Los recursos naturales del país agonizan; nuestra tierra se muere

Cada día se vierten cientos de toneladas de aguas residuales sin tratamiento a los mantos de agua. Cada hora se pierden extensiones de bosques naturales equivalentes a 19 campos de fútbol. A diario generamos 6 mil 301 toneladas métricas de basura, pero solo el 30 por ciento es recolectada y el resto termina en las calles o barrancos. La contaminación y destrucción del ambiente crece bajo la sombra de la impunidad.

Sergio del Águila 

sdelaguila@cronica.com.gt

¿En qué momento se perdió el país de la eterna primavera? Los problemas se han agravado en medio de los efectos del cambio climático, porque el país carece de instituciones ambientales del Estado, hay indiferencia en la clase política, prevalece la impunidad y la sociedad permite que la destrucción de los recursos nat3urales continúe.

De esa cuenta, la contaminación y manipulación de ríos, lagos y agua, en general, es abrumadora, los bosques se destrruyen, se pierde la fauna, los ecosistemas se ven impactados sin que haya manejo sostenible de los recursos naturales, y la basura aflora sin un manejo adecuado. El panorama es desolador.

Ahora que el tema del agua principia a ser polémico en el país, se sabe que cada año se vierten miles de toneladas de aguas residuales a los mantos acuíferos sin ser tratadas adecuadamente y sin que nadie haga algo al respecto. No se protegen los cuerpos de agua y no se tratan los ya contaminados para devolverles la vida.

La deforestación crece a pasos agigantados y, aunque se han implementado algunos medidas como el plan de incentivos forestales, esta no se detiene. La última medición de pérdida de bosques naturales, que hizo el Instituto de Agricultura, Recursos Naturales y Ambiente (IARNA) de la Universidad Rafael Landívar (URL), da cuenta de que, entre 2005 y 2010, se perdieron en promedio 132 mil hectáreas de bosque al año; ello equivale a una pérdida de 19 campos de fútbol por hora.

Aunque el problema se da en todo el territorio nacional, el fenómeno es más visible en los departamentos de Petén —especialmente en la valiosa Biósfera Maya—, Izabal y Quiché. Aunado a eso, existen 181 clases de animales vertebrados en peligro de extinción y no menos de 29 se consideran extintos.

A esto se suma la contaminación por desechos sólidos. Los guatemaltecos generamos 2.3 millones de toneladas métricas de desechos al año, de los cuales solamente el 30 por ciento se recolecta; el resto, va a parar a ríos, calles, barrancos y carreteras. Así lo afirma el Documento base del pacto ambiental en Guatemala 2016-2020, elaborado por el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (Marn).

Esa depredación sin regulación de los recursos naturales, no solo en el país, sino en todo el mundo, ya ha empezado a pasar la factura. Y sin embargo, seguimos sin ponerle atención al problema. Vemos el trueno, pero no nos arrodillamos.

El cambio climático ya empezó y en Guatemala ha causado y sigue causando estragos. Las constantes tormentas en la época de invierno han dejado un rosario de muerte y destrucción en la infraestructura, lo cual ha generado pérdidas económicas para el país. Por si no fuera poco, el corredor seco sigue extendiéndose y poniendo en riesgo la alimentación de más de 200 mil familias pobres de 83 municipios de 13 departamentos.HUMO DE CAMIONETAS20160413_2191

El eje transversal, en todos esos casos, es la impunidad ambiental generada por la corrupción y la debilidad —presupuestaria y de personal— de las instituciones vinculadas al ambiente como el Marn, Fiscalía de Medio Ambiente del Ministerio Público (MP), Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP) e Instituto Nacional de Bosques (INAB), entre otros.

 

Las respuestas a la fecha —a la depredación y contaminación del medio ambiente— han sido insuficientes. Tenemos políticas, normas y leyes ambientales con escasos recursos y sin dientes, o políticas con dientes poco afilados y nada fuertes. Tenemos instituciones débiles con poco presupuesto, personal sobrecargado y a veces no preparado y con poca capacidad para hacer cumplir la ley, cita el documento elaborado por el Marn.

Luego pone como ejemplo, el que la cartera de ambiente ha tenido el mismo presupuesto en los últimos 15 años; el Sistema de Prevención y Control de Incendios Forestales carece de presupuesto; el CONAP y el INAB dejan de percibir los ya limitados presupuestos asignados, desestabilizando y desmoralizando a su personal y menguando su efectividad.

Agua sigue siendo contaminada

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Los  mantos de agua siguen siendo contaminados, no existe un uso racional de este recurso natural y menos una regulación al respecto.

Magalí Arrecis, experta en temas ambientales del Instituto de Problemas Nacionales de la Universidad de San Carlos de Guatemala (Ipnusac), asegura que no existe una cultura de conservación del agua y no se reconoce que es un bien común.

A su juicio, el Congreso de la República debe normar y regular su uso en una forma integral y ordenada, que se contraponga a las prácticas industriales agrícolas nocivas y exigir al MARN el cese de la impunidad que se observa en la agroindustria dedicada a los monocultivos.

En tal sentido, según el Documento base del pacto ambiental en Guatemala 2016-2020, elaborado por el Marn, de cada cinco litros de agua que extraemos en el área metropolitana —la mayor consumidora de agua doméstica del país—, solo recargamos un litro de vuelta al sistema hidrológico.

Ello sin contar que el resto, en la mayoría de casos, esas aguas utilizadas son devueltas al río de Las Vacas y a otros que van a dar al lago de Amatitlán, sin ningún tipo de tratamiento.

