Lo bueno, lo malo y lo feo de las redes sociales

Hecha la ley, hecha la trampa.  El refrán popular muestra que cuando algo bueno se crea –la Ley–, rápido se encuentra la forma de retorcerlo y utilizarlo con fines perversos.

Gonzalo Marroquín Godoy

La irrupción del internet en nuestras vidas y en la comunicación a finales del siglo XX abrió las puertas a cambios radicales en la forma en que interactuamos en sociedad y en los medios utilizados para recibir y trasladar información, sobre todo, con la llegada de las redes sociales en la primera década del nuevo milenio.

La población mundial a la fecha es de 7,900 millones de habitantes, y según las estadísticas más recientes, los usuarios de todas las redes sociales suman 4,623 millones, aunque no se puede establecer cuántos de ellos corresponden a perfiles falsos, una modalidad que ha cobrado fuerza en la última década, tristemente para desinformar, influir en las sociedades o generar ambientes propicios o adversos en situaciones o momentos particulares.

En su orden, las redes sociales más poderosos e influyentes son: Facebook (2,910 millones), Instagram (1,480 millones), TikTok (885 millones), Linkedin (808 millones), Twitter (436 millones).  Hay más redes, pero con números muy inferiores.

En Guatemala encontramos que el orden es parecido, con una población estimada de 18.2 millones de habitantes, el número de usuarios por red sociales importantes está así: registrados en todas las redes 9.3 millones (entre perfiles reales y falsos), Facebook (8.5 millones), Instagram (2.4 millones), Linkedin (1 millón) y Twitter (516 mil).

Como se aprecia, las redes sociales se han convertido en el medio preferido de comunicación de las personas, sin importar sexo, condición social, religión o cualquier otra característica.  Es decir, que tenemos que reconocer que vinieron a trastocar y ampliar el estilo de información preexistente, en donde la prensa tradicional era la principal y casi única fuente de información con credibilidad.

Cuando surgieron las redes sociales –como cuando se aprueba una ley que es correcta y necesaria–, se vieron dos cualidades: permiten la interconexión de las personas y el uso extensivo de la libertad de expresión.

Sin embargo, como ocurre con las leyes, no pasó mucho tiempo para que se hiciera la trampa, que consiste en aprovechar el enorme poder que tienen para llegar a las masas, y entonces se descubrió que son muy eficientes para crear un caos informativo, por medio de noticias falsas o con medias verdades –para crear desinformación y tener credibilidad–, o introducir distractores en medio de un evento o momento preciso, por ejemplo, una campaña electoral.

Para lograr un impacto en esta corriente de desinformación, se fueron creando los netcenters, que no son más que núcleos operativos en las redes sociales con miles de miles de perfiles falsos –fantasmas activos–, que interactúan con mensajes preestablecidos, con el fin primordial de influir en la masa de usuarios a la que tienen dentro de su alcance.

Para tener una idea de la cantidad de perfiles falsos que se crean, basta con tomar la cuenta del expresidente Donald Trump en Twitter –actualmente suspendida o cancelada–, la cual tenía 48 millones de seguidores, de los cuáles, solamente 30.2 millones eran reales y 17.8 millones falsos.  Estos pudieron ser creados con la finalidad de combatir ideas o para inflar el número de la red. 

Aquí en nuestro país han crecido enormemente los netcenter, siempre al servicio de fines oscuros, ya sea políticos, económicos o sociales, aprovechando que no existe legislación al respecto.

Estoy convencido de que las redes sociales crean mas problemas que beneficios a la sociedad.  Se han convertido en gigantescas turbinas de desinformación, que crean confusión en la sociedad, además de servir muchas veces como herramienta para desacreditar a quienes los grupos de poder político o económico –propietarios o financistas de los netceters­– quieren debilitar o quitar de su camino.

En Guatemala ya entramos de lleno en el año preelectoral y cada vez se ven más estas corrientes de desinformación en las redes sociales, lo que anticipa que nos veremos imbuidos pronto en una lluvia de fake news –noticias falsas– porque los molinos gigantes quieren llevar el agua a su conveniencia.

Está en nosotros ser cuidadosos.  Los medios de prensa independientes siguen siendo el mejor referente para informarnos de mejor manera.  También es importante no ser tontos útiles, trasladando las noticias falsas sin tomarnos el cuidado de verificar la noticia, ver su procedencia y pensar un poco antes de difundirla más… ¿Proviene de fuente creíble? ¿Cuál es su origen? ¿Hay alguien responsable? 

La única defensa que tenemos para combatir la desinformación, es no promoverla.  La prensa independiente sigue siendo la fuente más confiable, pues tiene una credibilidad que cuidar.

Lo bueno de las redes… promueven la libre expresión e informan; lo malo, difunden desinformación y confunden; lo feo, son un arma del oscurantismo.

¡Ojo, rechacemos la trampa!

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