El Miwateco opina de todo, aunque no sepa de nada, pues la sabiduría popular, esa que ahora emana de los memes en redes, es su fuente principal de inspiración para el derroche de sandeces que exponen su estulticia pero que, mágicamente, son vistas como referente por sus iguales. |
José Alfredo Calderón E.
Historiador y analista político
A propósito del concierto último de Ricardo Arjona, surge, cual laboratorio social, una serie de reacciones que se inscriben en lo que muchos hemos dado en llamar el Miwatequismo, es decir, esa expresión de cachimbirismo propio de la mayoría de habitantes de este bello paisaje. No voy a inventar el agua azucarada para pretender dar una definición de algo tan chusco pero real, así que los invito a releer el artículo de Ítalo Antoniotti que me parece una excelente aproximación al Miwatequismo: https://elperiodico.com.gt/opinion/opiniones-de-hoy/2019/02/06/radiografia-mental-de-un-miwateco/ Con picardía y humor define muy bien de lo que hablo.
El Miwateco opina de todo, aunque no sepa mayor cosa, pues la sabiduría popular, esa que ahora emana de los memes en redes, es su fuente primaria de inspiración para el derroche de sandeces que exponen su estulticia pero que, mágicamente, son vistas como referente por sus iguales. La mayoría de ellos devalúa el acto de leer (para eso están los memes, cortitos y fáciles de asimilar) y los Miwatecos más “ilustrados” solo llegan a Coelho y toda clase de revistas y libritos (literal) de automotivación. Por cierto, una de las razones de la fuerza de esta “corriente”, es precisamente, la falta de estima personal, valores de referencia e identidad nacional propia.
Para ejemplificar esto último, recurro a una experiencia personal que se relacionó con un proyecto piloto para sondear sobre el pretendido motivo de los guatemaltecos para sentirse orgullosos de “ser chapines”. Una ONG internacional patrocinó el ejercicio y luego me enteré que era una réplica de lo que se había hecho en Costa Rica, un verdadero país con características diametralmente opuestas a Guatemala, a pesar del pasado histórico en común.
Se organizaron diversos grupos focales en los cuales se preguntó a hombres y mujeres de distinto rango etario y social, qué era lo que definían como esencial a la hora de sentirse orgullosos de ser chapines. El equipo (del cual yo formaba parte) observaba a través de una cámara especial las reacciones de los participantes sin que ellos lo advirtieran.
Las respuestas fueron múltiples y las anécdotas muy valiosas de las cuales, por razones de espacio, solo mencionaré una que retrata de cuerpo entero al Miwateco característico. Durante una de las dinámicas, el facilitador de un grupo tuvo necesidad de salir para atender una llamada de emergencia y mientras lo hacía, les indicó a los participantes que podían tomar algunos “snacks” (tipo Tortrix y similares) ahí disponibles. Minutos antes, había destacado un señor por su corrección política en el comportamiento y el lenguaje, llegando a indicar que la palabra “vos” en el trato cotidiano, era vulgar y una clara falta de respeto. Hacía referencia a un programa piloto de radio que se presentaba en ese espacio, en la que dos interlocutores (uno de ellos, su servidor) nos tratábamos de vos, pues las indicaciones precisas fueron: Compórtense con naturalidad y como lo harían dos chapines comunes y corrientes.
A pesar del comportamiento rígido y emplasticado del susodicho, al no más salir el facilitador, fue el primero en levantarse a “refaccionar” y sin tapujos espetó: “¡Puta muchá, esta mierda va pa’largo!”. A pesar del enojo del coordinador del proyecto, no pudimos contener la risa grupal que realmente fue un cúmulo de carcajadas. Sin embargo, la lección fue clara, el guatemalteco promedio es mojigato, se comporta de una forma en espacios en donde no tiene toda la confianza, y en su cotidianidad, es bastante pedestre. Recuerdo que esa experiencia coincidió con otras anteriores, en las entrevistas de trabajo que, como parte de mi trabajo como seleccionador de personal, me permitió sonreír, pues todos los entrevistados afirmaban que no bebían, ni fumaban y tampoco decían “malas palabras”, lo cual, por supuesto, sabemos que irreal.
