PROVOCATIO: 🎼 Y como vieron que resistía… 🎼

José Alfredo Calderón

(Historiador, observador social y analista político)

Hace años la esposa de un amigo me dijo: “Guate es como la canción de los elefantes, porque por más que le echen peso a la telaraña, el estribillo nos recuerda que 🎼 …y como vieron que resistía… fueron a llamar a otro elefante! 🎼”

Traspolado a la realidad política nacional, el ejemplo me parece genial.  Pasa de todo y no pasa nada.  Se burlan de nosotros y se ríen en nuestra cara y no pasa nada; cada gobierno es peor, cada latrocinio mayor y más descarado pero no pasa nada; la telaraña aguanta el peso de un elefante, o dos, o diez, o veinte…

Las plazas del 2015 y la del 2017 quedan como “alegrón de burro”, y la razón es muy sencilla: NO buscaban cambiar el sistema y modificar sustancialmente la estructura del mismo.  Pletóricas de emoción, activismo y corto plazo, Las Plazas devienen en recuerdo[1]; la corrupción fue vista como causa y no como efecto, por lo que las soluciones se centraban en la moralidad (moralina diría yo) de los posibles sustitutos de los corruptos y no en la eliminación del monstruo que generaba, alimentaba y consolidaba un mecanismo perverso de corrupción e impunidad, basado en la desigualdad que provoca la vergonzosa miseria que nos marca como sociedad. Con la corrupción pasa como con la pobreza, casi todas las personas atribuyen a esta la principal causa de los problemas, cuando precisamente la pobreza es efecto de la desigualdad, su verdadera causa.

Hago esta extensa introducción para explicar –de mejor forma– dos hechos puntuales que dominan la coyuntura política nacional de esta semana. Por un lado, la sobrestimada cancelación del partido FCN y por el otro, la socorrida nueva convocatoria del Tribunal Supremo Electoral –TSE– para efectuar más parches (reformas les llaman) a la ya muy chapuceada Ley Electoral y de Partidos Políticos      –LEPP–

Si bien la cancelación de FCN Nación, el vergonzante partido de Jimmy Morales y sus clicas, es una buena noticia, dista mucho de ser algo trascendental para la ya muy precaria democracia guatemalteca.  Se tardaron mucho y ya todas las ratas huyeron del barco, sea escondiéndose dentro o fuera del país o abordando otros barcos (VAMOS, TODOS, UCN y otros).  El partido oficial nunca tuvo poder político y eso se refleja en tres hechos puntuales: recurrir tempranamente al transfuguismo para tener alguna gobernabilidad en el Congreso; luego, ceder pronta y fácilmente, el liderazgo de la Alianza Criminal a Alvaro Arzú Irigoyen, pues el alicaído comediante nunca tuvo ni las luces, ni los arrestos, ni el reconocimiento; y, finalmente, haber obtenido los peores resultados electorales de un partido oficial desde las elecciones generales de 1985.  Esta cancelación no solo era previsible, sino que es tardía y no refleja una auténtica voluntad política por establecer un verdadero sistema de partidos políticos o tan siquiera una depuración de las maquinarias electoreras y mafiosas que tenemos por partidos. Quienes claman por la cancelación de la UNE, les cuento que pueden esperar sentados. Incluso, para horror del cotarro ciudadano, narcopartidos como la UCN, no solo podrían sobrevivir, sino fortalecerse a la luz de la porosidad y naturaleza del sistema.

El otro tema, es esa sempiterna ilusión de que todo se cambia con leyes[2], cuando ya está plenamente demostrado que no se pueden tener resultados diferentes, haciendo lo mismo.  Para efectos prácticos, si no cambiamos el sistema, tendremos más de lo mismo.  A lo sumo, obtendremos más alegrones de burro, como los que causan estas iniciativas de reformas que, si bien es cierto, muchas de ellas se hacen de buena fe, lo que terminan haciendo es hacer más funcional la perversidad: Gatopardismo que le llaman, ¡que todo cambie para que nada cambie!!

¿Se imaginan el Frankenstein resultante de más reformas (parches)?  A los chapuces iniciales, se le agregan los de 2016, que, como vimos, algunos fueron más contraproducentes con relación a lo que pretendían arreglar[3]. Luego aderece las reformas que quedaron pendientes y, para culminar la mezcolanza, adicione cualquier especie de iniciativas (entre buenas y malas) que se originen de esta nueva convocatoria del TSE.  Todos estos elementos –además– sin guardar mayor interconexión, coherencia y estructura.  El punto final lo pondrá el  Congreso, y eso, ya sabemos cómo termina.

¿Son malas las reformas? No, pero sí lo es el exceso de las mismas sin atacar la base o estructura del sistema perverso.

¿Deberíamos participar en esta nueva convocatoria del TSE a pesar de lo que aquí se asevera? Definitivamente sí.  No hacerlo sería peor.  Lo que debería cambiar es el enfoque, el método, la consistencia y la teleología de las propuestas ciudadanas, pero, sobre todo, la disposición a tomar las calles si nuevamente nos quieren ver las caras. América del Sur es una excelente muestra de ejercicio ciudadano; claro, la distancia es mucha, pero al menos debiéramos intentarlo. La meta es hacer un 2023 diferente…

José Alfredo Calderón E.

Historiador, observador social y analista político


[1] No entro aquí a considerar la manipulación y los entresijos que rodearon las gestas ciudadanas que lograron movilizar a las capas medias de este bello paisaje.

[2] Por cierto, tradición heredada desde los tiempos coloniales.

[3] La prohibición de campaña anticipada fue uno de esos casos que se convirtió en contradictoriamente paradigmático.