La restauración de la catedral antigüeña

LUIS LINARES

Luis F. Linares López


Los monumentos coloniales antigüeños sufren, a partir del terremoto de 1976, un acelerado deterioro, porque el Consejo Nacional para la Protección de La Antigua Guatemala (CNPAG) carece de recursos suficientes para su conservación o restauración, pero también por la aplicación arbitraria o restrictiva de los criterios de conservación y restauración que hace muchas veces el personal del CNPAG.

La Ley Protectora de la Ciudad de La Antigua Guatemala (1969) señala, en su Artículo 14, que conservación es propiciar que una estructura se mantenga en su estado actual mediante la prevención de cambios y deterioros, utilizando materiales tradicionales, y  que debe aplicarse como regla general. Restauración es volver una estructura a la forma más aproximada que tuvo luego del terremoto de 1773, usando los medios arquitectónicos de una manera que se respete la pátina del tiempo. Esta debe tener carácter excepcional y revelar el valor estético e histórico del monumento.

Es secreto a voces en La Antigua que, si se trata de un amigo o allegado a gente del CNPAG, los proyectos son aprobados con tolerancia y que, de no ser así, los  trámites se complican o los rechazan, y para ello aplican discrecionalmente los conceptos de conservación y restauración, y deciden  arbitrariamente sobre materiales y acabados.  Por ello, si se busca la autorización, hay que buscar a uno de la foto.

El daño es para los monumentos, que pierden elementos que los identifican y constituyen su principal atractivo, como sucedió con la fachada de El Carmen o el impresionante arco de la Recolección, que probablemente estaría en pie, si se le hubiera sometido a un adecuado proceso de preservación. De nada sirvió que se utilizaran solamente materiales tradicionales. Ahora no queda nada que conservar ni admirar. Y así como están la mayoría de monumentos, si llegáramos a sufrir un fuerte sismo, se convertirán en montañas de escombros, sin oficio ni beneficio.

Hace unas semanas, al pasar detrás de la catedral de San José me sorprendió gratamente la belleza que recuperó la fachada oriente, en tan solo unos meses de trabajo realizado por el Patronato de Catedral. Era fácil recordar el estado de abandono en el que se encontraban, que desdecía del valor histórico y estético que menciona la ley protectora. Un cambio impresionante que seguramente estimulará a muchos visitantes para observarla con detenimiento, admirando detalles que antes estaban ocultos por algo que ya no era la pátina del tiempo. Es también ejemplo de una actividad restaurativa que busca devolver prestancia y dignidad a los monumentos antigüeños.

Mirando hacia el sur, al edificio que fue sede de la Universidad de San Carlos y el más bello de uso civil que nos legó la colonia, viendo sus muros descascarados, manchados por la humedad y, especialmente su magnífico pórtico, corroído por orines, pensaba que debía sentir envidia de lo que sucedía al otro lado de la calle, esperanzado de que alguien se preocupara de devolverle su esplendor, y que lo convierta en un digno depósito de las joyas de la pintura y escultura que  hoy precariamente alberga en su interior.  Me pongo a pensar que si con los criterios que aplica en ocasiones el CNPAG, cómo lucirían palacios como el de Versalles o del Vaticano.

Volviendo a Catedral, el CNPAG suspende la restauración por diferencias en materia de acabados, color y texturas con el Conservador Interino a quien, según indica una publicación del Patronato (El Periódico 3/8/2016), no le agrada el nivel que se le dio al repello. Observando las reparaciones es evidente que se mantienen las diferencias de nivel y acabado, que las distinguen del anterior a la intervención. Pero ese criterio de diferenciación me parece discutible, porque da a los edificios el aspecto de una piel llena de manchas, como si fuera un tronco de “palo jiote”, que no tiene nada de estético, como puede verse en la fachada de San Francisco El Grande.

Pero al final, como el asunto es de criterios, el CNPAG haría bien en convocar, de inmediato,  a expertos de las diferentes disciplinas, para obtener una opinión idónea y de consenso – partiendo del hecho de que, como dice el refrán, en gustos de rompen géneros – sobre la intervención en Catedral, a efecto de reiniciar los trabajos, pues su paralización provoca grandes pérdidas al Patronato, que desea conservar el personal altamente cualificado que trabaja en la restauración, y desmotivará iniciativas futuras similares, que tanto hacen falta.

Era fácil recordar el estado de abandono en el que se encontraban, que desdecía del valor histórico y estético que menciona la ley protectora.