Volviendo al ejercicio del proyecto de marras, estos programas piloto nos sirvieron para que los entrevistadores contratados fueran a la calle e hicieran dos preguntas puntuales:
- ¿Se siente orgulloso de ser chapín?
- ¿Podría mencionar algunos ejemplos del porqué se siente orgulloso de ser chapín?
Los resultados fueron desalentadores y aumentaron el enojo del coordinador del proyecto, siendo él mismo un Whitemalan[i] cuya narrativa sobre Guatemala hablaba de un país muy diferente al que conocemos. Muchas personas negaron sentirse orgullosas de ser “chapines”, término que, en realidad, corresponde solo a los habitantes de la Nueva Guatemala de la Asunción (actual capital) y la Antigua Guatemala y cuyos orígenes históricos son despectivos por parte de los habitantes de las otras provincias de Centroamérica para referirse a los encopetados y mojigatos vecinos de la Capitanía General del Reino.
Respecto de la segunda pregunta, llamó la atención que casi todas las respuestas no atendieron a valores propios de la nacionalidad sino a referentes físicos de paisaje: Las “ruinas” de Tikal y Antigua Guatemala, el lago “más hermoso del mundo”: Atitlán, el “segundo himno más bello del mundo” y cosas similares, lo que confirmaba la falta de identidad nacional y que la palabra “chapín” no es un referente para todos los guatemaltecos.
Posteriormente, el gobierno de Berger hizo una campaña titulada “Orgulloso de ser Chapín” la cual dirigió un argentino desconocedor de la realidad local y que fue un rotundo fracaso. Incluso cuando le cambiaron nombre a: “Orgulloso de ser guatemalteco”, la campaña volvió a fracasar por el rechazo de los pueblos mayas que no se identificaban con los conceptos promocionados.
Saco a colación todo esto porque gran parte de ese maremágnum en las redes a partir del concierto de Arjona, se fundamenta en la carencia de esas referencias que permitirían una identidad nacional. Por eso el Miwateco, ese personaje con pretensiones clasemedieras pero que más bien se ubica en la parte baja de la estratificación social, recurre desesperadamente a cantantes como Arjona, la Selección Nacional (que no hay modo que clasifique a un mundial), los bellos paisajes (superiores a los del primer mundo, por supuesto) o los vestigios de una civilización maya que, paradójicamente, ellos desprecian todo el tiempo mediante un racismo tan vulgar como irracional, pues muchos de los Miwatecos son producto de mestizajes de todo tipo, cuya raíz común son los pueblos originarios.
Respecto de Arjona, lo menos importante de lo que subyace en el fondo, su interés tiene tres aristas: como persona, como artista y como ciudadano. En la primera, no me permito opinar porque desconozco su entorno familiar más allá de lo que sale en los medios.
Como artista, el aspecto más conocido, diré tres cosas:
- Su popularidad es indiscutible, teniendo una carrera muy sacrificada pues fue solo cuando triunfó en el Cono Sur, que fue reconocido localmente. Incluso recuerdo cuando varios de los que ahora lo ensalzan, le tiraban fichas “de a choca” para que se bajara del escenario, cuando fue telonero de Alux Nahual.
- A decir de los artistas que saben, Arjona no es nada extraordinario –técnicamente hablando– pero sabe conectar con el público (sobre todo con las damas) y tuvo la suerte de haberse convertido en un producto comercial eficazmente mercadeable, sobre todo, a partir de su contrato de exclusividad con una embotelladora de gaseosas. No está de más señalar la altura inusual del cantante, su tez blanca y buen aspecto físico, así como su cuna clasemediera, aspectos sin los cuales, muy difícilmente hubiera tenido éxito. Hay varios cantantes guatemaltecos con mejor registro de voz, pero cuyo aspecto físico no los hace mercadeables.
