MARIO ALBERTO CARRERA: La moral, las costumbres de Guatemala y los cadáveres desparramados en fúnebre y lujuriosa orgía citadina

La palabra moral y la voz costumbre pueden ser y tomarse –en ciertos momentos y contextos- casi como sinónimas. Las costumbres de una sociedad -si permanecen por muchos años inalterables- pasan a formar parte de sus códigos morales, es decir, de la conducta social jerárquicamente autorizada. A veces incluso ingresan a las Constituciones mismas. Pasa un poco como con las palabras. La Academia de la Lengua frunce el ceño ante esta u otra voz. Pero si una palabra “bastarda” permanece por años en uso, acaba por aceptarla y se incorpora al Diccionario, a la Ley.

De modo que escribir cuadros de costumbres (o artículos de costumbres acaso como los de Larra) es   señalar y recoger lo que puede llegar a volverse conducta colectiva-moral; y hasta ley del Estado. ¡Qué gran responsabilidad, entonces, la suya! La del costumbrista, la del “costumbrero”, la del cronista que atesora en su canasto de retazos, toda una vida nacional que puede devenir Historia Patria.

La nuestra es una sociedad que en su trágico devenir acoge abundante cosecha de cadáveres desparramados y descuartizados. Muchos, en su paso por la morgue: cadáveres xx. Estos también son parte ya de nuestros cuadros de costumbres guatemaltecos. Algunos son producto de la delincuencia común. Otros, de la política o de sus amplísimos ramales y vertientes. Y hasta de lo que Marx llamaba la lucha de clases que, eufemísticamente en Guate, se designa como efecto de la conflictividad social.

No es culpa de nosotros los “costumbreros” o costumbristas, que estos cadáveres xx vayan ingresando –con todo derecho y pie muy firme por su constancia- al género literario de Cuadros de Costumbres, puesto que, de realizarse un concurso internacional de cadáveres xx (efectos de la violencia ambiente) ocuparíamos indudablemente sitio estelar; y medalla de plata o bronce, por lo menos

Desde mi más temprana juventud los diarios del país –de mi doliente país- escupen y vomitan noticas de centenares de cadáveres xx, casi con la misma profusión con que se anuncian los automóviles Toyota o los calzones Agatha de la Prada y Urruela y Palacio Nacional gratis. Y, lo que es más asombroso, parece que es la manera más popular de morir en Guatemala, ya que va floreciendo incontenible con los años, como si se tratara de la mejor industria fabricante de restos para el más allá, sin IVA y con exoneraciones ilimitadas.

No sé cuántos cadáveres xx (en el maremágnum de la violencia nacional) hayamos fabricado en los últimos 50 años, pero han de ser acaso ya, millones. Caen como chaparrón luctuoso y pasan sin pena ni gloria n i asombro. Es por esto que los he querido ingresar al a veces jocoso género de Cuadros de Costumbres (o fúnebre, según la perspectiva). Puesto que tan acostumbrados estamos a su constante aparición, que justo es que pasen a la macabra danza de este registro costumbrista que, también hace tantos años cultivo, aunque a usted lector se le haya olvidado que soy autor de un libro que en su día fue celebre y leído: Costumbres de Guatemala, editado por Artemis Edinter.

Es rara la persona que en Guatemala –país de la eterna matadera- no se haya sentido alguna vez candidato a la mortaja de cadáver xx. No importa si usted es rojo, rosa o del CACIF. Y todos, además, y cada vez que aparece un cadáver xx o un descuartizado, sentimos un horrendo vacío en el estómago –complementado por un apretón espástico de recto y de ano. Porque es parte de vivir en Guatemala, gozar de la eterna primavera de sus paisajes y de no llegar siquiera a tener una lápida decente en el General, en la Verbena o en algún cementerio de tupé, según sea usted de asentamiento o de La Cañada.

Es raro, insisto, el que en Guate, no se haya sentido candidato a muerto descuartizado y embolsado o en cadáver xx… La práctica de su confección no tiene fronteras ideológicas ni económicas. La facturan los Montes Vielmann o los Mendoza y el Fantasma. Todos practican la anónima matanza y los más encopetados, la exquisita limpieza social, mientras apelan al fusilamiento y se desgarran las vestiduras siendo hijos de genocidas…

Hay Cuadros de Costumbres Nacionales que hacen reír pero otros llorar a moco tendido. Me imagino, lector, que a usted le agrada leer más los primeros que los segundos, sin embargo, lector, a mí me toca casi siempre escribir sobre los de asuntos menos apetecidos por las sensuales lectoras o los hedonistas lectores. Ello, desde luego, por la “dicha inefable” de vivir en Guatemala, título de un artículo mío -y muy reciente- en este espacio semanal.

En Guate se sufre atraso en muchos campos del desarrollo humano, pero Guatemala fabrica, en cambio, innovaciones sin límites en los quehaceres y oficios de la violencia. Por ello es que los “cotumbreros” estamos abandonado el cuadro de costumbres populares -cuyo asunto era el Corpus Christi de la Catedral o la Feria de Jocotenango en las inmediaciones del parque Morazán y el Mapa en Relieve.

Las costumbres van variando en estos caminos del Señor que son inescrutables como la violenta naturaleza humana. Por ello ser enterrado como cadáver xx se está convirtiendo en una más de nuestras tradiciones –como las de la cárdena Semana Santa violenta también de Guatemala- y que acaso con los años –tal mortaja y paradigma- se convierta en ley del Estado… Las cosas más estrambóticas, “exóticas” y raras –que en un principio fueron rechazas- como pervivan -y están perviviendo y superviviendo- se irán quedando, enquistando y “cotidianizando” hasta que, lejos de molestar y escocer, se tornarán imprescindibles y hasta folklóricas: el cadáver xx como parte del folklore nacional que exhibiremos a los turistas extranjeros (suecos o noruegos) que vendrán a ver y presenciar las danzas de la muerte medievales, renacidas vigorosamente en Guatemala.

marioalbertocarrera@gmail.com