Magalí Rey Rosa, ambientalista, recalca la importancia de cuidar y proteger este vital líquido: sin agua no duramos más de dos días; entonces ¿quién es la productora del agua para el ser humano?… lo produce la naturaleza, pero eso no lo estamos reconociendo, se lamenta al mencionar el uso irracional e incontrolado de los recursos acuíferos.

Desaparecen los bosques

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Guatemala está considerado como uno de los países más deforestados del continente, por tanto, advierte Arrecis, del Ipnusac, para reducir esa condición es necesario partir del cambio de uso del suelo, de la tierra, en donde se le dé importancia a las zonas de recarga hídrica. Para la investigadora, cambiar el uso podría hacer la diferencia para enfrentar la vida dentro de 20 años, porque el suelo es la base para producir en cualquier tipo de ecosistema.

Para Yuri Melini, del Centro de Acción Legal Ambiental y Social (Calas), el problema del uso del suelo enfrenta la falta de una ley de ordenamiento territorial, porque su ausencia provoca que el manejo no se haga de acuerdo a su vocación, porque si así fuera, Guatemala sería netamente forestal, lo cual sería altamente beneficioso y evitaría muchos de los problemas actuales.

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Los bosques son vitales para la cadena de la existencia, porque albergan la biodiversidad, generan el oxígeno, son la cuna de los mantos acuíferos y, en la medida en que no se ordene el territorio y el uso del suelo, las especies vivas corren el riesgo de ser consumidas.

En el informe  de Gestión Ambiental 2010-2012, elaborado por el IARNA, se consigna que, tan solo entre los años 2006 y 2010, Guatemala perdió 38 mil 600 hectáreas anuales de bosque dentro y fuera de las áreas protegidas. El 65 por ciento del territorio nacional es de vocación forestal, pero ahora menos del 34 por ciento tiene bosques, porque se usa cada vez más para ganadería extensiva, agricultura y desarrollos urbanos, sin planificación ni gestión de riesgo, denuncia el informe de la URL.

Más grave aún y de acuerdo con los conocimientos de Rey Rosa, Guatemala ha perdido en los últimos 50 años el 70 por ciento de la cobertura natural.

Basura y contaminación del aire

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Los guatemaltecos producimos 2.3 millones de toneladas métricas de basura al año y de ello solo el 30 por ciento es recolectado. Lo demás termina en las calles, barrancos y mantos de agua, contaminando y envenenando el medio ambiente.

En los última década, según Raúl Maas, del IARNA, se generaron más 116 millones de toneladas de desechos sólidos, en un mecanismo perverso en el que la economía devuelve al ambiente otros materiales transformados que generan contaminación.

Otro ejemplo de lo que vierte la economía a la naturaleza es la generación de 48 millones de toneladas equivalentes de dióxido de carbono y la tendencia es creciente a tal punto que el país es uno de los  mayores emisores de gases de efecto invernadero en América, según los investigadores de la Usac y URL.

Arrecis, del Ipnusac, plantea que el Marn debería preocuparse por la calidad del aire e imponer mecanismos legales para evitar que siga el problema, porque vemos industrias y transportes que contaminan el aire y quedan en la total impunidad.

Argumenta que, contrario a las afirmaciones de que el dióxido de carbono producido no es tan significativo, sí se generan contaminantes peligrosos visibles que afectan la salud, razón por la cual deben mitigarse; además, porque Guatemala asumió compromisos en la Cop21 de París de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para hacer frente al cambio climático.

Impunidad ambiental

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El problema de fondo y que permite que continúe la degradación del medio a1mbiente, en todas sus facetas, es la impunidad ambiental.

Al respecto, Melini, de CALAS, sostiene que existe una percepción ciudadana de que con leyes se resuelven los asuntos, y si así fuera, ya estaría resuelto el problema de la contaminación ambiental, porque leyes sí existen, pero lo que no hay es voluntad para hacerlas cumplir, pues hay intereses económicos poderosos que lo impiden.

El nivel de impunidad ambiental es altísimo y entonces hay una gran debilidad, ya que en el imaginario social muchos creen que solo es asunto de delitos, señala Melini.

De acuerdo con Joram Gil, investigador de la Escuela Regional de Ingeniería Sanitaria y Recursos Hídricos de la Usac, al referirse a la impunidad ambiental, indica que no existe regulación que castigue el no evitar que fertilizantes vertidos en cosechas terminen en cuerpos lacustres y ríos.

 

Por último, los expertos consultados coinciden en que la institucionalidad ambiental se ha debilitado casi completamente en los últimos tres gobiernos, pues, por ejemplo, se han retirado presupuestos del MARN y del CONAP y se ha despedido a la mayoría de los profesionales y personal operativo; debido a ello muchos de los planes para atender el problema ambiental, que deberían de ponerse en marcha, han sido postergados.

 

También sostienen que el enfoque de atención debe ser integral. De esa cuenta, la gran apuesta del país debe estar centrada en el manejo sostenido y adecuado de los elementos que componen el planeta: agua, suelos, bosques y biodiversidad.

El desafío es preservar los ecosistemas naturales-silvestres, pero también los agrícola-productivos, en los que hay que tener racionalidad en el uso del suelo y agua, para asegurarse de que la explotación no ponga en riesgo la calidad de vida de las futuras generaciones.

De no ser así, lo que está en riesgo no es el planeta, es el ser humano, porque la vida como se conoce, aun cuando se acabaran los bosques, mantos acuíferos y biodiversidad, las bacterias se recompondrán y sus manifestaciones subsistirán, coinciden los científicos consultados.