Pakistán se enfrenta a la peor invasión de langostas en casi 30 años

Pakistán lucha contra una plaga de langostas peregrinas, la peor en casi tres décadas, que está diezmando las cosechas y preocupa a las autoridades.

En la región de Pipli Pahar (este), el ruido de utensilios metálicos rompe el silencio en los campos de trigo. Un estrépito provocado por los campesinos que tratan de asustar a las langostas.

Cada día, al amanecer, los pesticidas oscurecen el aire. Después los lugareños recogen palas de insectos muertos, que entregan a los funcionarios a cambio de una recompensa de 20 rupias paquistaníes (12 céntimos de euro, 13 céntimos de dólar) por kilo.

«No había visto una invasión como esta en toda mi carrera», afirma asustado Shehbaz Akhtar, un funcionario encargado de erradicar la langosta en la provincia de Punyab, una región conocida como el granero de Pakistán. 

El país sufre el peor ataque de langostas peregrinas en 27 años, declararon altos cargos federales y locales a la AFP. 

Según la ONU, las fuertes lluvias y los ciclones han desencadenado una multiplicación «sin precedentes» de las poblaciones de langostas el año pasado en la península arábiga.

Los enjambres salieron el desierto de Baluchistán (suroeste), cerca de la frontera iraní, donde generalmente se reproducen, para abatirse sobre el Punyab y Sind (sur). 

Las langostas ya causaron daños en el noroeste de India, vecino de Pakistán, en los últimos meses. En un año de condiciones climáticas extremas, también devastaron una decena de países de África de Este. 

En Pakistán, no hay datos oficiales sobre qué superficie se ha visto afectada o hasta qué punto amenaza la seguridad alimentaria o incluso la economía del país, cuya agricultura representa el 20% del PIB.

‘Derrotar’ a las langostas

Las autoridades, que afirman llevar a cabo investigaciones locales, han declarado una emergencia nacional. Se lanzó una «operación de combate» para «derrotar» a las langostas, afirma Shehbaz Akhtar. 

«Aquí fumigamos dos veces al día», asegura Fayaz Azeem, al volante de un tractor, con una mascarilla en la cara y guantes en las manos, para esparcir pesticidas, una vez al amanecer y otra por la noche. 

Pero el método es lento, frente a enjambres que pueden recorrer 150 km diarios. Con frecuencia, cuando se mata a las langostas en un campo, ya han destruido el siguiente. Además los productos químicos son tan fuertes que convierten los cereales en no aptos para el consumo.

China se ofreció a ayudar frente a la plaga. Envió equipos de expertos para evaluar la crisis, declara a la AFP Muhamad Hashim Popalzai, secretario del ministerio de Seguridad Alimentaria. 

Pekín podría proponer la fumigación aérea, un método mucho más rápido y eficaz. Pakistán también podría importar pesticidas de China.

Vigilancia

La Organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación (FAO) también se ha implicado, afirma Popalzai, favoreciendo las reuniones entre India y Pakistán, dos potencias nucleares con malas relaciones diplomáticas, para evitar la propagación. 

Pero para muchos, el daño ya está hecho. Una catástrofe porque «nuestros medios de subsistencia dependen de los cultivos», lamenta Muhamad Ismaeel Wattoo, otro agricultor afectado por la plaga en Pipli Pahar.

En la provincia de Sind, las autoridades temen el impacto de las langostas en la producción de algodón. Según la cámara de agricultura, alrededor del 40% de todos los cultivos han sido destruidos «en Karachi y sus alrededores». 

Zafar Hayat, presidente de la Oficina de Agricultores de Pakistán, culpa a las autoridades. La última invasión de esta magnitud se produjo hace tanto tiempo que «el gobierno ya no estaba alerta», lamenta. 

Las autoridades deben permanecer alerta porque «después de la temporada de reproducción, existe el riesgo de que los enjambres vuelvan en junio», advirtió.

Otros agricultores de Pipli Pahar estiman que los esfuerzos llegaron demasiado tarde y fueron escasos. 

Sentada en un campo de trigo junto a una vaca, Rafiya Bibi observa las nubes de pesticidas que la rodean. 

Las langostas ya destruyeron sus cultivos de colza, girasol, pimientos y tabaco, que pagó con un préstamo de 45,000 rupias (260 euros, 290 dólares) del gobierno, una fortuna en las zonas rurales.

Sin cosecha, teme no poder pagar el préstamo. «Lo único que puedo hacer, es llorar».