Objetivo, normalizar la institucionalidad

RENZO ROSALRenzo Lautaro Rosal

En una anterior columna mencioné que asistimos a los primeros capítulos de un proceso político orientado a la normalización de la institucionalidad.

Es claro que el diseño previsto tras la Constitución Política de 1985 ha sido rebasado por una realidad avasallante.

Mucho de lo sucedido en la última década se resume en una acumulación de disfuncionalidades que han provocado una acumulación de las crisis, frente a las cuales se ha desdibujado el esquema inicial. Los movimientos de resistencia, los cuestionamientos al tipo de giros que experimentamos, la necesidad de que tengamos un acompañamiento más cercano e intenso son reacciones, hasta cierto punto, normales, dadas las diversas etapas que debemos quemar para volver al estado de cosas deseable. Eso significa que el proceso político se movió de coordenadas, por mucho en poco tiempo.

Hemos perdido la capacidad de tomar el control, si es que alguna vez lo tuvimos. Ahora ni siquiera podemos entrar en la cabina de mando. Nos queda asumir un papel secundario, en tanto volvamos a recrear condiciones para tener capacidades mayores. Vivimos un proceso asistido, sujeto a pruebas y controles casi cotidianos. Por algún lado, la maquinaria obsoleta puede experimentar alguna posibilidad de movimiento. Algún engranaje debe estar menos oxidado que los demás. De momento, el tablero de control presenta algunos botones a manera de opciones para probar si la cosa camina, aunque sea lentamente. La SAT, el MP, el Ministerio de Gobernación son los principales laboratorios de prueba. Hacia ellos caminan los recursos, los apoyos, las áreas a tecnificar, cualificar y capacitar. Cuando esas ruedas comiencen a tener dinámica propia tocará el turno de otras áreas claves de la administración pública. Las condiciones internas no dan para que haya más botones; tampoco gozamos de la confianza mínima para abrir otras áreas de oportunidad. Recordemos que solo tomando como referencia los casos descubiertos en el último año, son muchos los espacios erosionados.

Corresponde comenzar a enderezar los ángulos estratégicos, aquellos que son básicos para el proceso de reconstrucción.  Complementariamente, se incrementarán los programas y proyectos respaldados por la comunidad internacional, para apuntalar las columnas que de momento representan las apuestas hacia la normalización de la institucionalidad.

Los procesos de reconstrucción o de asistencia especial han variado a lo largo de los últimos cien años.  La tipología se ha diversificado, de acuerdo con el tipo de crisis, los actores nacionales prevalecientes y las condiciones geoestratégicas de la región que corresponda. Los propios errores, el análisis del entorno global, los intereses en juego y las volatilidades políticas a lo interno de las naciones interventoras también condicionan el tipo y envergadura de la cooperación que se presta en situaciones de gobernabilidad precaria. Antes el menú era limitado y se concentraba, especialmente en operaciones militares y asistencias tipo Plan Marshall o Alianza para la Prosperidad.

El tipo de operaciones de acompañamiento se complican cuando a pesar de las circunstancias, las evidencias y contundencias, ciertos sectores juegan a la resistencia; lo cual solo retrasa las acciones y obliga a que sean cada vez más duras. Cuando la elección de los Magistrados de la Corte de Constitucionalidad, algunas decisiones de jueces y magistrados o el incremento de la oposición en el Congreso son indicadores de la rearticulación de los actores que quieren deambular entre las sombras, es claro que aún no damos el Do de pecho para caminar por cuenta propia, ni siquiera tramos cortos. A cada acción, una reacción; eso es natural en los juegos del poder.

renzolautaro.rosal@gmail.com

La SAT, el MP y el Ministerio de Gobernación son las áreas a tecnificar, cualificar y capacitar.