Mascarillas y chanclas entran en los museos para explicar la vida en confinamiento

¿Merecen sus chanclas ser expuestas en un museo? Muchos grandes centros de cultura en el mundo consideran que sí y, en plena pandemia de coronavirus, están recogiendo objeto y testimonios para documentar este extraño período de la historia mundial.

«En cuanto supimos que iba a haber confinamiento, discutimos qué guardar para el futuro. Es una experiencia tan extraordinaria», explica a la AFP Beatrice Behlen, conservadora del Museo de Londres, dedicado a la vida de la frenética capital británica.

Así que hicieron un llamamiento a los londinenses para que donasen los objetos que para ellos simbolizan el confinamiento. 

«Puede ser algo reconfortante, como sus pantuflas favoritas, las que usa cada día», dice, o reflejar nuevas aficiones como «tejer o cocinar o incluso fabricar mascarillas».

Por ejemplo, han recibido un frasco de mermelada casera o una carraca destinada a hacer mucho ruido cuando una vez por semana los británicos aplauden a su personal sanitario.

No se trata tanto del objeto en sí como del «significado que tiene para su propietario», explica la comisaria. «En el futuro, puede que nos ayude a saber lo que estaba pasando». 

«Colección de emociones»

Es más difícil documentar la ausencia… de ciertos productos y, sobre todo, de familiares y amigos.

Respondiendo al llamado de otra institución cultural londinense, el Home Museum, una familia cuenta haber colocado una pantalla de ordenador sobre la mesa de su comida de Pascua para compartirla con familiares en vivo.

Otra convirtió su sala de estar en un taller de costura para hacer trajes de protección para el personal sanitario. 

El Home Museum se interesa por la nueva relación de los británicos con su hogar. «Lo que destaca es la resistencia de las personas ante la situación, como se adaptan», explica Sonia Solicari, directora del centro.

Con las escuelas cerradas, el salón se convierte en un aula o en una sala de deporte para los más motivados. O incluso en una peluquería. 

Amarjit ve su casa victoriana de Londres como un «palacio». Se ha convertido en «más importante que nunca porque ahora todo sucede aquí», afirma.

Alex, solo en su pequeño apartamento, se siente como si estuviera «en aislamiento en la cárcel» y escucha a sus vecinos de abajo «discutiendo constantemente». 

«Se ha convertido realmente en una colección de sentimientos y emociones, así como de imágenes y testimonios, que pueden ser muy difíciles de describir para un museo», afirma.

Llevar un registro

En muchos países han surgido iniciativas similares. 

En Suecia, el Nordiska Museet de Estocolmo recoge las reflexiones de los niños sobre su vida diaria, lo que piensan sobre la situación y su visión del futuro. 

Ya sea una foto de una fiesta de cumpleaños confinada o un beso a través de una ventana, el Museo de la Ciudad de Viena ha recibido unas 1,800 contribuciones sobre el vuelco que la pandemia dio a la vida de los habitantes de la capital austríaca.

«Tenemos que llevar un registro de este evento para poder explicar lo que sucedió dentro de cien años. Si no lo hacemos ahora, corremos el riesgo de perder toda esa memoria», afirma Sarah Lessire, coordinadora de otro proyecto, los Archivos de Cuarentena en Bélgica.

Este recoge iniciativas como los grupos de solidaridad en Facebook o una fiesta virtual del Primero de Mayo.

El período también ha inspirado a los artistas: en Barcelona, tres jóvenes publicitarios han creado una cuenta en Instagram que muestra más de 900 obras de arte concebidas durante la pandemia.

Todas estas colecciones están ya bien surtidas, pero nadie sabe cuándo podrán exhibirse en los museos, que siguen cerrados en muchos países.

Algunos corren incluso el riesgo de no reabrir.

Es el caso en Londres del Museo Florence Nightingale, dedicado a una pionera británica de la enfermería y situado en el recinto del hospital St Thomas, donde el primer ministro Boris Johnson fue tratado por coronavirus. Ha tenido que pedir donaciones para intentar sobrevivir.