Editorial
La primera portada de Crónica en esta segunda época hablaba de Las penas de Otto. Durante más de dos años le dimos seguimiento al acontecer sociopolítico del país y, finalmente, hemos visto –e informado– cómo ese río de problemas y corrupción se desbordó, pues todos sabemos el final que tuvo la historia del primero y único Gobierno de Partido Patriota (PP), encabezado por Otto Pérez y Roxana Baldetti.
A 50 días –más o menos– de que asuma la Presidencia Jimmy Morales, presentamos Las penas de Jimmy, que, a diferencia de las de aquél, principian mucho antes de que asuma el Gobierno y su período constitucional de cuatro años. El Estado vive un momento de caos, la fiscalización ciudadana se ha adelantado y plantea exigencias desde ahora –lo que está bien–, mientras el panorama de cara al futuro es difícil y complejo.
Si partimos del hecho de que las crisis representan también oportunidades, entonces podemos ver la parte optimista de lo que está ya viviendo el presidente electo. La crisis de salud pública no es más que la punta de iceberg, en el que además, existen otros problemas, tales como la educación, seguridad, conflictividad social y, sobre todo, la corrupción galopante en todas las esferas gubernamentales.
Otro supuesto que se debe tener en cuenta, es que los candidatos presidenciales conocían la dimensión de los retos que el ganador tendría que enfrentar. Solo alguien inútil e ingenuo podría pensar que el gigantesco fracaso del sistema político del país, que sumó Gobierno tras Gobierno, sin resolver los problemas de fondo, no ha creado una especie de presa, que ahora amenaza con un desborde gigantesco.
El improvisado Gobierno de transición del presidente Alejandro Maldonado, apenas si logra mantener a flote este bote que hace agua por todos lados. Mientras no hay dinero para lo mínimo en los hospitales, ni para reparar escuelas, en algunas dependencias sigue el derroche.
Ahora, Morales debe fijar sus prioridades. Indudablemente, la primera de ellas será la de integrar su equipo de trabajo, puesto que de él depende, en gran medida, el éxito o fracaso de su administración. No son pocos los funcionarios de transición que están interesados en hacer un buen papel para llamar la atención de futuro gobernante y lograr que les confirme en el cargo. Lo único bueno de eso, es que tienen que hacer cosas buenas para llamar su atención.
Sin embargo, lo mejor sería que se lleve sangre totalmente renovada. Todo lo que tenga que ver con exfuncionarios públicos, indicaría que habrá un poco más de lo mismo de sus antecesores. Cuando se conozcan los nombres de sus ministros, secretarios y funcionarios de primera fila, entonces se podrá hacer un juicio sobre lo que se puede esperar del nuevo Gobierno.
El tema del Presupuesto 2016 lo tenía claro Morales cuando era candidato. Sabía que de este Congreso de la República no se puede esperar nada bueno, y que deberá trabajar con el que se apruebe. Eso sí, algo habrá aprendido sobre lo que será uno de sus grandes retos: trabajar con la legislatura de turno, porque no debe esperar demasiados cambios entre la actual y la nueva.
Las tareas por delante no son para nada sencillas. El país ha sido literalmente saqueado, pues la clase política, que creó un sistema perverso de partidos políticos, se ha encargado de mantener el Estado en permanente descomposición. Las arcas nacionales han servido para enriquecer a muchos, al tiempo que se postergaba atender las demandas sociales.
Ahora se reclama que Morales cambie el rumbo, que muestre que tiene capacidad para ser un gobernante diferente, transparente y capaz. Sus penas ya existen. Los restos son muchos. Habrá demasiadas crisis, pero, si se enfrentan correctamente, llegarán las oportunidades.