- Su elevación a rango de poeta no es más que un despropósito del Miwatequismo, pero entendible, a la luz de lo ya comentado. Eso no quiere decir que se demerite la calidad del artista, que la tiene, sino ubicarlo en su justa dimensión: un artista comercial con mucho éxito, pero sin ser Andrea Bocelli, Fito Páez o Joan Manuel Serrat, para mencionar tan solo tres ejemplos.
Como ciudadano, Arjona sí me queda a deber. Su cercanía a los últimos tres gobiernos me parece deleznable. Del antepenúltimo recibió la Orden del Quetzal, la cual devolvió dos años después, cuando ya La Plaza había explotado y su promotor, Otto Pérez Molina, había sido obligado a renunciar. Por cierto, las organizaciones sociales de La Plaza le solicitaron un pronunciamiento público que nunca llegó y la participación en un concierto cívico que también ignoró. Luego vendría su exposición pública con Jimmy, cuando este ya había manifestado claramente quién era en verdad.
El concierto último le vino al actual gobierno en el timing perfecto y baste decir que en la producción del evento participaron Jenny Berganza, prófuga de la justicia y Kenneth Mueller (Keneth Padilla) de reconocida militancia fascista y promotor del negacionismo en torno al genocidio en Guatemala.
Finalmente, debo decir que las reacciones tremendistas y furibundas en redes sociales confirman varios elementos importantes, al margen que cada quien puede admirar o no a quien le dé la gana:
- Los Miwatecos, además de chabacanos, son enojados y estarían dispuestos a quemar en la hoguera a quien atente contra su “valores” y referentes.
- Son intolerantes y agresivos, siendo la disputa de un banal concierto, suficiente gasolina para desatar cualquier tempestad. Lo mismo sucede cuando les tocan a “la sele” y cualquier ítem “sagrado”.
- La descalificación personal de quien no sigue al borreguismo sigue siendo su principal arma mediática y de esa violencia simbólica, es muy fácil pasar a la material. La crítica se interpreta como odio y por eso, la reacción tan virulenta.
- Su comprensión lectora es mínima o inexistente pues no logran comprender lo que leen y recurren a su básico repertorio conceptual para entenderlo y descalificarlo.
- Arjona es parte de ese selecto repertorio del Miwateco que, ante la poca existencia de referentes nacionales y valores propios, recurre a los volcanes, los lagos, el himno, la Sele y las «ruinas»…
- La audiencia del concierto, se mofaban los memes, era solo comparable con la pelea de Neto y el 3Kiebres. Miles de guatemaltecos fueron testigos del megaespectáculo sin igual y la sintonía reunió a una cantidad impresionante de fans, que sería la envidia de cualquier otro evento.
- Temas banales son capaces de arrastrar incluso, a aquellos sectores con instrucción superior y privilegiada, lo cual no sucede cuando se trata de temas serios y fundamentales como la desnutrición infantil, la cooptación del Estado, el ataque a la justicia independiente, las restricciones democráticas para una participación real, la perversa impunidad o la monstruosa evidencia de corrupción generalizada.
- El discurso ramplón sigue vendiendo con gran éxito y las redes sociales continúan creciendo como caja de resonancia ideal para reproducirlo cual mantra.
Xibalbá libró otro laboratorio social que desnuda de cuerpo entero a este pueblón. Arjona y cualquier otro no es el problema. El peligro de esta gran masa de Miwatecos es que votan y creer elegir, desatan pasiones por temas intrascendentes ignorando las problemáticas importantes. Son legión y marcan tendencias, mostrando una agresividad verbal que fácilmente podría desembocar en violencia material.
[i] El Whitemalan es tema para otra ocasión. Aunque su número ha crecido, su impacto no es tan grande como la del Miwateco. En resumen, el Whitemalan es un Miwateco con mucho mejor condición socio-económica y generalmente de tez blanca. La connotación del concepto es cultural e ideológica, más que de fenotipos.