Los peligros de seguir transitando

RENZO ROSALRenzo Lautaro Rosal


 

Los primeros pasos del partido y del candidato declarado ganador de la segunda vuelta electoral, confirman que estamos ante el inicio de un Gobierno de transición.

Para algunos, eso puede sonar riesgoso, tomando en cuenta que desde el inicio de los Gobiernos civiles, productos de elecciones (1985), todos los períodos han sido vistos como partes de un enorme rompecabezas del que aún no desciframos el resultado final. De allí que se nos define como una sociedad en permanente transición política.

En realidad, frente a las corrientes de cambio político-social, toda comunidad debiera ser considerada como tal, en permanente ajuste. Lo complejo del asunto para el caso nacional, radica en que no advertimos aún los primeros engranajes y más parece que cada cuatro años damos un paso para adelante y dos o más para atrás.

Las elecciones, como he comentado en alguna columna anterior, han perdido su sentido esperanzador. Es ahora cuando toma nueva fuerza eso de una nueva transición, quizá más alentadora en términos de provocación, a una sociedad que comienza a ser menos tolerante, más cuestionadora y demandante.

En décadas recientes, países como Ecuador, Bolivia y Paraguay, por no mencionar otros, han pasado por similares circunstancias, con la diferencia que los cortes han sido abruptos y marcados por golpes de Estado. Para llegar a los capítulos actuales, esos países debieron transitar por caminos enredados, senderos llenos de trampas y señuelos; lo cual no indica que ahora estén en el paraíso, pero al menos los indicadores de crecimiento económico, reducción de desigualdades, reconocimiento del Estado y comportamiento de las instituciones están mejores que en nuestro país.

Pero el asunto está en que han experimentado diversos trances o traumas, por donde han desfilado presidentes que ocupan su silla por breves períodos, hasta que finalmente llegan los episodios de mayor estabilidad. En ese sentido, el primer tramo lo tenemos aparentemente cumplido. Los golpes deben seguir siendo parte de un pasado oscuro e irrepetible. Pero toca el segundo apartado, el de los Gobiernos transitorios, no en función de cortos períodos, sino orientados a concretar pequeños ajustes, cuyo objetivo racional es devolver confianzas; reconstituir instituciones; crear y consolidar prácticas de ciudadanía activa; hacer creíble a la administración pública, y encontrar los balances en términos presupuestarios. Esas son tareas necesarias, aunque insuficientes para intentar reconducir una sociedad tan heterogénea y postergada como la guatemalteca. Con esos ojos debemos ver las posibilidades que tenemos por delante.

Lo preocupante está en que seguimos esperando que el presidente electo -Morales- nos diga este tipo de planteamiento en términos de la obligatoria racionalidad política. De lo contrario, otra oportunidad perdida. Si el nuevo equipo no es tal, no tiene ruta propia y, por el contrario, con facilidad le comienzan a marcar las pautas desde fuera, confirmando que es instrumento de otros, una especie de Gobierno secuestrado y lleno de estructuras extorsivas que conduzcan por el camino de los continuos jaloneos, y la posibilidad de los graves retrocesos estarán a la orden del día.

Las semanas que restan para la imposición de la banda presidencial deben ser vistas por J. Morales como espacios para el aprendizaje acelerado y para caer en la cuenta de la zanja donde se involucró deliberadamente, donde ha incluido a sus votantes y, por añadidura, a la totalidad de guatemaltecos. Sus primeros pasos han sido desconcertantes, inexpertos y sin visión de dónde está parado.

Eso es preocupante en el escenario de ser fácil presa de los sectores que quieren recuperar el terreno que OPM y Baldetti no pudieron, no quisieron y usaron para empalagarse vergonzosamente.

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Los primeros pasos de Jimmy Morales han sido desconcertantes, inexpertos y sin visión de dónde está parado.