PROVOCATIO: De fiesta cívica a reventón patrio

… la violencia incrustada en muchos paisanos y paisanas, la cual, se puede constatar en otros espacios como lo laboral, el tránsito, el hogar, la calle, la escuela o colegio, etc. El guatemalteco saca su verdadero ADN cuando hay licor o permisividades como la anotada. La agresividad con la que se “juega” no tiene nada que ver con términos como: fervor cívico, ambiente festivo, efemérides patrias, jolgorio, desfile de antorchas y otros subterfugios que pretenden esconder algo a todas luces anómalo.
José Alfredo Calderón E. (Historiador y analista político)

Guatemala es un laboratorio social de más de 108 mil kilómetros cuadrados para casi cualquier cosa, entre ello, las formas muy particulares de celebrar los eventos conmemorativos.

Traigo a colación esto, porque el sábado 14 de septiembre pude presenciar lo que  –eufemísticamente– se conoce como efemérides patrias. Si bien la “independencia” se celebra el 15, un día antes se da un desfogue disfrazado con el subterfugio de “desfile de las antorchas”.

He estudiado por años este fenómeno y como resultado, mis cátedras y conferencias dan fe de ello, demostrando, lo espurio de una independencia inventada, pero esta, no es el tema fundamental de esta columna. Hoy deseo referirme al único día al año en el que no solo la juventud, sino personas de todo rango etario, dan rienda suelta a lo que entienden por “fiesta cívica”.

Que todos los que deseen portar una antorcha puedan hacerlo, no resulta una tarea fácil y, dada la época lluviosa de la temporada, complica aún más esta actividad.  Entonces, por alguna extraña razón poco creativa, algunos tuvieron la ingrata ocurrencia de lanzar masivamente bolsas de agua (u otros líquidos) a los corredores que participan, y luego, degeneró en un caos en el que le tiran a cualquiera que esté presente, así sean ancianos o niños, a quienes les puede caer una o varias de estas “bombas” y causar daños significativos. 

Una actividad aparentemente inofensiva, degeneró en actos que hoy son noticia, lamentablemente, como el caso de la niña de 11 años asesinada:https://www.soy502.com/articulo/muere-nina-resulto-herida-durante-pelea-antorcha-50172    o esta otra en la que se reporta la agresión contra policías nacionales: https://x.com/CanalAntigua/status/1835832843756339507 Se pueden consignar cientos de eventos violentos a partir del juego de lanzar agua, pero dejo hasta aquí los dos ejemplos ilustrativos. Cuando uno presencia estas “actividades”, es fácil advertir que, ahora, hay bolsas con agua, pero en estado sólido, lo que ha provocado heridas serias a quienes, incluso, no participan, sino que son simples transeúntes. Otra cuestión fácil de observar, es la violencia con las que lanzan dichas bolsas, lo cual dista de una festividad. Muchos están en riesgo, incluidos niños, mujeres y personas mayores o discapacitadas. Ni hablar de la contaminación de toneladas de basura, sobre todo del dañino plástico.

Aunado a lo anterior, ese día desaparece la presencia policial, que sí se observa en las manifestaciones políticas (raro, ¿verdad?). Tampoco hay reglamento de tránsito ni ley que valga, pues cada quien, a pie o en moto, pareciera tener permiso para cualquier abuso que se les ocurra.

Esto me recuerda la función perversa que cumplen los convivios navideños, durante los cuales, los patronos permiten borracheras y somatadas de espalda a los jefes, con tal que el personal se desfogue y luego vuelvan a ser los trabajadores sumisos que aceptan todo tipo de abusos y miserables condiciones laborales.

¿Explicaciones? ¡Muchas! Desde la ausencia de espacios públicos para entretenerse, la represión y las privaciones que por siglos ha soportado el pueblo guatemalteco; la facilidad para que ese día en particular, todo el mundo salga a divertirse sin control y la impunidad de sus actos esté garantizada y un sinfín de “argumentos” más.

Lo que quiero resaltar, es la violencia incrustada en muchos paisanos y paisanas, la cual, se puede constatar en otros espacios como lo laboral, el tránsito, el hogar, la calle, la escuela o colegio, etc. El guatemalteco saca su verdadero ADN cuando hay licor o permisividades como la anotada. La agresividad con la que se “juega” no tiene nada que ver con términos como: fervor cívico, ambiente festivo, efemérides patrias, jolgorio, desfile de antorchas y otros subterfugios que pretenden esconder algo a todas luces anómalo.

Las élites y sus adláteres observan desde lejos, con una mezcla de asco y satisfacción, pues la mayoría se va a sus chalets o fuera del país. Por una parte, desdeñan estos actos y los consideran propios de seres inferiores, pero a la vez, ven ufanos cómo la plebe celebra una patria que no solo les es ajena, sino que las reduce a mano de obra barata y oprimida o como migrantes, que luego inyectarán la economía nacional.

Las capas medias se dividen entre quienes no se quieren mezclar con lo que consideran chusma y se limitan a ver Netflix, o buscar espacio en donde su statu imaginario pueda concretarse: Cayalá por ejemplo, en donde incluso, hasta desfile hubo. Esto explica el porqué del deschongue del 14, se convierte en patrimonio casi exclusivo de las masas más precarias, con sus respectivas excepciones.

La violencia tolerada irá creciendo y pareciera no importarle a casi nadie. Lo peor, es la banalización y normalización que se hace de algo que no está bien y que las sociedades civilizadas no pueden ni deben aceptar. No sé si será mucho pedir que las autoridades correspondientes pongan cartas en el asunto y elaboren desde ya, protocolos que incluyan seguridad, vialidad, prevención y todo lo que se necesite.

José Alfredo Calderón E.

Historiador y analista político

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