tenía gran influencia política en el país.

Se convocó a elecciones el domingo 20 de octubre de 1957 y ¿qué creen? Hubo un fraude tan escandaloso entre la misma derecha, que tan solo tres días más tarde anularon los comicios. A partir de este origen espurio, la “democracia guatemalteca”, medida exclusivamente por la realización periódica de elecciones, tuvo cierta continuidad, pero siempre acompañada de asonadas e intentos golpistas que se concretaron el 31 de marzo de 1963, el 23 de marzo de 1982, el 8 de agosto de 1983 y el particular autogolpe serranista el 25 de mayo de 1993, el cual fue apoyado por el ejército (¿se recuerdan de Otto Pérez Molina en la conferencia de prensa autogolpista?) pero luego, la misma institución armada dio otro golpe y siete días después, sacaba a Serrano Elías del poder, el cual se exilió en Panamá.

Pero los golpes no eran la única irregularidad, la Constitución de 1965 prohibía las ideas comunistas o socialistas y ordenaba perseguir a quienes las tuvieran y/o promovieran. El Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) partido comunista, solo tuvo vida legal de 1949 a 1954. Claro está que, bajo esa etiqueta, se persiguió y asesinó a socialcristianos, socialdemócratas, liberales progresistas y hasta personas conservadoras que no se ajustaban a los intereses del régimen.

Por otra parte, el empresariado ultraconservador aseguraba sus privilegios mediante los operadores políticos que ellos mismos crearon: la mal llamada “clase política”. El mecanismo transversal y definitivo, ha sido y sigue siendo el financiamiento ilícito en todas y cada una de las elecciones. Condicionar a los candidatos que ellos mismos financian y presionarlos ya en el ejercicio del cargo público (cobro de facturas) les permite consolidar su papel como clase dominante y proteger los muchos y variados intereses que le son vitales. Presidentes, vicepresidentes, alcaldes y concejos municipales, gobernadores, diputados, ministros, jueces, magistrados, colegios profesionales, muchos periodistas, líderes religiosos y de los Consejos de Desarrollo, funcionarios de toda índole y un largo etcétera, casi todos, bailan al son que les tocan.

La nueva Constitución de 1985 generó algunos espacios, pero cuidando siempre la parte estructural del statu quo y que el carácter contrainsurgente de la misma no fuera tan obvio.

Como se lee, la historia es prolija y contundente en ejemplos. Quien conoce la historia, tendrá la claridad que nunca hemos gozado de una democracia republicana y lo que se conoce aquí como tal, es una caricatura mal hecha. La única diferencia que se puede advertir, es que los comicios durante la larga dictadura militar guatemalteca, tenían formas muy burdas para hacerlos fraudulentos y “el día D”, constituía el ajuste final de cuentas. Desde las elecciones de segundo grado, mediante las cuales el Congreso decidía al victorioso entre los dos primeros lugares, hasta la quema de urnas llenas de votos y su sustitución por boletas “nuevas” debidamente marcadas por la tropa del ejército.

Un fraude que no requirió de golpe de Estado, fue el de 1974, cuando el Frente Nacional de Oposición (DC, FURD y PRA) fue reprimido y otro general asumió como presidente (Kjell Eugenio Laugerud García). Eventos fraudulentos siguieron dándose, pero no tan evidentes como este.

En las últimas ediciones electoreras, el fraude se hace antes y el “día D” no es más que la puesta en escena para animar la pantomima. No se necesita restar votos a alguien en particular, aunque el sistema lo prevé y se haría, en caso necesario. La clave está en una ley ad hoc, la cooptación de toda la institucionalidad pública, una prensa “generosa” para distraer y confundir; sellando el esquema con una población desorientada que sigue creyendo en escoger “al menos malo” o que algunas expresiones ofertadas como progres o de izquierdas, sean la alternativa que buscaban.

Venir ahora con loas a esta democracia de mentiras e instar a los incautos ciudadanos a recuperarla, deviene perverso.

Jugar al antisistema, dentro del sistema y con las reglas impuestas por quienes lo diseñaron y dirigen, creyendo que se pueden hacer cambios estructurales desde “adentro”, es lo más cercano a la interdicción política.

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